PRAGA, miércoles, 31 enero 2007 (ZENIT.org).- La Conferencia Episcopal de la República Checa, ante informaciones de sacerdotes acusados de ser «colaboracionistas» con el antiguo régimen comunista, ha manifestado que la Iglesia, sobre todo fue víctima y perseguida.
Después de la polémica surgida en Polonia sobre casos de sacerdotes que fueron informadores de los servicios secretos, la cuestión fue afrontado por la asamblea plenaria de los obispos de la República Checa, celebrada del 23 al 24 de enero.
Al final del encuentro, los prelados publicaron una declaración en la que subrayan que «nadie pudo escapar» a la situación totalitaria que vivió el país.
Apenas se produjo la toma del poder por los comunistas conducidos por Klement Gottwald en 1948, las autoridades decidieron acabar con toda actividad religiosa que no controlaran.
En esta época, la organización de la Iglesia fue enteramente modificada, con el arresto de obispos, reemplazados por sacerdotes escogidos por el Partido. Miles de religiosos, religiosas y sacerdotes fueron arrestados, los conventos y monasterios cerrados, mientras la enseñanza del catecismo fue prohibida en los centros escolares.
Frente a esta ola de represión que duraría decenios, un sacerdote de cada diez habría cooperado con el Servicio Secreto (StB). Sólo en la archidiócesis de Praga, 58 sacerdotes han declarado haber sido agentes de la policía comunista, según los historiadores.
El arzobispo de Praga, el cardenal Miloslav Vlk, en declaraciones referidas por la agencia católica «Catho.bel» aclara que la causa de su colaboración era, en la mayoría de los casos, una presión enorme utilizada por la policía, incluidas las presiones psíquicas.
«Muchos me han dicho que no tenían fuerzas para resistir, que no eran héroes, que tenían miedo», afirma.
El cardenal checo no teme si embargo que se produzca un escándalo parecido al que ha estallado en Polonia con la dimisión «forzada» del nuevo arzobispo de Varsovia, monseñor Stanislaw Wielgus, acusado de haber colaborado con el régimen comunista.
En su declaración, la Conferencia Episcopal de la República Checa admite que hubo sacerdotes coaccionados para que colaboraran, pero subraya que la sociedad misma tolera «de una manera sorprendente» que los herederos del tiempo de la persecución se sienten en el Parlamento como miembros del Partido Comunista «hasta hoy, sin escrúpulo y sin objeción por parte del público».
Personas que han perseguido a sus víctimas, las han torturado psíquicamente y a veces incluso liquidado físicamente, se encuentran aún en sus puestos en diversas administraciones, subraya.
Y añade que es sorprendente tanto interés a menudo agresivo de los medios hacia los sacerdotes, que fueron en su mayor parte víctimas de presiones y de chantajes.
La Iglesia Católica, subrayan los obispos checos, se ha ocupado ya de la puesta al día de los expedientes de los sacerdotes acusados de colaboracionismo con los órganos de seguridad del régimen comunista, antes incluso de la publicación de la ley de «lustration» (depuración).
Así, personalidades llegadas a puestos importantes gracias a su colaboración con la StB tuvieron que dimitir.
Ya el año siguiente a la caída del régimen comunista, en 1990, se organizó una peregrinación de arrepentimiento al santuario de Velehrad para todos aquellos que se hicieron culpables de espionaje.
La Conferencia Episcopal ha pedido también en varias ocasiones a los sacerdotes implicados que hicieran conocer su situación y, si era necesario, que pidieran perdón.
Los obispos checos piden por consiguiente que no se utilice sin reflexión la documentación encontrada en los archivos de los órganos de seguridad comunistas. Y expresan su deseo de que al hacerlo se use una «extrema circunspección» con el material de la StB y que no se utilice para ajustar cuentas personales o «difamar» a algunos grupos de la sociedad.