EXPECTATIVAS Y ESPERANZAS DE LA IGLESIA EN GUATEMALA FRENTE A LA V CONFERENCIA
Hermanos y hermanas: que la gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén (Apocalipsis 22,21)
Vengo de un país que ha vivido la dura experiencia de más de 30 años de enfrentamiento armado interno con un saldo de más de doscientas mil personas muertas o desaparecidas (cfr. Guatemala, Memoria del silencio, tomo V, p. 21,1) , miles de refugiados en México y las otras nefastas consecuencias de la guerra entre las cuales debo mencionar la actual cultura de la muerte y de la violencia que cobra víctimas inocentes día tras día: de los años 2001 al año 2005: 23, 450 asesinatos, que han quedado en la impunidad total.
Pero Guatemala es también uno de los diez países de mayor desigualdad económica y social en el mundo entero. Somos el quinto país en el mundo con el más alto índice de desnutrición infantil crónica entre los niños de uno a cinco años de edad.
Desde la perspectiva religiosa 95 por ciento de los guatemaltecos se considera cristiano, sea católico o no católico, y desde la Iglesia católica enfrentamos un proselitismo agresivo y estratégicamente bien planeado de las así llamadas «denominaciones evangélicas», que hace años, con el plan llamado «nuevo Amanecer» se propusieron convertir al cristianismo la población guatemalteca en un cincuenta por ciento al final del siglo veinte.
En Guatemala se ha desarrollado agresivamente lo que podríamos llamar «el supermercado de lo religioso» que incluye menús diferentes y sugestivos, relativizando la singularidad de Nuestro Señor Jesucristo y teniendo como efecto inmediato una relativización en el compromiso de fe.
Pero somos también una tierra regada por la sangre de cristianos, testigos de la fe, los mejores evangelizadores que dieron su vida por seguir al Señor Jesús. Aprovecho la ocasión para pedir a la Presidencia la autorización para repartir en la Asamblea el libro «Testigos de la Fe».
Somos doce millones de habitantes de los cuales 60 por ciento son indígenas, pertenecientes a diversas etnias, la mayoría de los cuales mantienen su cultura, su lengua, su cosmovisión, su religión.
En este contexto, así someramente descrito el motivo de nuestra reflexión en esta quinta asamblea, para nosotros es sumamente cuestionante y como humildes discípulos de Jesús, le decimos:» Señor, queremos escuchar tu Palabra, queremos discernir la realidad que estamos viviendo desde tu corazón compasivo y amoroso, queremos ser dóciles al Espíritu Santo, obedientes a tu Padre».
En este camino de discernimiento como discípulos y misioneros de Jesucristo, cuáles son las tendencias que descubrimos no solamente en Guatemala sino en América en general?
1. Hay un avance proselitista de las así llamadas «sectas» evangélicas, aunque para muchas de ellas el nombre no les gusta pues sus miembros se consideran verdaderos seguidores del Señor. Son comunidades de creyentes en el evangelio influídos grandemente por un espíritu pentecostalista y una práctica espectacular de la religión.
Delante de este problema las preguntas vienen espontáneas: por qué tienen éxito, al menos numéricamente? Por qué los católicos dejan lo más por lo menos? Cuál será el futuro? ¿Estamos delante de un verdadero discipulado de Jesús cuando las estadísticas son más de muerte que de vida?
Algunos hechos básicos ayudan a encontrar una respuesta: aunque el número de vocaciones sacerdotales , gracias a los esfuerzos de una pastoral vocacional consistente ha crecido, sufrimos todavía de una gran escasez de sacerdotes. Qué atención pastoral puede dar un sacerdote a 40,000 fieles? El Papa nos ha dicho: «el encuentro con Cristo en la Eucaristía suscita el compromiso de la evangelización» y también ¨los primeros promotores del discipulado y de la misión son los sacerdotes». Pero qué alternativa podemos ofrecer cuando hay comunidades que apenas pueden tener la celebración de la Eucaristía una vez cada tres meses por la distancia y en muchísimas ocasiones la celebración se hace con rapidez pues el sacerdote tiene a su cargo un número excesivo de comunidades que atender, o sencillamente el sacerdote no vive su condición de servidor de la comunidad, acercándose con amor de pastor a la gente. Esto tiene que ver con el tema de la formación sacerdotal en los tiempos actuales.
Si las parroquias son tan grandes, «cómo lograr conocer realmente a Cristo, para poder seguirlo y vivir con El, para encontrar la vida en El y para comunicar esta vida a los demás, a la sociedad, y al mundo?»Cuál es la mejor experiencia comunitaria que tenemos en América Latina de educación al pueblo en la lectura y meditación de la Palabra de Dios y que ella se convierta en su alimento para que por propia experiencia vean que las palabras de Jesús son Espíritu y Vida?»( Benedicto XVI, discurso inaugural).
2. Hay en el continente un proceso de empobrecimiento creciente, y América Central es víctima de ello .Para todos es obvio que una de las causas de este proceso es la desigualdad en la distribución de la riqueza. El Santo Padre nos llamaba la atención sobre el hecho » que la globalización comporta el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo. ….La economía liberal de algunos países latinoamericanos ha de tener presente la equidad pues siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez más por una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales» (ibid.) Es la situación de la destrucción de los recursos naturales y del irrespeto al habitat natural de las poblaciones, de las actividades extractivas de metales como el oro o la plata, de actividades económicas en las que la persona humana queda en segundo o tercer lugar delante de las ganancias . Como Pastores que somos discípulos , al constatar que la distancia entre pobres y ricos crece y que ello es fruto de la idolatría del placer y del dinero, nos afianzamos en la base fundamental puesta por el Santo Padre cuando con firmeza ha dicho «que la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros»( ibid) y si aún tuvieramos dudas para comprometernos en la práctica de esta opción nos ha recordado » que la evangelización ha ido siempre unida a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana» y «que con la vida divina se desarrolla también en plenitud la existencia humana, en su dimensión personal, familiar, social y cultural»( ibid.). Nuestro compromiso pastoral está en contribuir a un orden justo en la sociedad colaborando en la creación de estructuras justas.
3. En este respecto podríamos reflexionar en esta Conferencia, cómo a la mitad del plazo establecido , los 189 países que en el año 2000 se comprometieron a alcanzar las metas del milenio, entre las cuales está la erradicación de la pobreza, apenas si han avanzado un poco y por ello es significativa la carta que el Papa envió a la canciller alemana Angela Merckel el 8 de Junio y publicada en abril recordando el compromiso del grupo de los 8 países más ricos del mundo de erradicar la pobreza. Si el sucesor de Pedro toma estas iniciativas podremos nosotros quedarnos atrás? ¿Cómo podemos lograr ser abogados de la justicia y de los pobres: porque queremos ser santos prolongando el amor de Cristo a lo largo de la historia especialmente hacia los más necesitados y excluídos. (ver Ecclesia in America)
No podemos olvidar que uno de los efectos dañinos de la pobreza es el aumento de las migraciones, con sus pro y sus contra, fenómeno humano que nos interpela y no puede dejarnos dormir tranquilos.
4. Una última tendencia: Los pueblos indígenas del continente, a la par que buscan afianzarse en su identidad y reinvindicar sus derechos
sufren las consecuencias del liberalismo económico de diferentes modos. Estos pueblos con sus valores son una contribución para abrir posibilidades de un mejor futuro a la humanidad entera. Ellos en su perspectiva religiosa integral involucran a Dios en todas las realidades humanas y esperan de la Iglesia católica una actitud de amor profundo, de respeto, de valoración y reconocimiento de lo que son. Los procesos de una verdadera inculturación del evangelio y el desarrollo de una reflexión teológica desde sus realizaciones culturales concretas, en el entendido que «Cristo , siendo realmente el Logos encarnado, el amor hasta el extremo , no es ajeno a cultura alguna » ( ibid) no son ni por asomo un intento de volver a dar vida a las religiones precolombinas, «separándolas de Cristo y de la Iglesia universal» (ibid) esperan de nosotros dedicación, responsabilidad, pero sobre todo un vivo amor pastoral.
Termino mi intervención haciéndome una pregunta: ¿cómo cumpliremos del mejor modo posible nuestra responsabilidad delante de Dios , del pueblo de Dios que pone su esperanza en nosotros y delante de nosotros mismos? ¿qué tenemos qué hacer para mantener vivo el dinamismo espiritual y pastoral suscitado desde Río de Janeiro, sin olvidar el encuentro providencial de la Asamblea especial para América?
Alvaro Ramazzini Imeri
Obispo de san Marcos,
Presidente de la Conferencia episcopal de Guatemala.