De la República Democrática del Congo el padre Janot, reafirmó «un compromiso para testimoniar y estar cercano al pueblo, para continuar siendo luz en su nación», como los sacerdotes que hoy están allí «enfrentándose al hambre, al Sida, la tuberculosis y a la violencia de cada día».
Por su parte el padre mexicano Emiliano Rosa, manifestó: «hoy he estado con el Papa y siento la fuerte unidad con mi presbiterio», pues espera que la próxima Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, «dé luces para la evangelización en el tema del discipulado».
«Es muy importante para mí estar aquí delante del Papa en nombre de mi nación», dijo el sacerdote Johannes, de Etiopía; mientras que Augustus, de la India, concluyó que para él era «una novedad renovar los votos delante al Santo Padre, pues debo regresar a mi país».
De Asia y Oceanía, varios sacerdotes manifestaron su preocupación por la evangelización de sus países, en donde la presencia de la Iglesia es aún pequeña.
Paolo Nguyen, de Vietnam espera que «un día los habitantes de mi país sean visitados por el Papa»; mientras que un sacerdote de Birmania, donde el 2% de la población es católica, confesó que «es la primera y tal vez la ultima vez que renuevo mis promesas ante el Papa».
Después de la homilía, su Santidad Benedicto XVI, invitó a los sacerdotes a renovar sus compromisos «con el vestido nuevo del amor» para ponerse al servicio de la Iglesia, en una sociedad que tiene hambre de Dios.
El padre Sebastián, de Bélgica reconoció la celebración como una «gran alegría, porque es la primera renovación mi ordenación», pues fue ordenado hace 7 meses .
«He venido con alegría; ahora hay mucho qué hacer, y esta renovación es una nueva fuerza, pues el ministerio no depende del sacerdote sino de la gracia de Dios, que es lo importante», dice un sacerdote, de Indonesia que ha estado estudiando dos años en Roma.
El Papa concluyó la celebración diciendo a los sacerdotes que «hemos querido renovar nuestro compromiso de vivir de manera siempre más digna la vocación recibida» y que los óleos han sido consagrados para que «a través de nuestro ministerio la gracia divina fluya en las almas, y aporte fuerza y vida».
El Papa bendijo a los sacerdotes y obispos presentes en la Basílica y fue acogido por estos con un caluroso aplauso, mientras tenía lugar la procesión de salida.