APARECIDA, jueves, 17 mayo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de monseñor Fernando Sáenz Lacalle, presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador, pronunciada en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, pronunciada el 15 de mayo.
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Eminentísimos señores Cardenales. Hermanos en el Episcopado. Queridos sacerdotes. Religiosos, religiosas. Observadores.
1.- En el trabajo pastoral que estamos realizando en El Salvador, coincidimos fundamentalmente con las opciones pastorales que el Papa Juan Papa Juan Pablo II nos propuso en la exhortación apostólica “Novo Milennio Ineunte”.
2.- Este documento representa un gran tesoro para la Iglesia. Podemos considerar dos aspectos: su visión pastoral que se expresa en las siete prioridades pastorales y su visión socio-político-económica que se resume en la frase “apostar por la caridad.”
3.- El objetivo general de nuestro plan viene así expresado: “Hacer de la Iglesia que peregrina en El Salvador, una comunidad de discípulos y misioneros, que haga presente el Reino de Cristo en la sociedad para transformarla y que ofrezca a todas las personas los medios para alcanzar la salvación eterna.”
4.- Queremos con este objetivo asumir las prioridades que el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II había planteado con tanta intuición y fe al inicio del nuevo milenio.
5.- En primer lugar y sobre todo, la santidad. El Santo Padre puso énfasis en la conversión personal, fruto de la gracia de Dios y obra de la redención. Redimir el mundo supone, en primera instancia, redimir la persona. Mi querido y recordado predecesor Monseñor Oscar Arnulfo Romero lo afirmó en una homilía un mes antes de su muerte sacrificial: “no gritemos solo cambios de estructuras porque de nada sirven las estructuras nuevas cuando no hay hombres nuevos que manejen y vivan esas estructuras.” (Homilía del 17 de febrero de 1980)
6.- Juan Pablo II nos habló del arte de la oración. Supuestamente esa es nuestra tarea principal como líderes del pueblo de Dios. La oración es necesaria para vivir en comunión con Dios. ¡Cuántos problemas nos aquejan porque no oramos como debemos! ¿Quién no siente que nuestra crisis de vocaciones sacerdotales no es también consecuencia de la crisis de oración? Monseñor Romero preguntaba: “¿Cómo es posible que los hombres podamos vivir sin orar?” (Homilía 13 de agosto 1978). Esta pregunta nos interpela hoy más que nunca. ¿Cómo podemos ser líderes sin oración?
7.- Una tercera prioridad pastoral, es la participación activa y consciente en la Eucaristía dominical. Su Santidad Benedicto XVI enfatiza esta prioridad. Es sorprendente y decepcionante que muchos católicos prescindan de la cumbre y fuente de la vida cristiana. Para ellos no es una prioridad. Incluso gente supuestamente “convertida” de comunidades y movimientos, falta con frecuencia a la Misa dominical. Es necesario insistir en la importancia del de las obligaciones que supone y de la gracia abundante que nos procura.
8.- La Eucaristía nos exige perseverancia y ésta implica un proceso de conversión. La conversión requiere el apoyo de la gracia sacramental de la Penitencia. Juan Pablo II lo expresó así: “Deseo pedir además una renovada valentía para (…) proponer de manera convincente y eficaz la práctica del Sacramento de la Reconciliación.” (NM #37). Los obispos de la Conferencia Episcopal de El Salvador piden explícitamente a los sacerdotes que den mayor oportunidad a los fieles, especialmente a los niños y jóvenes, para acceder a la gracia de este sacramento tan importante para lograr la reconciliación social, en un pueblo dividido por una guerra reciente.
Tenemos que recordar que la obra en que estamos involucrados, es del Señor. No son nuestras capacidades, sino la gracia de Dios, lo que nos va a salvar, siempre que prestemos la colaboración necesaria.
9.- La escucha de la Palabra es la sexta prioridad; la séptima es el anuncio. De hecho se puede decir que el camino trazado en las siete prioridades empieza esta última.
10.- Hans Urs van Baltasar, señala que toda palabra tiene que ver con la Palabra. Toda la Escritura trata de la Palabra, Hijo Único del Padre, Dios y Hombre Verdadero, que se encarnó y sufrió por nosotros. El contacto con la palabra escrita es necesario para entrar en comunión con Jesucristo.
11.- La formación de los presbíteros en el estudio de la Sagrada Escritura es primordial; pero también es esencial el conocimiento y uso de la Biblia por parte de los fieles. Esto es más importante que nunca en la actual situación en la que tantos malinterpretan y confunden el mensaje de la Biblia. Las sectas y los protestantes fundamentalistas están ganando adeptos entre los católicos que tienen poca formación bíblica. Hay un hambre de la Palabra de Dios que no estamos satisfaciendo y que requiere la combinación de estudio del texto con la meditación del mismo. La Lectio divina es practicada por más fieles actualmente que nunca en la historia de nuestra Iglesia en El Salvador. Todos, incluso los obispos tenemos que incorporar en nuestra espiritualidad la escucha de la palabra para que nuestro anuncio de la misma tenga integridad y resonancia testimonial.
12.- Los obispos de El Salvador, estamos conscientes de la necesidad de: “Impulsar procesos de Formación de Agentes de Pastoral en cada parroquia y/o vicaría que sean integrales, sistemáticos, permanentes, con énfasis en la Doctrina Social de la Iglesia, para que bajo su inspiración transformemos la realidad en la que vivimos.”
Este objetivo responde a las prioridades pastorales de “Novo Milennio Ineunte” y también a la necesidad de dar testimonio del amor de Cristo en el mundo. Dios nos llama a ser testigos del amor.
13.- El apostar por la caridad, al que se refería Juan Pablo II, ha tenido un eco espléndido en la enseñanza de Su Santidad Benedicto XVI. Él nos ha recordado el servicio de la caridad que incumbe a la Iglesia, como parte de su vida y que impulsa a la Evangelización, a la Catequesis y a la vida litúrgica.
Enfocar la caridad como tarea inexcusable de la Iglesia, aclara e ilumina nuestro compromiso por la justicia social. El trabajo por la justicia presupone el amor. La Iglesia no puede trabajar por la justicia sin el amor. Por eso no podemos apoyar procesos de confrontación en nuestras sociedades tan divididas. Nuestra voz tiene que ser una voz de paz y de reconciliación. Sin ignorar los grandes problemas y la miseria en que viven tantos salvadoreños, hermanos nuestros, tenemos que ofrecer un modelo de compromiso ajeno a la lucha de clases e inspirado en la caridad.
14.- Tenemos que trabajar mucho más por la unidad. Es una urgente necesidad en nuestra sociedad tan conflictiva. La unidad es el mensaje de nuestro Padre Dios, es el ideal de la salvación que nos promete Jesucristo, y es el fruto del Espíritu Santo.
15.- Tenemos un gran ejemplo en la Virgen María amada tan entrañablemente por nuestros pueblos. A los pies de la Virgen de Concepción, venerada en Aparecida, pedimos a Dios imitar la virtud de María que en su tierno amor maternal nos hace a todos nosotros sentirnos hermanos en este continente. Somos sus hijos y hemos de suplicarle que Ella nos mantenga unidos en la tarea tan importante que la Iglesia nos ha encomendado: “ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengamos vida”.