WASHINGTON, domingo, 11 marzo 2007 (ZENIT.org).- El diálogo ecuménico e interreligioso no significa que los católicos deban comprometer su propio credo, observa el padre James Massa, director ejecutivo del Secretariado para Cuestiones Ecuménicas e Interreligiosas de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.
El padre Massa ha comentado con Zenit los desafíos y los beneficios del diálogo ecuménico en Estados Unidos, subrayando los problemas en el diálogo con la Iglesia Episcopal, que ha participado recientemente en el encuentro de los prelados de la Comunión Anglicana en África.
El sacerdote recuerda que los últimos 40 años, desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, han producido «una abundancia de declaraciones ecuménicas fruto de los diálogos bilaterales y multilaterales de la Iglesia católica con nuestras contrapartes de las Iglesias ortodoxas y las comunidades eclesiales de la Reforma».
Muchos católicos y los demás cristianos, denuncia, tienen poca conciencia del progreso realizado en esos diálogos, que han tratado de resolver disputas doctrinales y encontrar nuevos modos de expresar la fe común en Jesucristo.
«El ecumenismo debería ser algo más que la emisión de declaraciones; debe ser vivido a nivel local, en el que los católicos y los demás cristianos se reúnan para adorar y testimoniar el Evangelio», afirma.
Según el padre Massa, «los fieles católicos y sus pastores tienen amplias oportunidades para afrontar las tareas polivalentes del ecumenismo espiritual».
En particular, presenta tres «áreas clave: la oración, el estudio y el testimonio de la justicia».
En cuanto a la oración, «deberíamos tener en cuenta lo que Juan Pablo II afirmó en su magnífica encíclica de 1995 «Ut unum sint», en el nº 22: «Si los cristianos, a pesar de sus divisiones, saben cada vez más unirse en oración común en torno a Cristo, crecerá su conciencia de lo limitado que es lo que divide en comparación con lo que une».
«Si se encuentran cada vez más a menudo y más asiduamente ante Cristo en la oración, podrán sacar valentía para afrontar la dolorosa y humana realidad de las divisiones, y se reencontrarán juntos en aquella comunidad de la Iglesia que Cristo forma incesantemente en el Espíritu Santo, a pesar de todas las debilidades y los límites humanos», escribía el Papa Karol Wojtyla.
Luego viene el diálogo, añade el padre Massa, «que exige que todos los participantes estén bien documentados y plenamente comprometidos con los dogmas de su tradición religiosa».
«Si los participantes católicos están en conflicto con esta o aquella doctrina concreta de la Iglesia católica, entonces no son adecuados representantes de la tradición. El diálogo se convierte en una farsa», denuncia.
Por lo que se refiere a la justicia, el padre Massa subraya el deber de defender la dignidad de cada ser humano, «independientemente de la raza, etnia, convicciones religiosas o estilos de vida».
El padre Massa recuerda con disgusto que «estamos quizá todavía más lejanos de la Comunión Anglicana de lo que estábamos al inicio del camino hacia la reconciliación en 1966 con la famosa visita del arzobispo Michael Ramsey de Canterbury al Papa Pablo VI».
Prueba de esta diferencia, añade, es que «es no sólo triste, sino más bien desconcertante que los anglicanos hayan decidido moverse en la dirección de ordenar obispos abiertamente homosexuales».
«De todos modos, el diálogo continúa porque son nuestros hermanos y nuestras hermanas en Cristo. He oído la argumentación de que cuantas más cosas dividen tanto más motivo hay para el diálogo», comenta.
«Me gustaría mucho –confiesa– que la Iglesia Episcopal de Estados Unidos y la Conferencia de Obispos Católicos estadounidenses afrontasen algunas de las cuestiones fundamentales de la teología moral que nos llevan a asumir posiciones tan divergentes sobre cuestiones relativas a la sexualidad humana y a la santidad de vida».
El padre Massa considera que «estar informados y comprometidos en la propia fe es esencial para la participación en la obra ecuménica» pero «la apologética no es lo mismo que el diálogo ecuménico».
«Si permanecemos firmes sobre el terreno de la ortodoxia católica, el diálogo ecuménico e interreligioso puede ser una aventura que vale la pena perseguir», concluye.