ROMA, domingo, 5 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Un reciente documento vaticano reúne algunas de las lecciones aprendidas respecto al problema de la corrupción. El 4 de octubre, el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz publicaba una nota con el título «La Lucha contra la corrupción».
La nota se publicó tras un simposio llevado a cabo el 2 y el 3 de junio en el Vaticano, donde representantes de alto nivel de organizaciones internacionales, junto a eruditos y diplomáticos, discutieron con los representantes de la Santa Sede los estragos de la corrupción.
La corrupción siempre ha existido, reconoce la nota, pero en los últimos años ha atraído una mayor atención y mayores medidas. También hay una conciencia creciente del daño que causa, tanto en las naciones ricas como en los países en desarrollo. Este proceso se ha visto estimulado por el final de las divisiones ideológicas tras la caída del Muro de Berlín en 1989, y el creciente flujo de información gracias a la globalización.
Resulta difícil calcular con precisión el nivel de corrupción, y las estimaciones varían mucho. «De cualquier forma», comenta la nota, «se trata de enormes recursos que se sustraen a la economía y a las políticas sociales» (No. 3).
El documento vaticano observa que la política y la geografía no ponen límites al fenómeno de la corrupción. De igual forma, es frecuente en todas las áreas de la sociedad, no sólo entre los funcionarios públicos o el sector de los negocios.
Entre los factores que facilitan la corrupción está la falta de transparencia en las finanzas internacionales, por lo que el corrupto puede utilizar paraísos financieros. Además, la falta de cooperación entre estados, y las diferencias en sus sistemas legales, complica el tema. En algunos países la falta de libertad de prensa, o de una democracia que funcione bien, dan como resultado que la corrupción es más fácil que avance.
La corrupción se conecta también con otras actividades criminales, como el tráfico de drogas, el blanqueo de dinero, y el comercio ilegal de armas.
Además de los costes monetarios, el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz destacaba otros efectos negativos de la corrupción. Citando el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (No. 411), el organismo vaticano observaba que la corrupción política «compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados». Esto conduce a la desconfianza en las instituciones públicas, y su consiguiente debilitamiento.
Los altos niveles de corrupción se asocian con la falta de desarrollo y con las injusticias sociales. «No se trata sólo de un proceso que debilita el sistema económico: la corrupción impide la promoción de la persona y hace que las sociedades sean menos justas y menos abiertas» (No. 4).
Juicio moral
La Iglesia considera la corrupción un grave problema moral. Citando de nuevo el compendio de la doctrina social, la nota vaticana observa la corrupción distorsiona de raíz el papel de las instituciones políticas y daña su capacidad para asegurar el bien común de todos los ciudadanos. La corrupción también destruye los sistemas legales y mina la confianza necesaria para que la sociedad y la actividad económica funcionen bien.
La corrupción, explica la nota, «instrumentaliza a la persona humana utilizándola con desprecio para conseguir intereses egoístas». Además, «impide la consecución del bien común porque se le opone con criterios individualistas, de cinismo egoísta y de ilícitos intereses de parte» (No. 8).
La corrupción contradice también la solidaridad, porque da lugar a la injusticia y a la pobreza. Y daña a los pobres, al distorsionar la distribución de los recursos destinados a ellos.
Para luchar contra la corrupción, un sistema democrático sólido y abierto puede ser una ventaja, puesto que los sistemas rígidos y cerrados pueden estimular los sobornos y otros medios para vencer inflexibilidades. Pero la nota vaticana expresa su preocupación por las sociedades democráticas avanzadas que sufren una quiebra en sus estándares morales.
Un excesivo pluralismo en los estados democráticos modernos puede llevar a una falta de consenso ético. Y la babel de estilos de vida puede debilitar el juicio moral sobre la corrupción.
Para contrarrestar estos peligros la iglesia propone lo que denomina «ecología humana». Este concepto fue acuñado por el Papa Juan Pablo II en su encíclica «Centessimus Annus». La corrupción puede concebirse como una ruptura de la ecología humana, que ocurre cuando las familias no transmiten los valores morales, cuando las leyes son injustas, y cuando las condiciones sociales se deterioran.
Promover una adecuada ecología humana implica la formación y educación moral de todos los ciudadanos, una tarea que la Iglesia puede llevar a cabo. La Iglesia puede también ayudar a través de la presentación de su doctrina social. La aplicación de principios como la dignidad de la persona humana, el bien común, y la solidaridad pueden ser de gran ayuda en la lucha contra la corrupción.
«Toda la doctrina social de la Iglesia propone una visión de las relaciones sociales totalmente contrastante con la práctica de la corrupción», comenta la nota (No. 8).
El documento vaticano recomienda prestar más atención a la lucha moral que tiene lugar dentro de cada persona. La reducción de la corrupción será más fácil si los ciudadanos cultivan un comportamiento virtuoso y ven la lucha contra el soborno y otras prácticas corruptas como parte de dicha tarea.
Medidas prácticas
La nota reconoce que son necesarias muchas medidas políticas y legales para reducir la corrupción. Los pasos incluyen exponer públicamente el comportamiento ilícito, castigar al culpable y establecer códigos éticos.
A nivel internacional, es necesaria una mayor transparencia en las transacciones económicas y financieras y mediadas que den uniformidad a la legislación. La nota también recomienda más cooperación entre los gobiernos para extraditar criminales, dada la naturaleza internacional del crimen organizado.
Estos esfuerzos pueden ayudarse de las convenciones internacionales, pero es necesario que se pongan en práctica de forma activa por todos los países. Los países pobres requieren ayuda para luchar contra la corrupción puesto que sus sistemas legales suelen ser inadecuados. También se requiere atención para evitar la corrupción resultante de las actividades de compañías o agencias internacionales en los países en desarrollo.
Un informe publicado por Transparency International el mismo día que salía la nota vaticana destacaba la extensión de este problema. La organización con sede en Berlín lanzaba un informe detallando los sobornos pagados por compañías de países ricos.
El «Índice 2006 de Pagadores de Sobornos» examinaba la propensión de las compañías de 30 países exportadores a sobornar en el extranjero. Las compañías de los países más ricos pagan de forma rutinaria sobornos, especialmente en las economías en desarrollo. Incluso así, los negocios con base en naciones en desarrollo están en el nivel más bajo de la escala en términos de la magnitud del pago de sobornos. Compañías de países como India, China, Rusia y Turquía son los infractores peores.
Los resultados se basan en las respuestas de más de 11.000 hombres y mujeres de negocios en 125 países, votados en la Encuesta de Opinión de Ejecutivos 2006 del Foro Económico Mundial.
«Las compañías que sobornan están minando activamente los mejores esfuerzos de los gobiernos de las naciones en desarrollo para mejorar el gobierno, y por ello conducen al círculo vicioso de la pobreza», afirmaba la miembro d
e Transparency International, Huguette Labelle.
La Convención Antisoborno de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha ayudado a reducir los sobornos de las compañías de los países más ricos. Pero el ser miembro de la OCDE no se extiende a los países en desarrollo, lo que significa que naciones como China, India y Rusia se han quedado fuera del tratado.
La nota vaticana concluye poniendo de relieve el papel que pueden desempeñar las iglesias locales en la lucha contra la corrupción ayudando a formar una conciencia civil y promoviendo una sociedad regida por la ley. Tendrán un montón de trabajo que hacer.
Puede leerse la nota del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz en la sección de documentos de la página web de Zenit, «La Lucha contra la corrupción».
P. John Flynn