OVIEDO, viernes, 2 febrero 2007 (ZENIT.org).- Neoconfesional es un adjetivo que no complace a los católicos. Lo explica en esta entrevista el obispo Raúl Berzosa, auxiliar de Oviedo (Asturias, España) a raíz de su reciente libro «Iglesia, sociedad y comunidad política. Entre confesionalidad y laicismo», publicado por la Editorial Desclée de Brouwer Desclée de Brouwer.
Raúl Berzosa Martínez (Aranda de Duero, 1957) es doctor en Teología Dogmática, Licenciado en Derecho y Diplomado en Ciencias de la Información. Entre otros galardones, ha ganado el Premio «Bravo» de la Conferencia Episcopal Española de Teatro Juvenil (1989) y varios premios literarios y de poesía.
En su nuevo libro, el joven obispo señala cuatro puntos cardinales que deberían orientar a la Iglesia Española hoy día: «Experiencia más personalizada y libre de Jesucristo en cada cristiano; vivencia más comunitaria y eclesial de esa misma fe; formación permanente, siguiendo orientaciones seguras del magisterio, y transformación de la sociedad, en todos los niveles y campos, según el proyecto de Jesucristo y de su Evangelio».
–¿Cómo nació este libro sobre Iglesia y comunidad política?
–Monseñor Berzosa: Tiene su origen remoto en mis estudios de Derecho Canónico, Internacional y Diplomático recibidos en Roma desde el año 1984 a 1987. De forma más inmediata, es fruto de 20 años de investigación a partir de la elaboración de la Tesis en derecho, defendida en el Angelicum de Roma en 1986.
A mi regreso a España, y al impartir clases en la Facultad de Teología del Norte de España (Sedes de Burgos y Vitoria), he ido escribiendo y publicando parcialmente el libro.
Pero lo que realmente me motivó a escribirlo, fueron dos hechos: por un lado, me di cuenta que el macroatentado del 11 de septiembre de 2001, y el del 11 de marzo de 2004, han marcado como un antes y un después en las relaciones entre sociedad y religión. Pero, existe otro hecho de actualidad: a partir de la Asamblea de Obispos en primavera de 2006, retomé de nuevo este asunto, como un servicio a nuestra Iglesia en España. Porque la memoria es importante pero débil y, en estos momentos, tenemos que ser el pueblo de la memoria en medio del pueblo del olvido. Para tender puentes de convivencia y de paz; nunca muros de enfrentamiento y violencia.
–¿Sigue siendo válida la definición de Iglesia como Sociedad Perfecta?
–Monseñor Berzosa: En el sentido en el que fue utilizado a comienzos del Siglo XX, dio sus frutos y tuvo su razón de ser para salir al paso de las tesis protestantes (que negaban la visibilidad de la Iglesia) y de los absolutismos políticos de la época (que negaban la existencia misma de la Iglesia).
Pero hoy, la doctrina que rige es la del Vaticano II (GS 76), resumido en dos grandes principios: entre Iglesia y Comunidad Política debe darse autonomía y sana colaboración.
Se puede hablar, en su formulación, del paradigma teológico cristológico: sin confusión ni cambio; sin separación ni división.
La Iglesia hoy se ve como una instancia moral, experta en humanismo y al servicio incondicional del hombre y de la mujer de hoy.
–¿Cómo se puede resumir la tercera parte, la que hace referencia a la realidad hispana?
–Monseñor Berzosa: En lo que se refiere a la historia reciente española, dejando los pormenores, destacamos las siguientes etapas como las más destacadas:
1.- En la Segunda República (1931): se quiso desmantelar injustamente la Iglesia por considerarla uno de los pilares de la España antigua que había que superar; eso a pesar del fiel acatamiento, en principio, de la jerarquía a la nueva Constitución.
2.- En la Guerra civil (1936-39), una disyuntiva grave para la Iglesia: o verse perseguida y profanada; o defendida y manipulada. La sucedieron ambas cosas. Tras la guerra, se vivió «un catolicismo al modo español» (nacional-catolicismo).
3.- De la posguerra al concordato de 1953, podemos destacar cierta profundidad religiosa en el pueblo; escasa disidencia de la jerarquía con relación al régimen; y cierta reticencia pontificia-vaticana hacia dicho régimen.
4.- Del Concordato al Vaticano II (1953-1965) se destaca un florecimiento en la Iglesia de vocaciones y organizaciones laicales.
5.- Del Vaticano a la muerte de Franco (1965-1975), lo más destacado es la crisis en la sociedad y la preocupación en la Iglesia por aplicar el Vaticano II. Progresivo distanciamiento de la Iglesia en relación al régimen. La Iglesia siente la necesidad de ayudar a la reconciliación de las dos Españas, y de liberarse de la identificación con los vencedores.
6.- En la Transición (1975-1982), se desarrolla un protagonismo de la Iglesia y de la jerarquía. Se publican Documentos episcopales muy lúcidos y orientadores, con gran credibilidad y prestigio moral. La Iglesia renuncia a privilegios avalados anteriormente por la confesionalidad, y acepta la Constitución y la firma de Acuerdos entre Iglesia y Comunidad Política (1979).
7.- En otra etapa que podemos denominar de Consolidación (1982-1996), y con el PSOE en el Gobierno, se puede hablar de prueba y fortalecimiento de su identidad y misión. De una situación de protección se pasa a otra de intemperie, y hasta de humillación y cierta relegación o irrelevancia. Comienza la preocupación por la privatización de la fe (sacarla de la vida social y pública), un progresivo secularismo (vivir como si Dios no existiera) y una laicidad agresiva y beligerante hacia lo religioso.
8.- Ya en el nuevo milenio (1996….), serán los atentados terroristas (2001 y 2004) y la masiva inmigración de gentes con otras religiones y confesiones, las que marcarán un antes y un después en la contemplación de lo religioso y del papel de la misma Iglesia católica en la sociedad.
–¿Existe crisis en el catolicismo español?
–Monseñor Berzosa: El catolicismo, como el cristianismo, siempre estarán en «crisis» en el sentido positivo de la palabra, si por crisis entendemos período de discernimiento y de crecimiento.
La Iglesia, como institución, y cada cristiano, siempre son «peregrinos» y siempre están en período de «reforma».
Ningún ideal, forma cultural o programa político agotan la utopía del Reino de Dios.
El catolicismo está llamado a hacer realidad lo que se nos pide en la nueva evangelización: por un lado, inculturar la fe, para que no se convierta en ghetto o se petrifique y, por otro lado, evangelizar la cultura para que ésta o se fragmentarice o se convierta en totalitaria.
En este sentido siempre el cristianismo estará en crisis y pondrá en crisis toda sociedad hacia el ideal evangélico.
Si por crisis entendemos algunos rasgos menos positivos del catolicismo actual, me atrevería señalar sobre todo el de la «privatización» de la fe («como si la fe fuera para consumo personal sin incidencia pública»), la indiferencia («vivir como si Dios no existiera») y, por lo mismo, el divorcio o separación entre la fe y la vida («entre credo y praxis ética»).
–¿Cómo se ve el futuro de la Iglesia? Imagino que con esperanza…
–Monseñor Berzosa: Ante todo, con optimismo y esperanza. La Iglesia no es empresa humana. Sabemos que es el Espíritu quien la dirige. Nosotros somos mediaciones que pueden favorecer o retrasar el Reino.
Si se me pide cuáles serían como los cuatro puntos cardinales que deben orientar a la Iglesia española en estos momentos históricos, hablaría de experiencia más personalizada y libre de Jesucristo en cada cristiano; de vivencia más comunitaria y eclesial de esa misma fe; de formación permanente, sigui
endo orientaciones seguras del magisterio, y de transformación de la sociedad, en todos los niveles y campos, según el proyecto de Jesucristo y de su Evangelio.
–¿Cómo colabora la Iglesia en proyectos sociales que abren a la utopía y a la esperanza?
–Monseñor Berzosa: No es momento de detallar las importantísimas aportaciones que el terreno de la promoción social, de lo educativo y de lo caritativo viene realizando la Iglesia española. Existe ya el libro blanco de la Caridad eclesial en España.
Me llama sobre todo la atención, y deseo destacar, el trabajo que se está realizando con los emigrantes, con las mujeres maltratadas o en situación de riesgo, con los presidiarios y con los enfermos terminales. Podría citar decenas de iniciativas. Incluso en el campo internacional del desarrollo a través de Manos Unidas. Todo ello, con pocos medios y con mucha entrega heroica.
Creo que la Iglesia sigue respondiendo a la llamada del Papa Juan Pablo II (NMI, n 50): los pobres se tienen que sentir en la Iglesia como en su casa. Por eso hay que tener coraje para descubrir las nuevas pobrezas y darlas respuestas.
Y todo ello, recordaba el Papa sin citarle, con el mismo espíritu de San Vicente de Paul: «sólo nos perdonarán la vejación de darles pan, por el amor y autenticidad que pongamos en ello».
–¿Qué es el neoconfesionalismo?
–Monseñor Berzosa: Negativamente, es la manera como se califica la respuesta que la Iglesia está dando en estos momentos al laicismo beligerante.
La fórmula nos viene incorrectamente impuesto por autores como G. Kepel, que ya alertaban, en la década de los 80-90, de la «revancha de Dios».
Es decir, de grupos religiosos que no respetarían la autonomía de la sociedad civil. No es el caso del catolicismo actual y nos molesta que se nos tache de «neoconfesionales».
Positivamente habría que hablar de una Iglesia en línea de nueva evangelización y que sabe qué papel le corresponde en una sociedad democrática.
–¿Ha cambiado su manera de pensar sobre este tema desde que es obispo?
–Monseñor Berzosa: Sustancialmente, no. Sí ha cambiado mi «sensibilidad»: por una parte, tengo más respeto al hablar de estos temas por el ministerio que debo desarrollar.
Y, por otro lado, estoy más atento a lo que mis hermanos en el episcopado puedan decir sobre este tema. Me siento en comunión con ellos y formando parte del Colegio Episcopal.
Como experiencia nueva añado que, como obispo, se palpan más de cerca los problemas que antes, como teólogo o como intelectual, se veían más bien sobre el papel o a un nivel más teórico.