Campaña orquestada contra la familia

Por monseñor Arizmendi, obispo de San Cristóbal de Las Casas

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SAN CRISTÓBAL DE LA CASAS, sábado, 24 marzo 2007 (ZENIT.orgEl Observador).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título «Campaña orquestada contra la familia».

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Como resultado de la aprobación de la llamada “Ley de Sociedades en Convivencia”, impulsada por el partido mayoritario en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, ya empezaron en esa entidad a legalizarse uniones de homosexuales, equiparándolas al matrimonio entre un hombre y una mujer. Lo mismo ha hecho el Estado de Coahuila, aunque con otro nombre que se inventó, para disimular el ataque a la familia. Es de suponer que otros Estados de la República intentarán proceder en forma semejante. Preocupa mucho que un medio informativo nacional celebre esto como un triunfo histórico, lo cual nos indica la ideología que le sostiene, y que le da buenos dividendos económicos.

Como no es tiempo de elecciones, avasallan con su mayoría luchando por despenalizar más el aborto, cobijados con la bandera de proteger la salud de la mujer. Esto es perfectamente plausible, siempre y cuando no esté en juego la vida del ser humano que lleva en su seno. Hay que conocer a quién se da el voto, para no ser colaboradores de asesinatos incontables.

La campaña contra la vida y la familia se intensificó en Europa. América Latina, con el complejo de inferioridad que no acabamos de superar, no quiere quedarse atrás. Así lo describe el Documento de Síntesis que acaba de publicar el CELAM, en preparación a la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe: “Muchas de las modificaciones legales que se han introducido en numerosos países de América Latina en los últimos años hieren gravemente la dignidad del matrimonio, de la familia y de la vida humana. Estas modificaciones no son casuales, no ocurren simplemente. Muchas veces son promovidas como elementos necesarios de agendas ‘progresistas’, con frecuencia impulsadas por determinadas ONG o por organismos de las Naciones Unidas. Persiguen la emancipación de las costumbres, las normas éticas y las leyes de su matriz cristiana. Con frecuencia responden a los intereses y estrategias de personas e instituciones con gran poder y presencia internacional, que abiertamente buscan provocar un cambio en el ethos cultural y religioso latinoamericano” (No. 67).

JUZGAR

La Biblia, en los dos primeros capítulos del Génesis, describe la institución divina del matrimonio y de la familia: Dios no creó tres o más sexos o géneros, sino sólo hombre y mujer, masculino y femenino. Esta verdad no es sólo creencia religiosa, sino constatación antropológica: un hombre no complementa ni fecunda a otro hombre, ni una mujer a otra mujer. Se necesitan los dos sexos, y no sólo en lo biológico y genital, sino también en lo psicológico y social. La fe nos confirma en esta realidad y nos asegura que nuestro juicio es acorde con lo establecido por Dios mismo. Pero algunos le quieren enmendar su plan, sintiéndose los nuevos dioses, que pueden hacer lo que les venga en gana…

San Pablo no se amedrenta ante los romanos y condena sin miramientos sus excesos: “Se ofuscaron en vanos razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: ¡jactándose de sabios se volvieron estúpidos!… Por eso Dios los entregó a pasiones infames: pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío” (Rom 1,21-27).

Y a los corintios: “No se engañen. Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces herederán el Reino de Dios” (1 Cor 6,9-10).

El pasado 12 de febrero, el Papa Benedicto XVI dijo a los participantes en un congreso sobre la ley moral natural, organizado por la Pontificia Universidad Lateranense en Roma: “La ley natural es la fuente de donde brotan, juntamente con los derechos fundamentales, también imperativos éticos que es preciso cumplir… La ley natural es, en definitiva, el único baluarte válido contra la arbitrariedad del poder o los engaños de la manipulación ideológica… El Concilio Vaticano II reafirmó oportunamente que el matrimonio es ‘una institución estable por ordenación divina’ y, por eso, ‘este vínculo sagrado, con miras al bien tanto de los cónyuges y de la prole como de la sociedad, no depende del arbitrio humano’. Por tanto, ninguna ley hecha por los hombres puede subvertir la norma escrita por el Creador, sin que la sociedad quede dramáticamente herida en lo que constituye su mismo fundamento bacilar. Olvidarlo significaría debilitar la familia, perjudicar a los hijos y hacer precario el futuro de la sociedad”.

Y en su discurso a los Nuncios Apostólicos de los países de América Latina, les dijo: “La familia merece una atención prioritaria, pues muestra síntomas de debilitamiento bajo las presiones de ‘lobbies’ capaces de influir negativamente en los procesos legislativos”.

ACTUAR

Es tiempo de que los cristianos, católicos y protestantes, nos unamos para defender la familia. Así lo decidimos en el Consejo Interreligioso de Chiapas, en nuestra última sesión. Y si los legisladores, contradiciendo su bautismo, se empeñan en destruir la familia y la vida humana con las leyes que están aprobando, debemos enraizar más nuestra fe y no dejarnos engañar por estas corrientes ideológicas contrarias al plan de Dios, ni por encuestas que se publican, pues éstas no son criterio de verdad, sino sólo indicativas de lo que piensan algunos sectores de la sociedad.

Como dice el Documento de Síntesis del CELAM hacia la V Conferencia del Episcopado en Brasil, “la crisis de la familia interpela nuestra pastoral familiar” (No. 65). En nuestras diócesis y parroquias, deberíamos poner más empeño en la formación de los jóvenes hacia el matrimonio, sin reducirnos a unas intrascendentes pláticas presacramentales. Hemos de animar diversos métodos de atención pastoral a las familias, sin excluir movimientos aprobados por la Iglesia. Y buscar una relación pastoral con los “constructores de la sociedad pluralista”, como gobernantes, legisladores y comunicadores, para ofrecerles los criterios del Evangelio sobre la persona humana, sobre la familia y la sociedad.

Seamos capaces de discernir lo que vemos y oímos en los medios informativos, sobre todo en la televisión, y en las conversaciones ordinarias en la casa, en la escuela y en la calle, para distinguir el trigo de la cizaña, y quedarnos sólo con lo bueno. ¡Cristo, único camino!

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

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ZENIT Staff

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