México celebra el Día de la Familia

TEHUACÁN, domingo, 4 marzo 2007 (ZENIT.orgEl Observador).- El responsable de la Dimensión de la Familia de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, ha enviado un mensaje a los sacerdotes y laicos del país con motivo de la celebración este domingo del Día de la Familia.

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En el mensaje, el también obispo de Tehuacán, advirtió que en «una atmósfera creciente de disgregación e individualismo, uno de los retos actuales, es hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión»; reto, observó el prelado mexicano, «que ha de asumir plenamente la familia, ya que ésta es núcleo primario donde la persona nace, crece y cultiva su fe y su participación ciudadana».

Tras hacer referencia a la necesaria espiritualidad de comunión que implica enfrentar los problemas que enfrenta hoy la familia, monseñor Aguilar Martínez precisó que «la espiritualidad de la comunión no debe quedar en un intimismo sentimental e indefinido».

«Para que la luz del misterio de la Trinidad irradie y sea reconocida en los miembros de la familia, ésta debe cultivar una comunicación sincera y abierta, en que todos se conozcan y acepten entre si, mediante una disposición constante a escucharse unos a otros, a comprender y valorar los anhelos y las tribulaciones de los demás miembros de la familia», advirtió el prelado.

Más adelante, monseñor Aguilar Martínez recalcó que «no hay relación familiar sin conflictos. La comunión no consiste en negarlos sino en aceptarlos realistamente y afrontarlos con entereza y esperanza: sin coaliciones defensivas, sin agresiones, sin resignación o dobles mensajes».

Ante el constante aumento de la violencia intrafamiliar que registra México, el responsable de este renglón en el episcopado subrayó que «soportarnos, comprendernos y perdonarnos en la relación familiar, no se realiza sin el poder de la gracia de Dios, que sólo actúa en la pobreza del ser humano, en el reconocimiento de su debilidad».

«De esta manera, advirtió, lo mismo negativo se asume gracias a la luz del misterio trinitario que habita en la persona y en la atmósfera familiar; luz que irradia otros momentos de la misma familia, como son, por ejemplo, el tiempo de los alimentos, de la reflexión y del descanso».

Finalizó su mensaje diciendo que «la familia que come y descansa unida, no puede dejar de orar unida… para permanecer unida. La familia que permanece unida, es casa y escuela de comunión para otras familias».

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ZENIT Staff

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