RATISBONA, miércoles, 13 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Las tres claves para que pueda avanzar en el camino hacia la unidad entre los cristianos son «confesión» de Cristo, «testimonio» y «amor», explicó Benedicto XVI en el encuentro de su visita a Baviera dedicado a representantes de otras Iglesias y comunidades cristianas.
En el encuentro, que contó con la participación de representantes pastores de la Iglesia luterana y de la ortodoxa de Baviera, constató dos de los grandes logros ecuménicos de los últimos tiempos: la firma de la Declaración conjunta de católicos y luteranos sobre la doctrina de la justificación –con la que se supera una de las causas del cisma de Martín Lutero– y la reanudación del diálogo teológico entre católicos y ortodoxos.
Al mirar hacia el futuro del camino ecuménico, el Papa reflexionó sobre el capítulo cuarto de la primera carta de san Juan, que poco antes había resonado en la catedral de Ratisbona, escenario de este momento de oración.
En primer lugar, el apóstol presenta en el texto revelado aquello que diferencia a los cristianos: la profesión de fe, es decir, la confesión: «fe en el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios que se ha hecho carne».
«En este tiempo de encuentros interreligiosos sentimos fácilmente la tentación de atenuar de alguna forma esa confesión central o inclusive a ocultarla –advirtió el pontífice–. Pero de este modo no prestamos un servicio al encuentro o al diálogo».
«Sólo hacemos que Dios sea menos accesible a los demás y a nosotros mismos. Es importante que llevemos a diálogo no sólo fragmentos, sino la plena imagen de Dios».
«En esta confesión común, y en esta tarea común, no hay división entre nosotros», dijo el Papa dirigiéndose a hijos de la Reforma y a ortodoxos, invitándoles a rezar «para que este fundamento común se fortalezca aún más».
En segundo lugar, explicó esta confesión de la fe en Cristo único salvador del ser humano «tiene que convertirse en testigo».
El testimonio de los cristianos de las diferentes comunidades, indicó debe llevar a sus contemporáneos a «percibir nuevamente a Jesús, el Hijo enviado por Dios, en quien vemos al Padre».
«Ser testigo de Jesucristo significa por encima de todo dar testimonio de un determinado modo de vida», insistió.
«En un mundo lleno de confusión debemos nuevamente dar testimonio de los criterios que hacen que la vida sea verdaderamente vida –invitó–. Esta importante tarea, común a todos los cristianos, debe ser afrontada con determinación. Es responsabilidad de los cristianos, hoy, hacer visibles los criterios que indican una vida justa, iluminada para nosotros en Jesucristo».
Y, en tercer lugar, presentó como clave para avanzar hacia la unidad plena entre los cristianos la palabra «ágape», amor, a la que ha dedicado su primera encíclica.
Recordó la frase del pasaje del Nuevo Testamento que estaba comentando, «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene» y exclamó: «¡Sí, podemos creer en el amor! ¡Demos testimonio de nuestra fe de modo tal que brille y aparezca como el poder del amor, «para que el mundo crea»».