ROMA, domingo, 24 febrero 2007 (ZENIT.org).- El primer ministro portugués, José Sócrates, ha prometido que sometería al parlamento una ley para legalizar el aborto más allá de la décima semana de embarazo, informaba Associated Press el 12 de febrero. Hizo este anuncio tras el referéndum que tuvo lugar el 11 de febrero sobre este tema, declarado inválido debido a la falta de participación de los votantes.
Sólo el 44% de los votantes participaron en el referéndum. De éstos, cerca del 60% votaron a favor de relajar la legislación que regula el aborto en Portugal. Actualmente, una mujer en Portugal puede someterse legalmente a un aborto después de 12 semanas de gestación, pero sólo en casos de violación, malformación fetal o si corre peligro su salud. La ley propuesta legalizaría el aborto en todos los casos más allá de la décima semana.
Durante la campaña que precedió al referéndum, la Iglesia católica se opuso activamente a la ley propuesta. En una entrevista publicada en la agencia de noticias Ecclesia poco antes de la votación, el obispo auxiliar de Oporto, António José Cavaco Carrilho, presidente de la comisión episcopal de laicado y familia, explicaba el punto de vista de la Iglesia.
La Iglesia mantiene el principio del respeto del derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, apuntaba Mons. Carrilho. Esto no quiere decir que la Iglesia no sea consciente de los problemas humanos y sociales implicados en el debate del aborto. Pero, continuaba, la Iglesia no considera que el aborto sea la solución a estos problemas. En lugar del aborto, la sociedad necesita educar a las personas en la paternidad responsable, ayudar más a las madres y a las familias en dificultades, y encontrar hogares para los bebés que no se quieran.
Consecuencias
Mientras en Portugal continúa el debate sobre el aborto, siguen sumándose evidencias sobre el verdadero trauma que sufren las mujeres que han tenido un aborto voluntariamente. El 14 de enero, el Philadelphia Inquirer contaba la historia de Jeniece Learned, director de la clínica de consultoría Pregnancy Services of Western Pennsylvania.
Learned habló recientemente en un encuentro que tuvo lugar en Valley Forge, organizado por la Pennsylvania Pro-Life Federation, sobre su difícil infancia y adolescencia. Contó cómo ella misma tuvo un aborto cuando era adolescente, y cómo luchó con la depresión y la culpa constante en los años posteriores.
El periódico Los Angeles Times subrayaba el mismo punto de vista en un artículo del 9 de octubre sobre el debate del aborto en el estado de Dakota del Sur. El artículo observaba que Leslee Unruh, una activista pro vida, adoptaba lo que ella denominaba una «postura feminista». Unruh, que abortó hace muchos años, sostiene que legalizar el aborto es explotar a las mujeres.
El artículo del Los Angeles Times también comentaba un anuncio de radio emitido en Dakota del Sur. En la campaña en contra del aborto, Kayla Brandt, que también abortó, afirmaba que es necesario que la sociedad ahorre a las mujeres «el dolor de imaginar una vida que podría haber sido».
Lifenews informaba el 11 de agosto de un estudio reciente que muestra que las adolescentes se enfrentan mejor a un embarazo indeseado que a un aborto.
El estudio, dirigido por la doctora Priscilla Coleman, una psicóloga e investigadora en la Universidad Estatal de Bowling Green, descubrió que las chicas adolescentes que tienen un aborto son cinco veces más propensas a buscar ayuda para problemas psicológicos y emocionales que aquellas que tuvieron su bebé.
La investigación también reveló que las adolescentes que abortaron tenían muchos más problemas de sueño y una mayor incidencia en el consumo de marihuana. El estudio tuvo en cuenta variables como historial de salud mental previo y factores familiares, para lograr aislar los efectos del aborto.
Coleman admitía que tener un hijo siendo adolescente no deja de ser problemático, pero, añadía, «los riesgos de poner fin al embarazo parecen ser incluso más pronunciados».
Trivializado
Un artículo del doctor Thomas Stuffaford en el Times de Londres de 28 de noviembre también suscitaba preocupación por el tema del aborto. Contaba que hace años se mostraba preocupado por los efectos físicos negativos del aborto, y por hecho de que pudiera ser más difícil para la mujer tener hijos en el futuro. Pero ahora, afirmaba Stuffaford, ve que el aborto tiene también un impacto psicológico en las mujeres.
Poco después, el 22 de diciembre, el periódico británico Telegraph publicaba datos obtenidos del departamento de sanidad británico que el periódico solicitó bajo la ley de libertad de información.
La información obtenida por el periódico revelaba que más de 100 adolescentes al mes se someten a un segundo aborto. Más de 18.000 chicas con menos de 18 años habían abortado en el 2005. Para 1.316 de ellas, fue su segundo aborto, y para 90, su tercero.
Según el Telegraph, un estudio llevado a cabo por médicos de la Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical ha demostrado que el número de mujeres con menos de 18 años que pusieron fin a embarazos no deseados ha subido más de un 7% desde 1999, el año en que el actual gobierno laborista lanzó su estrategia contra el embarazo adolescente.
El artículo observaba que quienes critican el plan del gobierno afirman que las estadísticas del aborto hablan por sí mismo. Quienes se oponen a la estrategia contra el embarazo adolescente dicen que hacer accesible la píldora del día después – una parte importante de la estrategia del gobierno – en realidad anima a los adolescentes a tener más sexo.
Norman Wells del Family Education Trust afirmaba que quienes se ocupan de la educación sexual han «abaratado el sexo y han perdido de vista su propósito como expresión de autodonación total del marido y de la esposa en el contexto de un matrimonio para toda la vida».
Repeticiones
El volver a abortar también es común en Estados Unidos, informaba Reuters el 21 de noviembre. Según un estudio del Instituto abortista Alan Guttmacher, cerca de la mitad de las mujeres estadounidenses que abortaron en el 2002 habían abortado al menos una vez con anterioridad.
Problemas similares existen en España. El 10 de octubre ABC publicaba un artículo informando que, según las últimas estadísticas del gobierno, más de 33.000 mujeres entre 15 y 24 años habían abortado en el 2004.
En 1995, la tasa de abortos de menores de 20 años era de 4,51 por cada 1.000 mujeres. En el 2004 esta cifra ha sido más del doble, el 10,35. Para las mujeres entre los 20 y 24 años, el aumento en el mismo periodo fue de 8,18 por 1.000 a 15,37.
Asimismo el número de abortos en España sigue subiendo. En el 2005, los abortos aumentaron un 8% con respecto al año anterior, alcanzando un total de 91.664, informaba el ABC el 30 de diciembre. El reportaje afirmaba que, en el 2005, casi uno de cada seis embarazos acabó en aborto.
Frente a estos altos niveles de aborto, la Iglesia se esfuerza para ayudar a las mujeres a que continúen su embarazo. El 24 de diciembre, el periódico Scotland on Sunday informaba de que más de 2.000 bebés se salvaron de ser abortados gracias al proyecto iniciado por el cardenal Thomas Winning (1925-2001), que ayuda a las mujeres a decidirse a tener a su hijo.
Esta iniciativa pro vida celebrará su décimo aniversario este marzo. En estos diez años 2.102 mujeres decidieron seguir adelante con su embarazo. A cambio, las madres reciben ayuda material de la organización: carritos de niños, ropa, juguetes y cunas.
En Estados Unidos, Los Angeles Times informaba el 11 de febrero que las clínicas cristianas están teniendo éxito a la hora de lograr financiación de los gobiernos de los estados. Al menos ocho estados, indicaba el
artículo, financian centros de crisis en el embarazo que ofrecen hogares para madres solteras y otros programas para ayudarles a evitar el aborto.
La cantidad de financiación implicada, que se estima que alcanzó los 13 millones de dólares este año, es pequeña comparada con el dinero de los servicios de planificación familiar pro abortistas, pero está creciendo. Cada vez más la gente se da cuenta de que el aborto no es la solución para las mujeres, una lección que los líderes de Portugal parecen estar ignorando.
Por el padre John Flynn