CIUDAD DEL VATICANO, martes, 2 abril 2007 (ZENIT.org).- La teología debe tener «la valentía» para plantear preguntas a las universidades y a la sociedad, pero también «la humildad de escuchar las respuestas que nos ofrece la fe cristiana», considera Benedicto XVI.
Lo afirmó el 21 de marzo al recibir a una delegación de la Facultad Teológica de la Universidad de Tubinga, en Alemania, donde fue profesor de teología dogmática de 1966 a 1969, antes de ser profesor de teología en Ratisbona.
Dejando espacio a los recuerdos, el obispo de Roma evocó algunas anécdotas ligadas a la asignación de las cátedras en teología, cuando «todos daban su opinión, y se veía que todos los profesores de la Universidad se sentían en cierto sentido competentes en teología, pues tenían la sensación de tener que participar en la decisión».
«De este modo, se percibía que los colegas de las demás facultades consideraban en cierto sentido la teología como corazón de la Universidad y, por otra, que la teología es algo que afecta a todos, algo en lo que todos estamos involucrados y, por tanto, en lo que nos sentíamos competentes», siguió diciendo.
«En nuestro tiempo, en el que al menos en los países latinos la laicidad del Estado y de las instituciones estatales es subrayada hasta el extremo de dejar fuera todo lo que tiene que ver con la Iglesia, cristianismo, fe, se dan relaciones de las que no puede quedar separado ese complejo que llamamos teología», consideró.
«De este modo se hace evidente que en este conjunto de nuestras realidades europeas, por más que bajo un cierto aspecto sean y tengan que ser laicas, el pensamiento cristiano con sus preguntas y respuestas está presente y las acompaña», dijo.
«La universidad y la sociedad, la humanidad, tienen necesidad de preguntas y también de respuestas» y «allí donde ya no se plantean preguntas, en particular las que afectan a lo esencial y van más allá de toda especialización, tampoco se reciben respuestas», observó.
«Sólo si planteamos interrogantes y si con nuestras preguntas somos radicales, tan radicales como tiene que ser la teología, más allá de toda especialización, podemos alcanzar respuestas a esas preguntas fundamentales que nos afectan a todos. Ante todo tenemos que plantear preguntas», reconoció.
«Pero, en el caso de la teologota, además de la valentía para presentar preguntas, se requiere también la humildad para escuchar las respuestas que nos da la fe cristiana, la humildad para percibir en estas respuestas su carácter razonable y para hacerlas de ese modo accesibles a nuestro tiempo y a nosotros mismos».
«De este modo, no sólo se edifica la universidad, sino que se ayuda a la humanidad a vivir», concluyó.