GINEBRA, viernes, 30 marzo 2007 (ZENIT.org).- El fanatismo antirreligioso amenaza a la religión y a los creyentes con insultos, discriminación, persecución y daños que están en contradicción con la promesa de libertad aclamada por las sociedades democráticas, dijo aquí el observador vaticano ante un organismo de Naciones Unidas.
En una intervención el 22 de marzo, para la cuarta sesión especial del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el arzobispo Silvano Tomasi, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU y ante otras organizaciones internacionales, hizo un llamamiento al organismo internacional para proteger la «libertad de religión, de expresión, de conciencia, de culto en privado y en público y respeto de las convicciones religiosas de los creyentes de todos los credos y de los no creyentes de la misma manera», en el contexto de otros derechos humanos.
«Violaciones de los derechos de los creyentes, incluso violencia abierta contra ellos, restricciones estatales, imposiciones indebidas y persecución, insultos públicos a los sentimientos religiosos, infortunadamente persisten y pedimos un remedio», dijo.
Las democracias deben vigilar el modo de «estar al lado del respeto de religiones concretas» en interés de garantizar los «derechos de libertad religiosa y libertad de expresión», añadió.
«No se puede considerar la ridiculización de lo sagrado como un derecho de libertad», dijo el arzobispo.
Urgió a que el Consejo, que revisa el respeto de los derechos humanos de todos los 191 estados miembros de la ONU, desarrolle «mecanismos o instrumentos» que puedan «defender el mensaje de las comunidades religiosas de la manipulación y puedan evitar una presentación irrespetuosa de sus miembros».
La Santa Sede, dijo, ve evidencias de «fanatismo antirreligioso que denigra la religión o, en general, a los fieles de una religión atribuyéndoles la responsabilidad de acciones violentas hechas hoy o en el pasado por algunos miembros de esta religión».
El nuncio vaticano dijo que «la crítica legítima» de acciones de algunos seguidores religiosos no debe convertirse en licencia para «insultar o difamar injustamente ni caer en burlas ofensivas de sus veneradas personas, prácticas, ritos o símbolos».
La ofensa religiosa, especialmente cuando se dirige a una minoría en una sociedad, es una forma de coerción contra creyentes que hace la profesión y la práctica pública de la religión más difícil, añadió.
El arzobispo Tomasi dijo que la Santa Sede ha vigilado la emergencia en el escenario mundial de «un aparente dilema entre el respeto debido a la religiones y el derecho a la libertad de expresión, como si fueran incompatibles y se excluyeran mutuamente», añadiendo que estos valores son «complementarios» y deben coexistir.
El respeto de la dignidad de la persona humana «implica respeto a su libertad en materia religiosa para profesar, practicar y manifestar públicamente la propia religión sin ser objeto de burla, injuriado, discriminado», constató.
«El respeto de los derechos y dignidad de otros debería marcar el límite de cualquier derecho, incluso el de la libertad de expresión y manifestación de las propias opiniones, incluidas las religiosas», dijo el arzobispo Tomasi.
Reconociendo los resultados trágicos del «fanatismo pseudorreligioso», el arzobispo subrayó que la religión y ciencia están entre los factores sociales que «más han contribuido al progreso de la humanidad a través de la promoción de los valores culturales, artísticos, sociales y humanitarios».
«Cualquier religión que alaba o tolera la violencia, intolerancia y odio se hace a sí misma no merecedora de este nombre», añadió.
«La dimensión religiosa de la persona humana, su actitud ante la trascendencia y las consecuentes exigencias éticas», dijo, «es una referencia básica de la conducta personal y social».
«Las religiones pueden ofrecer, y, de hecho, ofrecen, una sólida formación para la defensa de los valores de la justicia personal y social, para el respeto de los demás y de la naturaleza», indicó el nuncio vaticano.
«Un estado realmente democrático valora la libertad religiosa como un elemento fundamental del bien común, merecedor de respeto y protección, y crea las condiciones que permiten a sus ciudadanos vivir y actuar libremente», subrayó el arzobispo Tomasi.
«Un enfoque completo que ve el respeto de religión enraizado en la libertad que cada persona humana tiene derecho a disfrutar, en un equilibrio de derechos con los demás y con la sociedad, parece el camino razonable a emprender», concluyó.