CANBERRA, domingo, 26 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Los defensores de la investigación con células madre de embriones humanos han logrado algunas victorias. En Australia, el senado federal votó por un estrecho margen que se permitiera la utilización de células madre de embriones clonados para investigación.
Con un resultado de 34 a 32, los senadores retiraron las restricciones aprobadas por la cámara alta en el 2002, informaba el periódico «The Age» el 8 de noviembre. La ley pasará ahora a la cámara de representantes, donde se espera que reciba la aprobación.
El voto tuvo lugar tras la publicación de un informe del gobierno el año pasado, el Lockhart Review, por el nombre de un juez, John Lockhart, que llevó a cabo una investigación sobre el tema. Su informe recomendaba permitir la clonación de embriones humanos para cosechar las células madre para investigación.
Quienes están a favor de esta medida sostienen que resulta vital para permitir que los científicos emprendan experimentos que curen enfermedades. Otros, no obstante, advierten de sus peligrosas consecuencias. «No importa lo aparentemente bien intencionado que pueda ser el bien que se busca», advertía durante el debate John Hogg, senador por Queensland, «la acción inicial de crear un embrión humano clonado traspasa las fundamentales fronteras éticas».
La aprobación fue recibida con consternación por algunos políticos, informaba el 8 de noviembre el periódico Australian. Steve Fielding, líder del partido político Family First, afirmó que respaldaba la investigación para curar enfermedades pero no podía tolerar la clonación. «Hemos cruzado la línea donde crearemos seres humanos con la intención de destruirlos», afirmó.
La Iglesia católica se ha opuesto firmemente al levantamiento de las restricciones. En comentarios publicados el 2 de noviembre en el periódico Australian, el arzobispo de Sydney, el cardenal George Pell, consideraba una afrenta a la dignidad humana la idea de «clonación terapéutica» para producir células madre para investigación.
El obispo auxiliar de Sydney, monseñor Anthony Fisher, presentó su testimonio ante el Comité de Asuntos Comunitarios del Senado, durante las audiencias sobre el tema de las células madre. El 20 de octubre declaró a los senadores que la Iglesia no se opone a la investigación con células madre mientras se lleve a cabo de forma ética.
Negar la dignidad
Pero clonar seres humanos «es éticamente repugnante», indicaba monseñor Fisher. «Clonarlos es una falta de respeto al ser humano que es fabricado y una negación de la dignidad humana universal».
En una declaración publicada el 11 de octubre, los obispos católicos australianos apuntaban que la oposición de la Iglesia al uso de células madre de embriones no era un intento de imponer principios religiosos en la esfera civil. «No nos oponemos a la experimentación destructiva de embriones simplemente porque seamos católicos, sino en base a valores humanos», explicaban. «Como sociedad no podemos buscar aliviar el sufrimiento de algunos creando y luego matando vida humana».
En los días anteriores a la votación la propuesta fue criticada también por ignorar los intereses de las mujeres. Monique Baldwin, doctora en neurociencia, observaba que las mujeres deberían proporcionar un gran aporte de óvulos para producir embriones clonados.
Baldwin, cuyos comentarios aparecieron el 8 de noviembre en el periódico Age, es una representante australiana de Hands Off Our Ovaries, una coalición internacional de mujeres.
Extraer óvulos, explicaba, implica semanas de pruebas, seguidas de más de una semana de inyecciones de hormonas. En el proceso, más del 10% de las mujeres desarrollan el síndrome de hiperestimulación ovárica, una situación dolorosa que en ocasiones es fatal.
Baldwin también cuestionaba la necesidad científica de permitir la clonación. La ley ya permite la investigación con células madre de embriones «abandonados» tras un tratamiento de fertilización in vitro. Los científicos, observaba, han usado 179 embriones «sobrantes» de la fertilización in vitro de los más de 104.000 embriones almacenados – no obstante piden más embriones, clonados deliberadamente para ser destruidos.
Aprobación en Missouri
La investigación con células madre de embriones también sigue adelante en Estados Unidos. Los votantes de Missouri aprobaron en un referéndum durante las elecciones de hace dos semanas una enmienda a la constitución del estado que prohíbe a los funcionarios del gobierno vetar el uso de experimentos con células madre de embriones.
La medida fue aprobada por un margen del 51% contra el 49%, informaba el Washington Times el 9 de noviembre. Algunos estados están socavando la prohibición del gobierno federal de financiar oficialmente los experimentos que usan células madre de embriones.
Según un análisis publicado el 5 de octubre en la página web Stateline.org, seis estados han dado ya pasos para financiar la investigación. Hasta ahora, California ha comprometido 3.000 millones de dólares para investigación; Connecticut, 20 millones; Illinois, 15; Nueva Jersey, 5,5 millones; Maryland, 15; y Massachussets, 15. Otros 27 estados, sin embargo, tienen leyes que restringen la investigación con células madre de embriones.
El voto de Missouri se añadirá a la presión a favor de levantar la actual prohibición federal de financiar los experimentos con células madre de embriones. Nancy Pelosi, la demócrata californiana que será la próxima presidenta de la Cámara de Representantes, anunció que hará del apoyo federal a esta investigación una prioridad, informó Reuters el 13 de noviembre.
La votación ha animado también a científicos en Alemania a buscar un cambio en las leyes que restringen la investigación con embriones. El instituto de científicos DFG, descrito el 10 de noviembre por Reuters como «influyente», pidió que se cambiara la ley federal aprobada en 2002 que controla la importación de células de embriones de líneas de células madre existentes e impide su producción en Alemania.
Sin embargo, según Reuters, la ministra de investigación alemana, Annette Schavan, rechazó la petición.
Aprovecharse de los que sobran
Otros países, no obstante, han dado luz verde recientemente a la investigación usando embriones humanos. El Instituto Canadiense de Investigación Sanitaria dio su aprobación por primera vez al uso de embriones para investigación con células madre, informaba el 27 de junio el National Post.
La aprobación permite el uso de embriones «sobrantes» de los tratamientos de fertilización in vitro, no sólo de los congelados, sino también de los nuevos que se creen. El proyecto aprobado está organizado por la Canadian Stem Cell Network, un grupo financiado con fondos federales.
Un mes después, la Unión Europea acordaba seguir financiando la investigación de células madre de embriones. Esta medida se aprobó a pesar de la oposición de algunos de los estados miembros, informaba la BBC el 24 de julio.
El Comisario Europeo para Ciencia e Investigación, Janez Potocnik, afirmó que la Unión Europea no financiaría el «conseguir» células madre embrionarias – un proceso que da como resultado la muerte del embrión – pero financiaría los «pasos siguientes» para hacer uso de las células.
Tales restricciones no existen en Singapur. El New York Times describía el 17 de agosto cómo el país se ha dado prisa en convertirse en el centro de la investigación biomédica.
Singapur todavía prohíbe la venta de chicle, para que no se ensucien las aceras. La vida humana, según parece, no se valora tanto como tener limpias las calles, y una empresa local vende ahora por internet viales de células madre de embriones para investigación.
La
investigación que implique la supresión de vidas humanas será condenada por la historia, advertía Benedicto XVI en un discurso a los miembros del Pontificia Academia para la Vida el 16 de septiembre de 2006.
«Nadie puede disponer de la vida humana», indicaba el Papa. «El hombre no es un objeto del que podamos disponer, sino que cada individuo representa la presencia de Dios en el mundo». El Santo Padre condenaba la legalización del trabajo que implique el quitar la vida como equivalente a legalizar el crimen. Una medida aprobada, desafortunadamente, en demasiados países.
Por el padre John Flynn