El encuentro de obispos y sacerdotes, presidido por el cardenal Lubomyr Husar, arzobispo de Kiev, se celebra en el santuario de Nuestra Señora de Czestochowa, hasta el 6 de octubre.

La Iglesia greco-católica ucraniana es una de las iglesias orientales católicas autónomas en plena comunión con la Iglesia católica.

Los prelados se están centrando en temas tales como evangelización, formación sacerdotal y ministerio para los jóvenes.

El día de apertura se dedicó a la oración en retiro y seguirán varios días de reuniones y deliberación.

El calendario del encuentro incluye un viaje a Washington, donde será conferido el doctorado «honoris causa» por la Universidad Católica de América al cardenal Husar.

Los asistentes visitarán también el Centro Cultural Juan Pablo II, la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción y celebrarán la Divina Liturgia en el Santuario Ucranio Católico Nacional de la Sagrada Familia.

Los ucranianos recibieron la fe cristiana por medio de misioneros bizantinos, y sus iglesias dependían originalmente del Patriarcado de Constantinopla. En 988 el príncipe de Kiev, Vladimiro Sviatoslavych, proclamó la religión cristiana como religión oficial en todas las tierras del territorio ucranio. Ese mismo año, el pueblo fue bautizado a orillas del río Dnipró según el rito bizantino.

En 1054, cuando se produce el cisma entre la Santa Sede de Roma y la de Constantinopla, si bien los bizantinos rompen su comunión eclesial con Roma, los cristianos de Kiev permanecen en unión con ella. Desde entonces, se dieron cristianos de rito oriental, como los ortodoxos, que sin embargo mantenían su unión con el Papa.

En 1439, el metropolita Isidoro de Kiev asistió al concilio de Florencia y acordó un acta de unión entre católicos y ortodoxos. Sin embargo, la jerarquía ortodoxa de Moscú se opuso. Surgió así en Ucrania un plan de rusificación, que impuso la incorporación de cristianos ucranianos al Patriarcado Ortodoxo de Moscú.

Tras la segunda guerra mundial y tras la anexión de Ucrania a la Unión Soviética, la Iglesia greco-católica sufrió una de las peores persecuciones de la historia: en abril de 1945 todos sus obispos fueron arrestados y sentenciados a trabajos forzados.

Comenzó así un éxodo de greco-católicos ucranianos, muchos de los cuales encontraron refugio en los Estados Unidos, motivo por el cual sus comunidades son numerosas en ese país hasta el punto de haberse convocado un Sínodo.

El metropolita Joseph Slipyj, cabeza de la Iglesia, fue enviado a prisión en Siberia. Fue puesto en libertad en 1963 y exiliado a Roma. En ese mismo año le fue dado el título de arzobispo mayor de los ucranianos de Leópolis, y en 1965 fue hecho cardenal. Falleció en 1984.

En 1989, acercándose la caída del comunismo, a los católicos ucranianos se les concedió el derecho de registrarse ante el Gobierno. Con el apoyo de las autoridades locales, los ucranianos católicos gradualmente tomaron posesión de algunas de sus antiguas parroquias. Todo esto fue el preludio de un fuerte resurgimiento del catolicismo en la región.

En la actualidad, esta Iglesia cuenta en Ucrania con 3240 comunidades parroquiales, 78 monasterios, 755 escuelas dominicales, 12 instituciones educativas, 2721 iglesias (y se están construyendo otras 306), 16 obispos, 1976 sacerdotes, 590 monjes, 729 monjas y 1298 seminaristas.