CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 30 mayo 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI propuso este miércoles la «no violencia» como regla de vida para el cristiano, manifestación del triunfo del Espíritu.
Llegó a esta conclusión en la audiencia general en la que presentó la figura de Tertuliano, literato, filósofo, teólogo y apologista, nacido en Cartago, actual Túnez, a mediados del siglo II.
En su meditación, ofrecida a 32 mil peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa hizo actual el pensamiento del primer literato cristiano de la historia en latín, que se había convertido a causa del testimonio de los mártires de las persecuciones romanas.
Su obra, recordó el Papa, «explica y defiende las enseñanzas y las costumbres de los cristianos; presenta las diferencias entre la nueva religión y las principales corrientes filosóficas de la época; manifiesta el triunfo del Espíritu, que opone a la violencia de los perseguidores la sangre, el sufrimiento y la paciencia de los mártires».
«Por más que sea refinada, vuestra crueldad no sirve de nada: es más, para nuestra comunidad constituye una invitación», escribía el autor africano.
«Después de cada uno de vuestros golpes de hacha, nos hacemos más numerosos: ¡la sangre de los cristianos es semilla eficaz!», añadía con una frase que pasaría a la historia.
«Al final –constató el Papa–, vencen el martirio y el sufrimiento y son más eficaces que la crueldad y la violencia de los regímenes totalitarios».
«El cristiano no puede odiar ni siquiera a sus propios enemigos», decía Tertuliano. Con esta frase, el Obispo de Roma volvió a presentar la «consecuencia moral ineludible de la opción de fe que propone la «no violencia» como regla de vida»
«Y no es posible dejar de ver la dramática actualidad de esta enseñanza, a la luz del encendido debate sobre las religiones», añadió el pontífice.
El Santo Padre recordó que, a causa de su rigorismo, Tertuliano se fue separando paulatinamente de la comunión de la Iglesia hasta pasar a formar parte de la secta del montanismo.
Pretendía de los cristianos «en toda circunstancia, y sobre todo en las persecuciones, un comportamiento heroico».
«Rígido en sus posiciones, no ahorraba duras críticas y acabó inevitablemente aislándose». «Esta gran personalidad moral e intelectual, este hombre que ha dado una contribución tan grande al pensamiento cristiano, me hace reflexionar mucho», confesó el Papa.
«Se ve que al final le falta la sencillez, la humildad para integrarse en la Iglesia, para aceptar sus debilidades, para ser tolerante con los demás y consigo mismo», reconoció.
«La característica esencial de un gran teólogo es la humildad para estar con la Iglesia, para aceptar sus propias debilidades, pues sólo Dios es totalmente santo. Nosotros, sin embargo, siempre tenemos necesidad de perdón», concluyó.
Con esta meditación, Benedicto XVI continuó con la serie de intervenciones sobre las grandes personalidades de la Iglesia antigua, que había interrumpido a causa de su viaje apostólico en Brasil.