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Señor presidente de la RAI,
señoras y señoras:
Acabamos de ver juntos esta bella película, que recorre las etapas más significativas de la vida de mi venerado predecesor, el siervo de Dios Juan Pablo I. Siento la apremiante necesidad de expresar mi sincera gratitud ante todo a usted, señor presiente, y después al consejo de administración y al director general de la RAI por haberme ofrecido a mí y a mis colaboradores esta grata oportunidad.
Saludo a los responsables de «RAI Fiction» y de la sociedad «Leone Cinematografica», che han concebido y producido este interesante largometraje. Dirijo un particular saludo y agradecimiento al director, Giorgio Capitani, a los diferentes actores, en especial a Neri Marcoré, que ha interpretado a Albino Luciani.
Os saludo también a todos vosotros, que habéis acogido la invitación para participar en este encuentro, en el que hemos podido revivir momentos sugerentes de la vida de la Iglesia en el siglo pasado.
Sobre todo hemos podido recordar la figura dulce y llena de mansedumbre de un pontífice fuerte en la fe, firme en los principios, pero siempre disponible para la acogida y la sonrisa. Fiel a la tradición y abierto a la renovación, el siervo de Dios Albino Luciani, como sacerdote, obispo y Papa realizó una actividad pastoral incansable, estimulando constantemente al clero y al laicado a perseguir, en los diferentes campos del apostolado, el único y común ideal de la santidad.
Maestro de verdad y catequista apasionado, recordaba a todos los creyentes, con la fascinante sencillez que le caracterizaba, el compromiso y la alegría de la evangelización, subrayando la belleza del amor cristiano, única fuerza capaz de derrotar a la violencia y de construir una humanidad más fraterna.
Por último, recuerdo con agrado la devoción que sentía por la Virgen. Cuando era patriarca de Venecia escribió: «Es imposible concebir nuestra vida, la vida de la Iglesia, sin el rosario, sin las fiestas marianas, sin los santuarios marianos y sin las imágenes de la Virgen». Es bello acoger su invitación y encontrar, como hizo él, en el hecho de ponerse humildemente en manos de María el secreto de una serenidad cotidiana y de un compromiso concreto a favor de la paz en el mundo.
Una vez más, gracias, queridos amigos, por vuestra presencia. Con afecto, os bendigo a todos vosotros y a vuestros seres queridos.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit
© Copyright 2006 – Libreria Editrice Vaticana]