BUDAPEST, lunes, 18 septiembre 2006 (ZENIT.org).- En el amor a Jesús abandonado está el motivo y la fuerza para no huir del dolor ni de las divisiones, sino para aceptarlas y eliminarlas «dando así un remedio personal y colectivo»: sintetiza Chiara Lubich el ideal que desde hace décadas extienden incontables miembros y simpatizantes del Movimiento de los Focolares (http://www.focolare.org).
Una de sus ramas son, desde hace 50 años, los «voluntarios de Dios» (Zenit, 5 septiembre 2006), presentes en los cinco continentes para dar testimonio de que Dios «es un Dios-Amor que nos acompaña cada uno y es nuestro Padre».
Escucharon el sábado este mensaje de Lubich –leído por su colaboradora, Vale Ronchetti- más de 11.000 personas de 92 países de los cinco continentes reunidas en Budapest, en la gran Manifestación Internacional convocada bajo el lema «Muchos desafíos, una propuesta: la fraternidad universal» con ocasión de estas «bodas de oro» de los «voluntarios de Dios».
Benedicto XVI se hizo espiritualmente presente en el evento -en una misiva firmada el 9 de septiembre por el [aún] secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Angelo Sodano- alentando a sus participantes a «continuar la obra desarrollada hasta ahora con tantos frutos, encarnando en la realidad de cada día el Evangelio del amor».
Y tal realidad –zarandeada por muchos vientos de ideologías, por el relativismo, por la ausencia de valores cristianos, por la falta de ética- es como una especie de noche oscura colectiva.
«Pero el Espíritu, justamente en este tiempo, ha sido generoso, irrumpiendo en la familia humana con diversos carismas», y «para todos es claro que hacen falta ideas fuertes, un ideal que abra un camino para dar una repuesta a las numerosas, angustiadas preguntas; que muestre una luz a la cual seguir», subraya Lubich en su mensaje.
Jesús «crucificado y abandonado» es propuesto a toda la Iglesia -responde-.
«Es su pasión interior, es su noche más oscura, es el vértice de sus dolores. Es el drama de un Dios que grita: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”»; es el «infinito misterio, dolor abismal que Jesús experimentó como hombre, y que nos da la medida de su amor a los hombres, ya que quiso hacer propia la separación que los mantenía alejados del Padre y entre sí, colmándola», explica Lubich.
«El Movimiento [de los Focolares] posee una riquísima experiencia con la cual demuestra que todos los dolores de los hombres, sobre todo los espirituales, están contenidos en este dolor particular de Jesús», y «amando a Jesús abandonado encontramos el motivo y la fuerza para no escapar de estos males, de estas divisiones, sino para aceptarlas y eliminarlas en nosotros, dando así un remedio personal y colectivo», confirma.
«Si somos capaces de encontrarle a Él en cada dolor y amarlo, dirigiéndonos al Padre como Jesús en la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46), entonces con Él la noche será parte del pasado, y la luz nos iluminará», subraya.
En este contexto, el movimiento eclesial se orienta a iluminar el mundo a través del diálogo -a partir del carisma de la unidad- con los distintos campos del saber, como el de la política, la economía, la sociología, las ciencias humanas y naturales, la comunicación, la educación, la filosofía, el arte, la salud y la ecología, el derecho, entre otros.
Se promueven así lo que Chiara Lubich llama «inundaciones de luz» «que sólo siguen siendo tales si están constantemente animadas, inundadas por la luz que proviene del don de Dios».
Y ejemplificó con el proyecto del Movimiento llamado «Economía de comunión» -a nivel mundial-, puesto en práctica por unas 800 empresas en las cuales 1/3 de las utilidades se destina a los indigentes.
También esto afecta al mundo de los medios de comunicación: «es necesario que sean puestos al servicio del bien común y que quienes los usan estén animados por el amor», alerta Lubich.
«Cuando los profesionales de la comunicación hagan callar su yo para dejar espacio al Espíritu de Dios en ellos, los medios de comunicación demostrarán su capacidad de multiplicar el bien hasta el infinito», apuntó.
Considera que «el carisma de la unidad» ilumina el «ámbito de la política» «más que ningún otro campo». «¿Acaso no es tarea de la política lograr componer en unidad, en la armonía de un único proyecto, la multiplicidad, las legítimas aspiraciones de los integrantes de la sociedad?», interroga.
«Nuestra espiritualidad –sintetiza Lubich-, que es eminentemente colectiva, enseña este arte que es el arte de amar hasta el punto de generar la unidad».
Fruto de la experiencia vivida en los contextos culturales y ámbitos sociales más diferentes, en Budapest se evidenció esta respuesta de fraternidad en iniciativas concretas en el campo económico, político y social.
Más información en http://budapest2006.focolare.org/.