LA PAZ, martes, 4 septiembre 2007 (ZENIT.org).-La Iglesia de Bolivia ha expresado su deseo de impulsar el proceso para que uno de sus miembros más señalados y también más humildes llegue a ser modelo de santidad universal, el venerable y siervo de Dios, Tito Yupanqui. Un amerindio de sangre real que recuerda en su actitud humilde y perseverante, y el amor a María, a otro gran santo americano, San Juan Diego.

Francisco Tito Yupanqui, escultor de la imagen de la Virgen de Copacabana, goza ya de gran popularidad y simpatía en el país.

A principios de este año, la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano, dió la autorización para iniciar el proceso.

«La Iglesia Católica está animada a que podamos encontrar el primer santo boliviano y por eso está reconociendo algunas virtudes del que es ahora el venerable y siervo de Dios, Francisco Tito Yupanqui, autor de la imagen de la Virgen de Copacabana», declaró el pasado 1 de septiembre el padre Carmelo Galdos, miembro de la comisión que sigue el proceso.
Por su parte, René Vargas, guardián del Santuario de Copacabana, al anunciar el inicio del proceso, indicó que queda mucho camino por recorrer pero que los pasos serán firmes y adecuados.

«Este un proceso que se esta poniendo en marcha y tiene el aval del obispo de El Alto y se ha conformado la primera comisión que es la comisión histórica quien irá investigando todo lo que tiene que ver con la persona de Tito Yupanqui; de manera que tiene fundamental importancia el trabajo de esta comisión siendo la primera que se ha conformado» señaló el padre Vargas.

En cuanto al proceso de beatificación, explicó que tiene muchas etapas: «Nosotros poco a poco debemos ir superando estas etapas y respondiendo a los requerimientos que la Santa Sede haga», subrayó.

El libro de firmas es otra iniciativa que pretende poner en conocimiento de las personas el proceso iniciado.

«Sabemos que la devoción a la Virgen de Copacabana es incuestionable, hay mucha gente que llega al santuario desde lugares muy distantes a rendirle homenaje, dar gracias o hacer peticiones, pero Francisco Tito Yupanqui está por detrás como un desconocido, es por eso que nosotros pretendemos que él también sea conocido y apreciado, queremos también poner de manifiesto que la santidad no es algo que solamente a determinadas personas se les viene como una gracia sino es una vocación de todos los cristianos e incluso de personas que no son cristianas», señaló el padre René Vargas.

Yupanqui nació en Copacabana entre los años 1551-1552; era el cuarto hijo de Tola Yupanqui (Tola) y de María Yupanqui, ambos descendientes del Inca Huayna Cápac.

Convertidos al cristianismo, su padre lo bautizó con el nombre de Francisco. Según Fray Antonio de la Calancha --cuya investigación sobre Yupanqui se publica en el boletín «La Voz del Santuario de Copacabana»--, Yupanqui fue un «devoto iluminado, de quien se vale Dios para realizar un milagro».

Hasta la fecha no hay ninguna persona natural de Bolivia, nacida en su territorio, que haya sido reconocido santo por la Iglesia Católica.

Yupanqui viajó a Potosí para aprender las técnicas de pintura y tallado de esculturas, siendo probablemente su maestro Diego de Ortiz.

Tomó tal decisión porque según narra la tradición –explica Cristóbal Serna Sánchez, en «Tiempo, Espacio e Historia de Copacabana»--, hizo votos para labrar una estatua de la imagen de la Virgen María a fin de que sus hermanos copacabaneños se convirtiesen al cristianismo. Él no conocía cómo labrar una escultura, de modo que pedía inspiración constante a la Virgen.

Un día, dice la tradición, vió en su cuarto una luz vivísima en medio de la que había una mujer con aspecto muy dulce y tenía un niño con la cabecita apoyada en el seno de la mujer. Yupanqui pensó que la Virgen María se le había aparecido mostrándole cómo quería que fuera su imagen, de modo que resolvió esculpirla él mismo. Hizo una de barro al principio, pero era demasiado tosca e imperfecta. Esa fue la razón por la que decidió trasladarse a Potosí y convertirse en aprendiz de escultor, entregándose febrilmente a su labor.

Tras varias pruebas, por fin logró esculpir una escultura que le satisfacía. Junto con el cacique de Copacabana, Alonso Viracocha Inka, viajaron a Charcas para obtener los permisos que les permitieran fundar la cofradía de Copacabana.

Al presentar copias en lienzo de la imagen, lo único que recibió fue rechazo y burla, pero no se desanimó. En los trámites para conseguir los permisos, fue mejorando su trabajo, y lo trasladó a La Paz.

Estaba en Ayo Ayo cuando la imagen sin querer, fue quebrada por el corregidor de Larecaja, quien al enterarse de la historia de Yupanqui, se postró ante esta imagen.

Al llegar a La Paz, Yupanqui se enteró de que se estaba construyendo un retablo en el convento de San Francisco. Le ofreció al maestro que estaba a cargo de la obra, ser su doméstico a cambio de que le enseñara el oficio y le contó su misión. El maestro vió la imagen quebrada, pero animó a Yupanqui a perseverar.

Un tiempo después, el permiso para fundar la cofradía fue concedido y la imagen terminada.
La población de Copacabana se encontró dividida en dos posiciones: los Urinsayas que apoyaban que el patrono de la población fuera san Sebastián, y los Aransayas, que querían que fuera entronizada la Virgen de la Candelaria (Urinsayas y Anansayas representan la dualidad del mundo andino, que siempre tiene dos partes opuestas pero complementarias).
Ante el problema, se aconsejó vender la imagen pero ésta durante las noches, lanzaba destellos luminosos. Pronto, Calamarca, Guaqui y Achacachi deseaban conseguir la imagen para sí.

El corregidor de Achacachi y Copacabana, finalmente se reunió con el líder de los Urinsayas Diego Churatupa, y acordaron llevar la imagen a Copacabana.

Sin embargo, por un tiempo, ésta se quedó en Tuquina, hasta que finalmente fue trasladada a Copacabana, donde fue recibida en medio de una gran multitud.