ROMA, domingo, 18 marzo 2007 (ZENIT.org).- El presidente de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas, Josep Maria Simón Castellví, explica a Zenit que «ante actos que repugnan a la persona» la objeción de conciencia se convierte en un «último recurso» y es un «derecho-deber humano».
Zenit aprovechó el paso por Roma del especialista para profundizar sobre esta cuestión, un tema que Benedicto XVI ha abordado en su audiencia a la Academia Pontificia para la Vida (PAV) después de su Congreso sobre «La conciencia cristiana en apoyo del derecho a la vida», celebrado el 23 y 24 de febrero en Roma.
–¿La objeción de conciencia en terreno médico es una forma de dar testimonio?
–Dr. Simón: La objeción de conciencia es un último recurso, un derecho-deber humano, para no verse involucrado en actos que repugnan profundamente a una persona.
Desde luego que también hay que trabajar para que nadie realice tales actos: si son malos para mí, también lo son para los demás.
El hecho de que muchas personas «objeten» significa que se violentan muchos derechos humanos, como el derecho a vivir.
–En el congreso de la PAV, ¿se han comentado casos concretos de objeción de conciencia o el debate se ha mantenido a nivel abstracto y general?
–Dr. Simón: En el congreso de la PAV –de la que no soy miembro, pero he sido invitado por ella y he podido saludar también al Santo Padre- se ha hablado en general y también s han ofrecido casos particulares.
Sorprende, por ejemplo, que en muy pocos países de la Europa llamada «democrática» se pueda formar un ginecólogo sin tener que practicar abortos.
–El Papa dijo a los miembros de la PAV que a veces el poder de los más fuertes parece paralizar a las personas de buena voluntad, y apeló a la formación de una conciencia «auténtica» y «recta». ¿Cómo acoge usted estas palabras?
–Dr. Simón: El poder suscita complicidades a la vez que pretende avasallar a los buenos para que se callen y le dejen actuar.
Muchas personas, especialmente jóvenes, se rebelan contra esta situación y no se conforman fácilmente con una sociedad que nos da un bienestar y, hasta cierto punto, nos anestesia con él y nos hace más difícil defender al débil.
La conciencia debe seguirse. Pero la conciencia se debe cuidar, porque ¡puede enfermar!; debe formarse, debe ser bien informada y debe afinarse a menudo como un instrumento de alta precisión. Nos jugamos mucho si ella no está en forma.
–Benedicto XVI percibe una «armonía» entre Magisterio y compromiso laical, especialmente en temas como el de la vida. ¿Considera usted que todavía hay conciencias dormidas, entre los cristianos, ante los desafíos técnicos y médicos?
–Dr. Simón: Mejorar el mundo es tarea propia de los laicos. No debemos pretender que lo haga todo la jerarquía de la Iglesia.
Somos los laicos quienes estamos en cada rincón y debemos barrer y encerar cada rincón del mundo.
Los laicos debemos orar, hacer sacrificios, seguir las grandes líneas de conducta trazadas por Dios a través del Magisterio; y trabajar, trabajar prácticamente sin descanso.