APARECIDA, viernes, 18 mayo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de monseñor William S. Skylstad, obispo de Spokane, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, pronunciada en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
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Queridos hermanos en el Episcopado Latinoamericano, queridos hermanas y hermanos en Cristo, reciban un cordial saludo de parte de todos los Obispos de la Conferencia de los Estados Unidos. Para mis hermanos Obispos de la delegación de los Estados Unidos y este servidor es un honor poder participar de esta V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, y ser beneficiario de este caudal de gracia que estaremos recibiendo durante estas tres semanas de oración estudio y compromiso. Queremos ser solidarios en la tarea evangelizadora de todo este continente.
Como no recordar con espíritu de profundo agradecimiento la colaboración y cercanía que ha habido entre nuestros pueblos a lo largo de nuestra historia. En muchos momentos claves hemos hecho de nuestro Continente, Una América, Una Iglesia como nos lo recordaría el Siervo de Dios Juan Pablo II. Muchas de nuestras primeras parroquias y algunas catedrales de los Estados Unidos fueron construidas con la ayuda solidaria proveniente de países como México, Cuba y Argentina.
En 1965, durante la última sesión del Concilio Vaticano II, los Obispos de los Estados Unidos aprobaron realizar, a través de sus Obispos, una colecta anual nacional para brindar ayuda económica a proyectos pastorales de la Iglesia en América Latina y del Caribe. El Comité presta ayuda a proyectos de la Iglesia especialmente aquellos relacionados con la aplicación de las conclusiones del Concilio Vaticano II, de la Segunda Asamblea General de Obispos Latinoamericanos en Medellín, Colombia y de la III Asamblea General de Obispos Latinoamericanos en Puebla, México. Se da prioridad especial a los programas pastorales y a proyectos que proporcionen a la Iglesia en América Latina una base para planificar sus acciones eficazmente. De igual modo estará al servicio de las iniciativas y prioridades que surjan de nuestra Conferencia en Aparecida.
En el 2003, los obispos de Estados Unidos y México aprobaron la histórica declaración “Juntos en el camino de la Esperanza”, en la cual ambos episcopados se juntaron para examinar el impacto de la migración en la vida social, política y espiritual de los dos países. Alentados por el llamado del Santo Padre a una «Nueva Evangelización» y una mayor unidad entre los católicos de este hemisferio, los obispos ofrecieron una guía detallada a todos los que hacen ministerio con inmigrantes, y pasos concretos para mejorar las experiencias pastorales. La declaración ofrece también a las dos naciones recomendaciones de política para respetar la dignidad del inmigrante.
Desde el 2004, hemos colaborado con el CELAM en el proyecto de la traducción de la Biblia de la Iglesia en América, por el cual la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos se ha comprometido a financiar durante los próximos 10 años – usando los fondos de la colecta para la Iglesia en América Latina – la preparación de una Biblia para el uso pastoral y a la vez litúrgico en todo el Continente Americano.
Juntos con los Obispos de Latinoamérica los Obispos de los Estados Unidos comparte la preocupación pastoral por los jóvenes. En junio de 2006 se llevo a cabo en la Universidad de Notre Dame el primer encuentro para jóvenes latinos. Este encuentro manifestó el vigor y calidad de la fe católica que los jóvenes emigrantes han traído a este país. Nos dio gusto que una delegación del CELAM nos honró con su acompañamiento.
En estos momentos estamos preocupados por la reforma migratoria que esta bajo consideración en el congreso de los Estados Unidos. Les pido sus oraciones mientras seguimos luchando por una reforma migratoria amplia y justa que respete la dignidad del ser humano y promueva la integridad de la familia migrante.
Recordando las palabras del Santo Padre, Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado, cito: “Queridos amigos, la realidad de las migraciones no se ha de ver nunca sólo como un problema, sino también y sobre todo como un gran recurso para el camino de la humanidad” . La gran movilidad de los pueblos está entretejiéndonos como una sola tela de fe, rica en su diversidad de cultura. Ellos que van buscando caminos de esperanza y vida exigen a sus pastores que estemos en una comunión fraterna y comprometida para tener una respuesta solidaria con ellos.