PARIS, lunes, 23 abril 2007 (ZENIT.org).- La Santa Sede está convencida de que una de las prioridades actuales para promover el auténtico desarrollo pasa por la promoción de la dignidad de la mujer.
Así lo explicó el 20 de abril monseñor Francesco Follo, observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO), al tomar la palabra ante su Consejo Ejecutivo sobre las estrategias que esta institución se plantea de 2008 a 2013.
El prelado presentó como prioridad para esa institución «la promoción real de la dignidad de las mujeres y de su participación responsable en la vida social, a todos los niveles».
El representante de la Santa Sede recordó que Benedicto XVI, en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz de 2007, ha mostrado la influencia que hoy día tienen las desigualdades entre hombres y mujeres en los conflictos sociales en todo el mundo.
«En el origen de frecuentes tensiones que amenazan la paz se encuentran seguramente muchas desigualdades injustas que, trágicamente, hay todavía en el mundo. Entre ellas son particularmente insidiosas, por un lado, las desigualdades en el acceso a bienes esenciales como la comida, el agua, la casa o la salud; por otro, las persistentes desigualdades entre hombre y mujer en el ejercicio de los derechos humanos fundamentales», denunciaba el pontífice.
Por eso, el representante del Papa añadió: «La insuficiente consideración de la condición femenina provoca también factores de inestabilidad en el orden social».
«No se puede caer en la ilusión de que la paz está asegurada mientras no se superen también estas formas de discriminación, que laceran la dignidad personal inscrita por el Creador en cada ser humano», añadió.
El prelado insistió en «el papel activo de la mujer en el desarrollo social». La Santa Sede, dijo, «reconoce su papel incomparable en la formación humana de la juventud y en el sistema macroeconómico, su apego a los valores humanos y morales que transmiten además a las nuevas generaciones, la protección de la vida, su atención por la paz y la solidaridad fraterna, el cuidado por las personas ancianas y enfermas, el cuidado de su familia e hijos, su sentido de interioridad».
«Gracias a las mujeres, cuya actividad con frecuencia humilde y escondida debe ser apoyada –aseguró–, la familia podrá ser mejor promovida como célula fundamental de la sociedad, los jóvenes aprenderán a integrarse mejor en los tejidos sociales, la paz será buscada más intensamente, el diálogo y las relaciones humanas se convertirán en factores de fraternidad y solidaridad».
En definitiva, dijo, «toda la sociedad se beneficiará de la vocación propia, de la acción y del genio femeninos».