BRUSELAS, miércoles, 11 julio 2007 (ZENIT.org).- El desarrollo, para ser auténtico, debe ser integral, recordó el martes el arzobispo Agostino Marchetto en representación de la Santa Sede en el Forum Global sobre Migración y Desarrollo.
El secretario del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes intervino en este Forum (9-11 de julio, Bruselas, Bélgica) subrayando que el desarrollo “debe ser de cada persona y de toda la persona, es decir integral”, porque en el centro hay siempre personas humanas, “dotadas de una dignidad innata y de iguales e inalienables derechos”.
“En la medida en que las exigencias morales, culturales, espirituales y religiosas de los individuos y de las comunidades no se respeten, el bienestar material resultará insatisfactorio”, observó el prelado -al frente de la Delegación de la Santa Sede-.
Objetivo de este encuentro, en el que participan cerca de 800 delegados de más de 140 países, es el de crear una plataforma para el intercambio de habilidades y experiencias capaces de leer el impacto positivo de las migraciones en el desarrollo, e identificar enfoques y métodos para reforzar la cooperación entre los diversos actores implicados.
En este marco, dijo el arzobispo Marchetto, las migraciones son una llamada sobre todo al “derecho a vivir en paz y dignidad en el propio país”, de manera que “los países de origen tiene la grave responsabilidad de procurar aumentar el propio desarrollo para que los propios ciudadanos no se vean obligados a dejar la patria en busca de una vida digna en otra parte”.
Es esencial, por ejemplo, el apoyo a la familia del emigrante -que se queda en la patria-, y en consecuencia “las familias no deben ser dispersadas y debilitadas, dejando a sus integrantes en un estado de vulnerabilidad, en especial a las mujeres y los niños”.
“Desde otra perspectiva, la migración es también causada por el requerimiento, en los países industrializados, de los servicios de los inmigrantes, un hecho ligado a la globalización”, reconoció.
Por esto, los inmigrantes, contribuyendo “al bienestar del país de acogida y, también en razón de su dignidad humana, deben ser respetados y ver garantizadas sus libertades”.
También los inmigrantes que se encuentran en situación irregular, deben ver sus derechos “protegidos y no ignorados ni violados”.
“El estatus de inmigrante irregular, en efecto, no significa criminalidad –comentó-. La solución es una mejor cooperación internacional, que desaliente la clandestinidad con aumento de canales legales para la migración”.
Pero, al mismo tiempo, precisó el prelado, “los inmigrantes tienen el deber de respetar la identidad y las leyes del país de residencia, de luchar por una justa integración (no asimilación) en la sociedad de acogida y aprender su lengua”.
Por último, el arzobispo Marchetto lanzó un llamamiento -a aquellos gobiernos que faltan- a ratificar la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migrantes y de los Miembros de sus Familias, en vigor desde julio de 2003 (37 países lo han hecho ya, mientras que 15 la han firmado).