Informe de la Conferencia Episcopal de Bolivia en Aparecida

Presentado por el cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSSR,

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APARECIDA, miércoles, 23 mayo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el informe que presentó a la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, el cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSSR, en nombre de la Conferencia Episcopal de Bolivia, de la que es presidente.
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Gracias por el privilegio de poder decirles una palabra sobre mi país y la Iglesia en Bolivia.

En Bolivia estamos viviendo cambios profundos, unos nos invitan a mirar la marcha con esperanza y confianza y otros nos preocupan y suscitan interrogantes y dudas.
El ciclo del dominio del liberalismo económico que nunca pudo obtener resultados palpables, llegó a su fin en diciembre del 2005.

El actual Presidente alcanzó una votación jamás lograda en los años de vigencia democrática: irrumpen así, en la conducción del país, los indígenas, campesinos y sectores sociales casi siempre relegados y olvidados.

En su discurso programático anunció cambios radicales en lo social y político. Deseaba así terminar con la exclusión histórica de los pueblos originarios y crear un Estado social-comunitario.

Para ello, entre otras medidas, impulsó la Asamblea Constituyente para refundar a Bolivia con una nueva Constitución, promulgó la Ley Tierra y Territorio Productivo, en favor de indígenas y campesinos, y la Ley contra la corrupción e impunidad. También se empeñó en la recuperación de la propiedad y comercialización del gas y los recursos naturales para reafirmar el sentido de soberanía nacional y lograr mejores ganancias. Esto indudablemente beneficia al país.

En general este inicio causó gozo y esperanza en unos, sufrimientos y desilusiones en otros. A un poco más de un año de este proceso, se constata en diversos sectores sociales y regiones un cierto apresuramiento para exigir los beneficios económicos profusamente publicitados, multiplicando de esta manera presiones y conflictos.

A esto se añade el despertar de un indigenismo sobre todo andino, desconocedor del fuerte mestizaje boliviano. Se suscitan posturas revanchistas, la incitación a las confrontaciones y hasta se habla de resistencias armadas.

Esta polarización y el centralismo estatal que debilita el ideal autonómico de las regiones, paralizan al país incidiendo fuertemente en la Asamblea Constituyente y alejando la posibilidad de contar con una nueva constitución dentro de los términos propuestos.

A pesar de la puesta en vigencia de la ley que impulsa la transparencia y de los mejores ingresos por la venta del gas, no ha disminuido la pobreza ni estamos libres de signos de corrupción y de división. La pura retórica no mejora la calidad de vida del pueblo en general y por eso no cesa la emigración masiva de tantos bolivianos en busca de días mejores..

Además suscita temores la atención, muy llamativa por parecer desinteresada, que manifiestan algunos dignatarios de este continente por lo que pasa en Bolivia. Nadie desearía salir de una dependencia foránea para caer en otra.

Se propaga el discurso de “descolonizar a Bolivia” y se señala a la Iglesia ser co-autora del colonialismo. Esto es evidente en la nueva visión de país que se propugna, una muestra clara es la nueva ley educativa estatista y laicista.

En este punto la Iglesia en Bolivia no defiende privilegios, sino el derecho a la libertad religiosa para seguir anunciando el Evangelio de la vida.

En esta situación nosotros pastores debemos responder a la perplejidad y los temores que expresan los creyentes. No deseamos evasiones ni cómplices neutralidades, tampoco compromisos ciegos o fundamentalistas.

Sabemos que la Verdad nos hará libres.

Haremos nuestra toda obra que defienda y beneficie a la dignidad del hombre aún a costa de las incomprensiones que siempre provoca el Evangelio de Jesús. Lo haremos dando testimonio de nuestra fe con valentía, denunciando proféticamente todo lo que atenta contra la vida y la persona humana.

Por ello es preciso:

– Mirar la realidad con una metodología que permita ver, juzgar y actuar como auténticos discípulos y misioneros de Jesús.

– Profundizar y realzar los contenidos del mensaje evangélico que atañen al concepto de persona, de vida humana y de libertad.

– Promover un estudio para detectar las raíces culturales, filosóficas e ideológicas de los fenómenos socio-políticos en acto, para no caer en ingenuidades.

Los Obispos en Bolivia también esperamos luces de esta Vª Conferencia que reafirmen y orienten las respuestas pastorales a los desafíos que nos plantea el mundo de hoy:

– Que se señale la urgencia de la formación de discípulos y misioneros con identidad católica, en particular los laicos para un compromiso más decidido en la transformación de las realidades temporales de acuerdo al plan de Dios, con esmerada atención a los temas de la vida y la familia.

– Particular preferencia y atención merecen los jóvenes, que, desde una espiritualidad profundamente anclada en Cristo, tomen conciencia que nuestros pueblos e Iglesias estarán muy pronto bajo su responsabilidad.

– Que se apoyen y reaviven con mayor fuerza las CEBs, primera célula eclesial, dinamizadora de la vida en la parroquia, para que esta sea verdadera Comunidad de Comunidades.

– Que se retome el tema formación de sacerdotes que responda a las necesidades actuales de nuestras Iglesias, y también reflexionar acerca de la escasez de los presbíteros que impide la participación en la Celebración dominical de la Eucaristía de tantos bautizados.

– Que se indiquen líneas de una verdadera inculturación de la fe, ante la emergencia de los pueblos indígenas y su actitud cuestionadora hacia la Iglesia.

– Que se profundice en las relaciones con otras Iglesias cristianas en base a un ecumenismo claro y sano, y tomando conciencia del dinamismo de las mismas.
Miremos con mirada nueva a todos los que profesan la fe en Cristo. Lejos de nosotros las actitudes de condenación, de exclusión o de sentimientos de reconquista de espacios perdidos. El diálogo y la cercanía fraternal nos permitirán caminar juntos, rumbo a la unidad de la Iglesia.

He compartido con Uds. hermanos Obispos, nuestras preocupaciones por lo que estamos viviendo en Bolivia, porque sabemos que esta problemática se está imponiendo en otros países del Continente, porque sentimos su interés y solidaridad fraterna y porque juntos podemos comprender mejor esta realidad compleja y sobre todo para que ofrezcamos unas palabras alentadoras y orientadoras a nuestros pueblos.

Que todos seamos auténticos “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en él tengan vida”.

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ZENIT Staff

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