Las leyes progresistas en Bioética son las que no «banalizan» la vida humana

Habla el sacerdote y jurista Luis González Morán

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OVIEDO, sábado, 15 septiembre 2007 (ZENIT.orgVeritas).- El sacerdote y jurista Luis González Morán ha dedicado 15 años a la preparación de su último libro «De la Bioética al Bioderecho: libertad, vida y muerte» (Editorial Dykinson), cuya primera edición ya está agotada.

Experto en Bioética y Derecho (el autor es miembro de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia de Comillas y catedrático jubilado de Derecho Civil de la Facultad de Derecho de Oviedo), González Morán habló con Veritas del interés actual por estas disciplinas.

–¿A qué atribuye el éxito de su libro «De la Bioética al Bioderecho: libertad, vida y muerte»?

–Luis González Morán: Si a un tema inquietante le junta la actualidad, producen una gran curiosidad en la gente.

–¿Cree que su libro es accesible para cualquier lector?

–Luis González Morán: Un manual de instrucciones es que se lean el primero y segundo capítulo; el primero es de Bióética y el segundo al Bioderecho; y a partir de ahí, como son temas distintos: la libertad, el aborto, el suicidio, la eutanasia, la reproducción asistida, etc., cada uno lo puede leer según la necesidad del momento, las noticias periodísticas, o el problema que tenga…

Yo estoy dando este curso en León y le digo a la gente: «no lo lean seguido», cuando tengan que hablar, o preparar una catequesis, o una conferencia, o lo que sea, sobre el tema, cojan y léanlo. No se puede pegar un atracón sino leerlo de acuerdo con los aspectos parciales que se vayan presentando en cada momento.

–¿El Derecho tiene tiempo para ir sentando jurisprudencia en temas de tanta actualidad?

–Luis González Morán: Hay un problema muy grave, en el que hay que tener en cuenta tres elementos fundamentales: los avances científicos (que son verdaderamente rapidísimos); los avances morales (que son más lentos); y los jurídicos (que son más pausados todavía). Entonces, el problema que se plantea es que a la velocidad del rayo de las ciencias responde la lentitud de la posición moral y sobre todo de la jurídica.

La verdad es que el legislador debe ser, por principio, prudente, y debe esperar a que las cosas vayan macerando. En este tipo de cosas, los avances médicos han sorprendido tal vez al Derecho, que no tenía quizá herramientas conceptuales preparadas. Ahora está superado, pero históricamente ha habido una especie de lentitud y los cuerpos legislativos han sido reacios a legislar sobre estos temas.

Incluso las Constituciones, que establecen los grandes principios generales, de libertad, de intimidad, integridad, etc. pero por ejemplo las cuestiones bioéticas no aparecen en las Constituciones, quizá aparezcan más adelante, pero inicialmente no aparecían. Han tenido que ser aplicados los grandes principios constitucionales para sacar de ahí las consecuencias.

–Pero se empiezan a plantear muchos problemas y hay que resolver casos concretos… ¿Cómo afrontan los textos legales en España la protección del no nacido, la eutanasia, etc.?

–Luis González Morán: La Ley 41/2002, conocida vulgarmente con el nombre de Ley de derechos y deberes del paciente, es una Ley muy importante, porque ya ha convertido en Ley lo que era jurisprudencia previamente; es decir, por ejemplo, el tema del consentimiento informado, la información adecuada al paciente, que había sido desarrollado.

Los Tribunales, aplicando los principios generales del Derecho y los principios constitucionales habían ido extrayendo conclusiones para los casos concretos, pero la Ley 41/2002, afortunadamente, convierte en Ley lo que venía siendo ya una especie de consenso establecido, y a partir de ahí ya hay como un terreno firme, por ejemplo, en tema de consentimiento, en tema de historia clínica, en tema de información, quién tiene que consentir cuando la persona está incapacitada o es menor de edad, etc.

Desde el punto de vista penal, el Código Penal (CP) del 95 ha ido abordando temas relacionados con éstos, por ejemplo, la eutanasia como tal término no aparece en el CP, sino que el CP en el artículo 143 trata el tema de la participación en el suicidio de otro, y va estableciendo distintos grados; el último vendría a ser el que se llama «la eutanasia».

Se sabe que en este momento, aunque no se diga de frente, se está trabajando en la despenalización, en el sentido de alguien que ayuda o provoca la muerte a alguien que tiene dolores tremendos o está en una fase terminal de enfermedad, etc.; hay un «clamorcillo», incluso a veces inducido, para que eso se despenalice y sea considerado como una acción lícita amparada por el ordenamiento jurídico.

Aquí hay otro problema importante, sobre todo para mí como sacerdote y creyente, una especie de gran debate social sobre estas cuestiones. Los temas que afectan a la condición de ciudadano, y en nuestro caso de creyentes, son cuestiones fronterizas de una gran controversia y conflictividad, porque las razones que puede invocar un creyente para oponerse al suicidio no son las mimas que opone la moral que podríamos llamar cívica ordinaria o ciudadana, porque el creyente entiende que la vida es un don de Dios. El no creyente no tiene ésta última responsabilidad ante Dios, por ello las valoraciones y las motivaciones no son coincidentes. Entonces, el problema de llevar estos temas a las leyes tiene que crear esa especie de consenso mínimo en el cual estemos de acuerdo todos los ciudadanos, seamos o no creyentes.

-¿Ese consenso podría darlo la Ley natural?

–Luis González Morán: El término Ley natural es combatido, pero la realidad es esa, hay un núcleo duro de la naturaleza humana común a todo el mundo, si se llama Ley natural, bien llamado sea y si no se llama es igual. Yo creo en ella. Ese es el núcleo duro de deberes, de derechos, que tendría que crear una especie de tierra firme común para todos.

A partir de ahí se podría hablar de la famosa distinción, que ya es común en la sociedad, entre la moral de mínimos y la moral de máximos. La moral de mínimos es el umbral en el que tendría de estar de acuerdo toda la sociedad. Los grandes pensadores cristianos, y éticos como Adela Cortina, han insistido en crear una moral de mínimos en la que estemos todos de acuerdo; y luego, a partir de ahí, cada uno según sus convicciones y creencias, irá elevando el nivel de exigencia, pero a partir de una zona común en que pueda crearse la convivencia entre todas las gentes.

–Volviendo a casos concretos no puedo dejar de preguntarle por la reciente noticia surgida en Londres sobre la posibilidad de crear híbridos de animal y hombre. ¿El Derecho tiene alguna respuesta para estas cuestiones o la Ciencia una vez más va por delante?

–Luis González Morán: Evidentemente la Ciencia va por delante, precisamente esta posibilidad, en el ordenamiento español está prohibida. Hubo una especie de permisión anterior en la primera Ley de Reproducción Asistida, pero la última no la contempla.

En mi opinión, la permisión de estas prácticas es expresión de un desprecio y una banalización de la vida humana impresionante; si se permiten hacer estas cosas con la finalidad de la investigación, se parte de que la vida humana es absolutamente banal.

Lo estamos viendo: la última legislación española es, según mi criterio, muy poco respetuosa con la vida humana, me refiero sobre todo a la Ley de reproducción asistida de mayo de 2006.

–¿Por qué ha incluido las palabras libertad, vida y muerte en el título de este libro?

–Luis González Morán: Parto de la base –muy extendida entre filósofos y juristas– de que el verdadero derecho del hombre es el derecho a la libertad, que Dios ha dado al hombre fun
damentalmente.

Yo hablo de libertad, refiriéndome al campo concreto de la bioética, llevándolo al campo llamado del testamento vital, instrucciones previas, últimas voluntades, etc., en el sentido de que el hombre es quien decide, de acuerdo con sus convicciones y su conciencia, su destino. Frente a la medicina «paternalista» y frente a un principio reconocido en la Ley que es el de la autonomía de la voluntad, el médico le propone las soluciones que la ciencia propicia y el paciente decide, pero es el paciente quien decide y el médico quién propone, en ese sentido yo hablo de la libertad.

Luego la vida, porque una parte importante del libro está dedicado al estudio de la vida en una doble versión: vida emergente, la vida que nace; y la vida que decae al final de la existencia; el respeto a la vida. La vida germinal, inicial, el tratamiento a esta vida (y se tratan aquí los temas de aborto, de manipulación del feto, de lesiones del feto, la reproducción asistida, etc.).

En el tema de la frontera vida-muerte, hago un estudio sobre una cuestión muy debatida ahora, que es el tema de la «disponibilidad» de la vida. Para mucha gente el suicidio es un acto lícito, y además un acto que responde a un derecho fundamental porque el hombre es dueño de su vida.

Para los cristianos esto, evidentemente, no es así, nosotros no somos dueños de la vida, según el Magisterio, el dueño de la vida es Dios y Dios da la vida como un don, con lo cual el hombre es administrador. Este planteamiento es válido para un creyente, pero un no creyente tendría que tener otro tipo de argumentos para decirlo.

De hecho, el Catecismo de la Iglesia Católica recoge una doctrina propuesta por santo Tomás, que a su vez la coge de Aristóteles, y son los tres grandes argumentos contra el suicidio: el suicidio es una deserción individual, porque es un ataque a la propia vida, al instinto de conservación, etc.; es un ataque social, porque somos miembros de una comunidad, y dentro de ella tenemos derechos y deberes, estamos inmersos en una red de relaciones; y es un atentado religioso contra Dios, porque supone hacer uso de una manera dominical, señorial, de algo que no es tuyo.

Luego, en la última parte, de la muerte, sería fundamentalmente el planteamiento de cara a la eutanasia, que no viene nombrada con tal nombre en el Código Penal, en el artículo 143, que habla de la participación en el suicidio de los demás. La Iglesia ha manifestado con una rotundidad tremenda que el hombre no puede atentar contra ningún tipo de vida, porque no es dueño de la vida, ni es el quien gobierna la vida.

Por cierto, convendría insistir en que el Magisterio de la Iglesia es muy lúcido, porque de vez en cuando se nos presenta como si fuéramos un hatajo de tribus al son del «tan-tan», y es mentira, las argumentaciones son muy sólidas, con un gran conocimiento de tipo antropológico, biológico, y por supuesto teológico.

–En este sentido, algunas Leyes con las que la Iglesia se muestra crítica, como la de reproducción asistida, se venden como progresistas ¿Cree como jurista que lo son?

–Luis González Morán: Habría que distinguir, la Ley 41/2002 creo que sí, porque es una Ley madura, elaborada después de mucho conocimiento y de mucho consenso: han sido oídos las magistraturas, jueces, abogados, médicos, psicólogos, etc.

En cuanto a las demás leyes no soy tan optimista, mi visión como jurista es que estas leyes instrumentalizan la vida humana. Desde el momento en que la vida humana se puede convertir en materia de investigación pura y dura para obtener unos presuntos beneficios –reales o no, esto no voy a discutirlo–, hay una renuncia fundamental a lo que es el derecho básico, que es vivir.

Incluso estas leyes nuestras intentan ser «más avanzadas» que otras muchas leyes de nuestro entorno. No las aplaudiría, porque aquellas leyes que degradan la vida humana (porque la manipula o utiliza la vida humana) no son en absoluto progresistas, digan lo que quieran.

–¿Quiere añadir algo?

–Luis González Morán: Hay que decir a la gente, sobre todo a los creyentes, a quienes está dirigido especialmente el libro –porque además recojo la doctrina de la Iglesia en muchos puntos– que hay que estudiar, que hay que formarse, no vale con aquello de «aquí me dejó mi abuela, aquí me encontrará cuando vuelva».

Hay que trabajar, hay que estudiar, hay que leer los documentos de la
Iglesia, hay que leer las leyes del Estado, hay que reflexionar sobre los temas, porque sino, estamos dando respuestas a preguntas que nadie nos hace ya; y a las preguntas que nos hacen, no damos respuesta.

El Magisterio, que es muy sólido y muy serio, debe ser contemplado con los elementos de tipo científico, humano, etc.

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ZENIT Staff

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