CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 4 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha confirmado la importancia de los encuentros interreligiosos de oración por la paz y subrayado que para que sean coherentes deben respetar las diferentes tradiciones religiosas, evitando todo sincretismo.
Así lo explica en un largo mensaje que ha enviado al arzobispo de Asís -Nocera Umbra-Gualdo Tadino, monseñor Domenico Sorrentino, con motivo del vigésimo aniversario del Encuentro Interreligioso de Oración por la Paz que Juan Pablo II convocó en la ciudad de San Francisco.
Para conmemorar aquel acontecimiento, del 4 al 5 de septiembre la Comunidad de San Egidio en colaboración con la diócesis de Asís organiza un encuentro de líderes de las diferentes religiones, que lleva por lema «Por un mundo de paz – Religiones y culturas en diálogo».
Benedicto XVI, en su mensaje, recuerda que el Papa Karol Wojtyla con su encuentro de Asís «subrayó el valor de la oración en la construcción de la paz».
Para construir la paz, reconoce la misiva papal, «son importantes los caminos de carácter cultural, político, económico. Ahora bien, en primer lugar, la paz tiene que construirse en los corazones».
«Ahí es donde se desarrollan los sentimientos que pueden alentarla o, por el contrario, amenazarla, debilitarla, sofocarla. El corazón del hombre, de hecho, es el lugar en el que actúa Dios».
«Por tanto, junto a la dimensión «horizontal» de las relaciones con los demás hombres, es de importancia fundamental, en esta materia, la dimensión «vertical» de la relación de cada quien con Dios, en quien todo encuentra su fundamento».
Por eso, recuerda su sucesor, Juan Pablo II «pidió una oración auténtica, que involucrara toda la existencia. Quiso, por este motivo, que estuviera acompañada por el ayuno y que fuera expresada con la peregrinación, símbolo del camino hacia el encuentro con Dios».
Una oración así, aclara, «comporta por nuestra parte la conversión del corazón».
«De este modo, los orantes de las diferentes religiones pudieron mostrar, con el lenguaje del testimonio, que la oración no divide sino que une, y constituye un elemento determinante para una eficaz pedagogía de la paz, basada en la amistad, en la acogida recíproca, en el diálogo entre los hombres de diferentes culturas y religiones».
Esta lección, subraya, es fundamental hoy, cuando «muchos jóvenes, en las zonas del mundo caracterizadas por conflictos, son educados en sentimientos de odio y venganza, en contextos ideológicos en los que se cultivan las semillas de antiguos rencores y se preparan los espíritus para futuras violencias».
Ahora bien, para no traicionar el espíritu de las convocatorias de oración por la paz de Juan Pablo II en Asís es necesario recordar la importancia que él le dio a evitar «interpretaciones sincretistas, fundadas en una concepción relativista».
Según estas concepciones, en las que no hay una verdad absoluta, todas las religiones son válidas, de manera que no hay diferencias esenciales entre unas y otras.
Los encuentros interreligiosos de oración, aclara el obispo de Roma, no buscan «un consenso religioso entre nosotros o negociar nuestras convicciones de fe».
Más bien manifiestan que «las religiones pueden reconciliarse a nivel de un compromiso común en un proyecto terreno que las superara a todas». Por tanto, no son «una concesión al relativismo en las creencias religiosas».
Benedicto XVI considera que «es un deber evitar confusiones». Por ello, aclara, «cuando nos encontramos juntos para rezar por la paz, es necesario que la oración se desarrolle según esos caminos distintos que son propios de las diferentes religiones».
«Esta fue la elección que se hizo en 1986 y esta elección no puede dejar de seguir siendo válida también hoy. La convergencia de la diversidad no debe dar la impresión de ser una concesión a ese relativismo que niega el sentido mismo de la verdad y la posibilidad de alcanzarla».