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Habría deseado que esta presentación fuera hecha por un laico. Tenemos entre nosotros dos fundadores que con mucha razón podrían hablar, pero se me ha pedido leerles este texto fruto del trabajo común de los participantes de movimientos eclesiales en esta Conferencia de Aparecida, para así expresar que antes que la especificidad de estados de vida existe la experiencia del encuentro con un carisma concreto que hace familiar la persona de Jesucristo.
Los movimientos eclesiales son una manifestación de la rica y plural fecundidad del Espíritu. No son una realidad uniforme, sino un variado conjunto de diversas formas de vida y apostolado en la unidad y comunión de la Iglesia. En ellas sus integrantes aspiran a tomar en serio su vocación a la santidad. En su experiencia los movimientos están al servicio de la Iglesia toda.
Sobre el tema central nos parece importante destacar que el discípulo nace por una atracción, por el poder del Espíritu que irrumpe y transforma la vida de los seres humanos, manifestándose en el testimonio de personas tocadas por el misterio, por una adhesión amorosa al Señor Jesús, creando el sujeto de la nueva evangelización. Para crecer en el discipulado, la doctrina es importante, pero no es suficiente, se hacen necesarios caminos pedagógicos probados, un método, un itinerario educativo que conduzcan a una adhesión al Señor. El misionero es un discípulo que comunica con “ parresia ” la vida nueva en Cristo que recibió como don. La misión, antes que ser un conjunto de iniciativas, es el anuncio y la comunicación de esa vida.
La acción del Espíritu enciende el corazón y bajo su impulso la vida se vuelca en obras de evangelización y promoción humana. En Latinoamérica no existe movimiento eclesial que no tenga un intenso compromiso social desde el Evangelio. Ante la gran misión evangelizadora del Continente los integrantes de los movimientos eclesiales y nuevas comunidades vibran por anunciar más a Jesús y sus enseñanzas, y por construir una sociedad más justa y reconciliada, siguiendo las huellas de la Virgen María , la primera y más perfecta discípula y misionera.