SEVILLA, viernes, 9 marzo 2007 (ZENIT.org).- El Parlamento de Andalucía, España, aprobó el pasado 7 de marzo la Ley andaluza que permite obtener células madre humanas mediante clonación. Los obispos andaluces expresaron su oposición a la norma cuando se anunció el proyecto ya en 2002.
Cuando la ley aprobada sea publicada en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía, la comunidad autónoma habrá legislado sobre una materia para la que no existe aún una normativa básica de ámbito estatal.
El Partido Socialista andaluz se adelanta a su propio partido, puesto que el proyecto de Ley de investigación biomédica propuesto por el Gobierno central, en el que se considera también el uso de esta tecnología, todavía se encuentra a la espera de informe de la Comisión de Sanidad del Congreso.
La nueva Ley andaluza regula la investigación en reprogramación celular con finalidad exclusivamente terapéutica. Básicamente, esta tecnología –ensayada con éxito en varias especies animales pero sin resultados en humanos- permite obtener células madre muy versátiles, derivables en líneas celulares potencialmente útiles para su uso terapéutico, sin manipular embriones preexistentes. De este modo, mediante esta tecnología de laboratorio, se sortea un problema ético. Pero se plantea otro: la entidad biológica de la que saldrán las células madre no procede de la fusión de un óvulo y un espermatozoide, pero sería implantable en un útero humano.
A lo largo de la tramitación del proyecto andaluz, los obispos de Andalucía mostraron su oposición, de modo público y contundente, a la normativa andaluza, por entender que favorece el camino hacia la clonación de seres humanos.
Ya, cuando el Gobierno andaluz anunció su intención, los obispos andaluces publicaron un documento el 8 de noviembre de 2002 en el que expresaban su postura ante el tema.
Manifestaban los prelados apoyar «todos los progresos científicos que ayuden a mejorar las condiciones de vida del ser humano desde el primer instante de su concepción hasta el momento de su muerte natural. En este sentido, no cabe sino congratularse por los múltiples avances de las ciencias biomédicas durante las últimas décadas, que han permitido logros significativos en la lucha contra la enfermedad y han hecho posible un notable incremento de la esperanza de vida y una mejora de las condiciones de esa vida de una parte importante de la humanidad».
Ahora bien, añadía el documento de los obispos andaluces, «estas cotas de bienestar obtenidas no pueden fundamentar la reivindicación de una libertad sin límites en la investigación científica basándose únicamente en los objetivos que se pretenden alcanzar. No todo lo que es científicamente posible es moralmente lícito, como prueban también algunas horribles experiencias del siglo XX. Una ciencia sin conciencia conduce a la destrucción del hombre».
A este respecto, subrayaban los prelados «los embriones son seres humanos vivos en constante desarrollo y poseedores desde su concepción de una identidad genética propia y permanente. Por tanto, tienen derecho a ser respetados, independientemente de su etapa de desarrollo, y a no ser usados como material biológico de investigación, ya que su crecimiento es coordinado, continuo y gradual».
Recordaban que el Papa Juan Pablo II manifestó en repetidas ocasiones el respeto incondicional que moralmente se debe tener con los embriones humanos y que se basa en la dignidad propia de todo ser humano desde el momento de su concepción, sin que nunca pueda ser instrumentalizada en función de razonamientos utilitaristas, sea cual sea su estado de desarrollo (cf. Evangelium Vitae nº 60; cf. Discurso al XVIII Congreso Internacional de la Sociedad de Transplantes, 29-8-2000).
Por otro lado, indicaban los obispos andaluces, «las investigaciones biológicas más recientes evidencian la existencia de células estaminales aisladas de tejidos diferenciados del feto y del adulto que pueden ser cultivadas ‘in vitro’ e inducidas a diferenciarse en fenotipos celulares distintos del tejido de procedencia. En otras palabras, existen en los tejidos humanos células madres con la misma capacidad que las embrionarias y más fáciles y seguras de manipular, pues no tienden a diferenciarse espontánea e incontroladamente como las embrionarias, que pueden incluso dar lugar a tumores focales constituidos por células heterogéneas (teratomas). Además, el avance de esta otra línea de investigación evitaría la aberración que supone destruir vidas humanas en desarrollo argumentando finalidades científicas o terapéuticas».
Por todo ello, pedían a las autoridades sanitarias andaluzas que encauzaran los recursos públicos «hacia campos de investigación que respondan a las exigencias éticas y antropológicas que debe respetar la investigación biomédica en su lucha contra la enfermedad y por la mejora de las condiciones de vida de cada persona y de todos los hombres».