CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 12 noviembre 2007 (ZENIT.org).- El terrorismo, cualquiera que sea su origen, mina los fundamentos sociales, ha subrayado este lunes Benedicto XVI al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Indonesia ante la Santa Sede.
El país, de 210 millones de habitantes, tiene el número más elevado de población musulmana del mundo.
Actualmente una de las «amenazas más graves» para el «ideal de unidad nacional» que persigue «es el fenómeno del terrorismo internacional», constató el Santo Padre en su discurso al diplomático Suprapto Martosetomo.
El Papa compartió con aprecio la afirmación –de parte del nuevo embajador— de la postura del gobierno indonesio, que condena la violencia terrorista sea cual sea su pretexto, pues es una «ofensa criminal que, por su desprecio a la vida humana y a la libertad, mina todo fundamento de la sociedad».
«Este es particularmente el caso cuando se invoca el santo nombre de Dios como justificación para tales actos», deploró Benedicto XVI.
Y recordó la postura de la Iglesia, que en todo nivel «condena inequívocamente la manipulación de la religión por fines políticos, a la vez que apremia la aplicación del derecho humanitario internacional en todo aspecto en la lucha contra el terrorismo».
En su alocución al Papa, el embajador Martosetomo aludió al compromiso de Indonesia de impulsar políticas que marquen avances en la democracia y la armonía social.
Esta determinación –apuntó Benedicto XVI– «reclama sacrificio, esfuerzos decididos para discernir y promover el bien común, y la cooperación de todos los grupos políticos y sociales».
En cualquier caso es «indispensable para superar las fuerzas de polarización y conflicto, llevando adelante la renovación de la vida política y consolidando un orden democrático justo en el pleno respeto de los derechos de cada individuo y comunidad», recalcó.
«La historia de la Indonesia moderna» «es una historia de gobiernos autoritarios», se lee en «L’Osservatore Romano» –en su edición italiana del 12-13 de noviembre de 2007— en un artículo de comentario sobre la realidad del país asiático, a propósito de la audiencia papal al nuevo embajador.
Es la experiencia indonesia «desde el Ejecutivo guiado por Ahmed Sukarno, líder nacionalista anti-occidental, a la dictadura militar del general Suharto»; en camino, desde 1998, «hacia la democracia pluralista», el pueblo eligió hace tres años, después de la reforma constitucional, al actual jefe de Estado, Susilo Bambang Yudhoyono.
Como voz oficiosa de la Santa Sede, «L’Osservatore Romano» recoge, de la alocución del nuevo embajador, los cambios que en la última década ha emprendido el gobierno indonesio, llevando a cabo reformas necesarias en el ámbito económico, político, social y jurídico.
«Entre los desafíos que Indonesia debe afrontar está el del terrorismo», recalca el diario; «duro golpe para el país» fueron, en 2002, los atentados de Bali, «haciendo pender sobre él la amenaza constante de la inestabilidad y de la inseguridad».
Y «en el discurso al embajador, Benedicto XVI subraya que en el momento presente el fenómeno del terrorismo constituye una de las amenazas más graves al «querido ideal» de la unidad nacional», destaca.
En la lucha este flagelo hay que reconocer notables éxitos del gobierno de Indonesia, pero –recuerda «L’Osservatore Romano»– su territorio «está amenazado por distintos grupos armados islámicos, algunos de naturaleza terrorista, más o menos vinculados a Al Qaeda» –como la «Jemaah Islamiya»; «otros de origen estrictamente local, como la «Laskar Jihiad» y el «Front Pembela Islam»».
Casado y padre de dos hijos, el nuevo embajador de Indonesia ante la Santa Sede, Suprapto Martosetomo tiene 53 años. Nació en Banyuwangi. Estudió Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Gajah Mada de Yogyakarta. Emprendió la carrera diplomática en 1982, ejerciendo, entre otras responsabilidades, la de cónsul general en Pakistán y jefe de asuntos económicos en su embajada en Gran Bretaña, además de diversos cargos ministeriales en su país.
Por Marta Lago