Intervención del cardenal Darío Castrillón en Aparecida

Presidente de la Comisión Pontificia «Ecclesia Dei»

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APARECIDA, jueves, 17 mayo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención del cardenal Darío Castrillón, presidente de la Comisión Pontificia «Ecclesia Dei», pronunciada este miércoles en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

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Queridos y venerados hermanos:

Me permito presentar un breve informe sobre la Pontificia Comisión Ecclesia Dei y sobre el estado de la realidad pastoral que el Santo Padre ha puesto bajo su competencia.
Esta Comisión fue instituida por el Siervo de Dios Juan Pablo II en 1988, cuando un grupo notable de sacerdotes, religiosos y fieles que habían manifestado su descontento con la reforma litúrgica conciliar y se habían congregado bajo el liderazgo del Arzobispo francés Marcel Lefebvre, se separaron de éste porque no estuvieron de acuerdo con la acción cismática de la ordenación de Obispos sin el debido mandato pontificio. Ellos, entonces, prefirieron mantener la plena unión con la Iglesia. El Santo Padre, mediante el Motu Proprio «Ecclesia Dei Adflicta», confió a esta Comisión el cuidado pastoral de estos fieles tradicionalistas.

Hoy la actividad de la Comisión no se limita al servicio de aquellos fieles que en tal oportunidad quisieron mantenerse en plena comunión con la Iglesia, ni a los esfuerzos encaminados a poner fin a la dolorosa situación cismática y a lograr el regreso de estos hermanos de la fraternidad San Pío X a la plena comunión. Por voluntad del Santo Padre, este Dicasterio extiende, además, su servicio a satisfacer las justas aspiraciones de cuantos por una sensibilidad particular, sin haber tenido vínculos con los dos grupos anotados, desean mantener viva la liturgia latina anterior en la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos.

Sin duda alguna, el empeño más importante, que concierne a toda la Iglesia, es la búsqueda de poner fin a la acción cismática y reconstruir, sin ambigüedades la plena comunión. El Santo Padre, que fue durante algunos años miembro de esta Comisión, quiere que ella se convierta en un organismo de la Santa Sede con la finalidad propia y distinta de conservar y mantener el valor de la liturgia latina tradicional. Pero se debe afirmar con toda claridad que no se trata de un volver atrás, de un regreso a los tiempos anteriores a la reforma de 1970. Se trata en cambio de una oferta generosa del Vicario de Cristo que, como expresión de su voluntad pastoral, quiere poner a disposición de la Iglesia todos los tesoros de la liturgia latina que durante siglos ha nutrido la vida espiritual de tantas generaciones de fieles católicos. El Santo Padre quiere conservar los inmensos tesoros espirituales, culturales y estéticos ligados a la liturgia antigua. La recuperación de esta riqueza se une a la no menos preciosa de la liturgia actual de la Iglesia.

Por estas razones el Santo Padre tiene la intención de extender a toda la Iglesia latina la posibilidad de celebrar la Santa Misa y los Sacramentos según los libros litúrgicos promulgados por el Beato Juan XXIII en 1962. Por esta liturgia, que nunca fue abolida, y que, como hemos dicho, es considerada un tesoro, existe hoy un nuevo y renovado interés y, también por esta razón el Santo Padre piensa que ha llegado el tiempo de facilitar, como lo había querido la primera Comisión Cardenalicia en 1986, el acceso a esta liturgia haciendo de ella una forma extraordinaria del único rito Romano.

Hay algunas buenas experiencias de comunidades de vida religiosa o apostólica erigidas por la Santa Sede recientemente que celebran en paz y serenidad esta liturgia. En torno a ellas se congregan asambleas de fieles que frecuentan estas celebraciones con alegría y gratitud. Las erecciones más recientes son el Instituto de San Felipe Neri en Berlín, que funciona como un Oratorio y se ha hecho presente también, con buena acogida, en la Diócesis de Tréveris; el Instituto del Buen Pastor de Burdeos que reúne sacerdotes, seminaristas y fieles, algunos salidos de la Fraternidad San Pío X. Están muy adelantados los trámites para el reconocimiento de una comunidad contemplativa, el Oasis de Jesús Sacerdote, de Barcelona.

En América Latina, como es bien conocido, debemos agradecer al Señor por el regreso de toda una Diócesis, la de Campos, antes lefevriana que ahora, después de cinco años, presenta buenos frutos. Ha sido un retorno pacífico y los fieles que se han inscrito en la Administración Apostólica, están contentos de poder vivir en paz en sus comunidades parroquiales; más aún, en efecto algunas diócesis brasileñas han hecho contactos con la Administración Apostólica de Campos que ha puesto a su disposición sacerdotes para la cura pastoral de los fieles tradicionalistas en sus iglesias locales. El proyecto del Santo Padre ha sido ya parcialmente probado en Campos donde la cohabitación pacífica de las dos formas del único rito romano en la Iglesia es una bella realidad. Tenemos la esperanza de que tal modelo produzca buenos frutos, también en otros lugares de la Iglesia donde viven juntos fieles católicos con sensibilidades litúrgicas diversas. Y esperamos, además, que tal modo de vivir juntos atraiga también aquellos tradicionalistas que todavía están lejos.

Los miembros actuales de la Comisión son los señores cardenales Julián Herranz, Jean-Pierre Ricard, William Joseph Levada, Antonio Cañizares, e Franc Rodé. Son consultores los Subsecretarios de algunos Dicasterios.

Hasta ahora han estado bajo Ecclesia Dei varias comunidades dispersas por el mundo. 300 sacerdotes, 79 religiosos, 300 religiosas, 200 seminaristas y varias centenas de miles de fieles. Curiosamente aumenta el interés de los jóvenes en Francia, Estados Unidos, Brasil, Italia, Escandinavia, Australia y China. En el momento del regreso, de Campos han pasado 50 sacerdotes, unos cincuenta seminaristas, 100 religiosas y 25.000 fieles.

Hoy el grupo de los lefevrianos consta de 4 Obispos que fueron ordenados por Mons. Lefebvre, de 500 sacerdotes y 600.000 fieles. Al grupo se unieron igualmente varios monasterios contemplativos y algunos grupos religiosos masculinos y femeninos, tienen parroquias (los llaman prioratos), seminarios y asociaciones. Están presentes en 26 países.

Pidamos al Señor que este proyecto del Santo Padre pueda realizarse pronto para la unidad de la Iglesia.

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ZENIT Staff

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