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El 21 de mayo del año 2000, en el marco del jubileo de la Encarnación, SS Juan Pablo II canonizó 25 mártires mexicanos: San Cristóbal Magallanes y Compañeros. Fueron 22 sacerdotes del área rural que no abandonaron a sus ovejas, sino que siguieron pastoreándolas con la palabra de Dios y los sacramentos: ¡Este fue su crimen! Y tres laicos jóvenes comprometidos en el apostolado.
Hoy se celebra su fiesta.
En su carta de preparación para el Gran Jubileo de la Encarnación, Juan Pablo II nos recordó que el siglo XX ha sido siglo de mártires, y nos exhortó a no olvidar su memoria (Tertio Millennio Adveniente 37).
Me parece conveniente hacer una mención a su ejemplo de fidelidad a Cristo. Ante el secularismo creciente, ante un mundo ajeno y hostil, nuestra voz será contradicha.
Sobre todo en el tema de la familia y La Vida, requerimos la “parresia” apostólica, que anuncia con Valor y que antepone el mandamiento de Dios al de los hombres.
En el tema central de la misión no puede faltar el acento del valor del Testigo. El testimonio en una manera evangélica de hablar de la misión: “Recibiréis el Espíritu Santo y seréis mis testigos”.
No es lo mismo profesor que Testigo, el profesor enseña algún contenido intelectual sin comprometerse con él. El testigo en cambio se compromete con lo que testifica y con todas sus consecuencias.
Sí, tenemos que enseñar todo lo que el Señor nos dijo, pero haciéndolo vida nuestra y comprometiendo nuestra vida. Somos “Maestros-Testigos”.
El Mártir es el mejor discípulo porque va con Cristo hasta la Cruz y es el misionero más creíble porque sella con su sangre lo que anuncia.