Así lo explicó este martes el primado de España al participar en el Congreso «Cristianismo y Secularización. Retos para la Iglesia y para Europa», organizado por la Universidad Europea de Roma, de la Congregación de los Legionarios de
Cristo, en colaboración con el Centro Nacional de Investigación (CNR).
En el acto también participó el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado.
En su intervención, el cardenal Cañizares advirtió de que, igual que sucedió con el socialismo real, Europa podría «resquebrajarse» si pervierte los valores que la fundaron, si «subordina la moral a las necesidades del sistema y a sus promesas de futuro», en cuya raíz está «la devaluación y la ruptura de la relación entre la fe y la razón».
Este camino, dijo, podría llevar a la «quiebra de la humanidad» y a la «verdadera ruina que es la desolación de los espíritus, la destrucción de la conciencia moral».
Respecto al la pretensión de reducir la fe y lo cristiano sólo a la interioridad o al espacio de lo privado, Cañizares afirmó que «es encaminar Europa a la disgregación y condenarla a dejar de hacer su propia historia».
Por tanto, señaló, es decisivo para el futuro de Europa y de los europeos «recordar y exigir que la dignidad humana preceda cualquier acción y decisión política».
Cañizares recordó que Europa, «es cuna y morada de las ideas de persona, verdad y libertad, de la dignidad humana», y que garantizar el futuro y la construcción de una Europa que sea «casa común» «depende de la salvaguarda de aquella dignidad, y de la existencia conforme a ella».
«Exiliar a Dios es exiliar a la razón», advirtió, pues aunque el hombre pueda excluir a Dios, no lo podrá hacer «sin que tenga graves consecuencias para el hombre». Por el contrario, «afirmar a Dios es afirmar al hombre».
La propuesta del arzobispo primado de España es un «cambio cultural que obstaculice el hundimiento y la derrota de aquello que es humano, y la íntima fractura de la sociedad», un cambio que garantice la convivencia entre los hombres, y cuya clave de futuro es «superar la fractura entre la razón y la fe».
Recurriendo en varias ocasiones al pensamiento de Benedicto XVI, a su discurso en Ratisbona y a la encíclica «Deus Caritas est», el cardenal apuntó que «la garantía de toda convivencia y acuerdo entre los hombres consiste en el actuar según la razón, lo que ocurre en la medida en que se actúa en conformidad a la naturaleza de Dios».
Un mundo que reconoce a Dios como el centro de la historia y de la existencia no es un rebajamiento del hombre sino «una actitud que lo conduce al nivel más alto de su condición humana y reclama el crecimiento de la razón».
Pero un mundo secularizado, «más propenso a olvidar a Dios que a reconocerlo», «en el que Dios es reducido al silencio», es un mundo «más propenso al pragmatismo que a la esperanza, al egoísmo más que al amor, al cálculo más que a la generosidad».