Sufrir por Cristo en China

ROMA, jueves, 29 marzo 2007 (ZENIT.org).- El pasado día 22 de marzo, estudiantes y profesores, prelados y laicos, se reunieron en un «pub» de Roma para hablar de la libertad religiosa.

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«Theology on Tap» (o teología al alcance de la mano), una iniciativa que consiste en acercar cuestiones teológicas y eclesiásticas los jóvenes de modo informal, ha iniciado otra temporada en Roma con una presentación sobre la libertad religiosa en China.

Raphaela Schmid, profesora de Filosofía en la Universidad Pontificia Gregoriana y directora de la sección romana del Fondo Becket para la Libertad Religiosa, reveló su experiencia durante la filmación de un documental sobre la Iglesia clandestina en China.

Schmid empezó con una presentación de la Iglesia oficial en China, reconocida por el Gobierno y guiada por la Asociación Patriótica, cuyo líder es el laico Liu Bai Nian.

Mientras que la Iglesia clandestina es fiel al Papa y rechaza someterse a cualquier tipo de control, sobre todo por lo que se refiere al nombramiento de obispos.

El proyecto conjunto del Fondo Becket y de «Rome Reports» ha llevado a la profesora Schmid a zonas remotas de China, en las que la gente vive en condiciones de extrema pobreza, y donde, a pesar de todas las privaciones, los fieles siguen con alegría el camino cristiano.

«Las personas que entrevisté querían siempre hablar de cómo Dios había entrado en sus vidas, querían expresar lo que significa para ellos ser cristianos», explicó. «Sólo después, cuando se les preguntaba directamente, salía a la luz que habían estado en la cárcel a causa de su fe».

«Consideran el sufrimiento secundario respecto a su experiencia de fe», subrayó. «No se han lamentado nunca de haber perdido el trabajo o de haber sido arrestados».

Los laicos no son los únicos que afrontan condiciones difíciles. Los raros y apreciados sacerdotes en la zona demuestran virtudes heroicas al llegar a cubrir largas distancias con tal de asistir a su propio rebaño. Un sacerdote, recordó Schmid, a la pregunta de dónde vivía, dijo que tenía «23 casas».

Montado en una vieja motocicleta, el sacerdote gira constantemente por las 23 aldeas que forman su parroquia, permaneciendo con las familias católicas en condiciones de extrema pobreza.

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ZENIT Staff

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