CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 11 julio 2007 (ZENIT.org).- «La Iglesia no está retrocediendo en su empeño ecuménico», pero «es fundamental para cualquier tipo de diálogo que los participantes sean claros sobre su propia identidad», recuerda el subsecretario de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe.
El dicasterio acaba de recordar la fidelidad a una enseñanza conciliar «esencial” con la publicación, el martes, del documento titulado «Respuestas a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia», acompañado de un Comentario oficial.
El breve texto aclara lo que el Concilio Vaticano II quiere decir cuando afirma que la Iglesia fundada por Cristo “subsiste en la Iglesia Católica”.
En esta entrevista concedida en inglés a «Radio Vaticana», el sacerdote dominico estadounidense Joseph Augustine Di Noia vuelve sobre aspectos clave de las «Respuestas» del dicasterio del que es subsecretario.
–¿Puede subrayar los puntos principales que afronta el documento?
–Padre Di Noia: Realmente hay dos puntos principales, y luego algunos menores.
El punto principal es afrontar la cuestión de si el Concilio Vaticano II cambió la doctrina de la Iglesia sobre la naturaleza de la Iglesia misma, y este documento trata de aclarar este tema para decir no; hubo un desarrollo, una profundización, pero definitivamente no el tipo de cambio en el sentido de alterar el modo en el que pensamos sobre la Iglesia.
La cuestión -fundamental- es cómo interpretar la expresión del Concilio Vaticano II (“Lumen Gentium”, párrafo 8): “La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica”. Es este “subsiste” el que ha causado una enorme cantidad de interrogantes, y estamos tratando de afrontar esto.
Brevemente, el tema es que en lugar de decir que la Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica, el “subsiste” se utiliza para decir lo mismo […] a fin de dejar claro que a través de toda la historia, y en el presente, no estamos en la situación de tener una Iglesia imperfecta que todavía no ha llegado a ser la Iglesia de Cristo, sino que la plenitud de lo que Cristo quería que la Iglesia fuera, la estableció en la Iglesia Católica.
Luego, por supuesto, los otros puntos son para explicar cómo otras Iglesias y comunidades eclesiales se relacionan con esto; el Concilio Vaticano II no quiso excluir la posibilidad de que había de hecho elementos de vida eclesial -sacramentos válidos o medios de gracia-. Quiero decir que la Iglesia/comunidades eclesiales que leen las Escrituras, con fe, tienen un cierto elemento de lo que Cristo quería que fuera la Iglesia.
–¿Por qué se decidió publicar este documento ahora?
–Padre Di Noia: Se trata de una pregunta importante.
Supongo que tiene que ver con la reacción a un anterior documento, la famosa declaración “Dominus Iesus” que se hizo pública, si usted recuerda, en 2000.
Recuerdo que cuando estaba trabajando para la Conferencia episcopal de los Estados Unidos, y recibimos antes copias de este documento, y se me pidió preparar a los obispos para la “Dominus Iesus”, dije: bien, no hay absolutamente nada nuevo aquí, de manera que los obispos no tendrán problemas con ella. Pero como usted sabe la reacción a “Dominus Iesus” fue extremadamente, digamos, contestataria. Quiero decir que fue un documento muy difícil.
Lo que vimos fue que la gente […] no comprendía que no simplemente teníamos que hablar de Cristo como el salvador universal, sino de que la Iglesia era el medio principal por el que la gracia de Cristo podía ser comunicada al mundo, y esto, si usted lo recuerda, creó la mayor parte de la controversia, ciertamente ecuménicamente.
De manera que esto fue de algún modo un despertador. Dije que la “Dominus Iesus” era un despertador, que 30 años después del Vaticano II, la gente parecía haber olvidado algo esencial que enseñó el Concilio. Y a partir de ese momento los cardenales miembros de la Congregación, y también otras personas, obispos, etcétera, suscitaban cuestiones sobre esto; la Congregación decidió proceder a una clarificación.
El documento se llama “Respuestas a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia”. Es un punto muy concreto, es un documento relativamente corto, como sabe, y el comentario anexo, por tanto es un preciso conjunto de respuestas a las cuestiones que se suscitaron.
–¿Cómo se relaciona este nuevo documento con documentos anteriores sobre la naturaleza de la Iglesia y el ecumenismo?
–Padre Di Noia: La respuesta, las respuestas realmente, porque hay dos, no añaden nada a la anterior enseñanza del Magisterio, pero realmente quiere recordar y hacer más preciso el auténtico significado de las diversas expresiones doctrinales usadas para hablar sobre la Iglesia en el pasado magisterio.
Es un punto muy importante, esencialmente es lo que reafirma el documento, el que –experiencialmente–, cuando usted vaya a una Iglesia Católica y participe allí en una comunidad, con la Misa, el sacramento de la penitencia, bautismo y confirmación, y todo lo demás que se realiza en ella, usted encontrará todo lo que Cristo quería que la Iglesia fuera.
E incluso aunque hay divisiones en la Cristiandad, esto no significa que la Iglesia no exista perfectamente. No es que tengamos que reparar o sanar las divisiones, tenemos que buscar la unidad que Cristo deseó entre todas las diferentes comunidades cristianas, pero el hecho de que no todas las Iglesia estén en comunión con la Sede de Pedro no significa que la Iglesia esté herida en el sentido de que no existe ya en su integridad.
–¿Cómo puede este documento ayudar al diálogo ecuménico?
–Padre Di Noia: El empeño de la Iglesia Católica en el diálogo ecuménico es, como el mismo Benedicto XVI dijo, y ciertamente el Papa Juan Pablo II dijo también frecuentemente, “irrenunciable”.
Es decir, la Iglesia no está retrocediendo en su empeño ecuménico. Como usted sabe, es fundamental para cualquier tipo de diálogo que los participantes sean claros sobre su propia identidad, es decir, el diálogo no puede ser una ocasión para acomodar o suavizar lo que usted actualmente comprende sobre lo que usted es, para lograr una especie de falso sentido de consenso.
Es una condición fundamental del diálogo realmente que los participantes sean claros sobre lo que es su propia identidad de manera que, en cierto sentido están siendo sinceros; vienen a la mesa con un expresión clara de lo que comprenden que ellos mismos son.