GUANTÁNAMO, lunes, 25 febrero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció este domingo el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, al inaugurar este domingo el obispado de Guantánamo-Baracoa:
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Querido Señor Obispo de Guantánamo-Baracoa;
Queridos Hermanos en el Episcopado;
Honorables Autoridades Civiles;
Estimados sacerdotes, religiosos y fieles todos en el Señor:
Como muy bien ha recordado Su Excelencia, Mons. Wilfredo Pino, el 24 de enero de 1998, el Papa Juan Pablo II, al terminar la Misa que celebró en Santiago de Cuba, anunció la creación de una nueva Diócesis, la de Guantánamo-Baracoa. Hoy, diez años después, tenemos la dicha de inaugurar esta sede del Obispado, iniciada por Mons. Carlos Jesús Baladrón Valdés, y que ha contado con la colaboración y la ayuda de tantas personas e instituciones civiles y eclesiales, a las que agradecemos su esfuerzo, al mismo tiempo que manifestamos nuestro reconocimiento a los constructores de la misma por el estupendo trabajo realizado.
En aquella ocasión, el venerado Papa animó a todos los sacerdotes y fieles «a edificar, como piedras vivas en torno a su pastor, esta Iglesia particular» (Homilía en Santiago de Cuba, 24-I-1998). Desde entonces, esta joven Comunidad Diocesana de Guantánamo-Baracoa ha ido creciendo y consolidándose cada vez más, y un paso importante son estas instalaciones que vamos a inaugurar. De alguna manera, podríamos decir que ellas representan como un fruto visible, así como un recuerdo perenne de ese llamado que el Santo Padre les hizo a empeñarse en la construcción del edificio espiritual que es la Iglesia. Ciertamente, los medios materiales son muy necesarios y, sin ellos, sería muy difícil poder llevar a cabo de modo adecuado cualquier labor pastoral o de evangelización. Pero, aún siendo cierto esto, estamos también plenamente convencidos de que lo más importante para nosotros, la realidad verdaderamente determinante, es la presencia del Señor Jesús en medio de su Iglesia. Él es nuestro tesoro, nuestra riqueza, el bien más grande que poseemos y que queremos compartir con todos. Todo lo demás debe estar al servicio de esta realidad y de esta misión: anunciar al mundo entero el amor de Cristo, el único que puede llenar plenamente los corazones humanos con su mensaje de fe y esperanza.
La Iglesia, edificada por el Espíritu Santo sobre la piedra angular que es Cristo, es también para los cristianos como su casa común y su hogar. En ella hemos sido engendrados a la vida del espíritu, y ella, como buena madre, nos acoge en su seno, nos alimenta con su palabra y nos fortalece con sus sacramentos. Cuántas gracias tenemos que dar a Dios, queridos hermanos, por habernos concedido la fe y habernos hecho hijos suyos, por estos hermanos nuestros que nos ha dado para formar juntos la gran familia de los hijos de Dios. Les animo con todas mis fuerzas a que cada una de las comunidades eclesiales de esta Diócesis sea verdaderamente ese espacio de libertad, de comunión y reconciliación, de amor fraterno y pacífica convivencia, que permita a todos los que se acerquen a la Iglesia experimentar la alegría de la fe, el amor de Dios y la esperanza que tanto anhelan.
Toda esta maravillosa realidad encontrará aquí, en esta Sede del Obispado, una fuente continua de irradiación misionera y evangelizadora. Desde aquí, el Obispo, en unión con sus colaboradores más inmediatos, podrá alentar e impulsar toda la labor pastoral de la Diócesis, haciendo que todos se sientan responsables de esta apasionante tarea y gozosos de poder entregarse en la Iglesia al servicio de la fe y del Evangelio de la paz y de la reconciliación.
Les felicito, queridos hermanos, por este acontecimiento tan importante en la vida de esta Diócesis, y les invito a continuar trabajando en esta Iglesia Particular sintiendo el aliento y la cercanía espiritual del Papa Benedicto XVI. Pueden estar seguros que en cuanto llegue a Roma transmitiré al Santo Padre todo el cariño y el afecto de los guantanameros, así como la belleza de esta Sede del Obispado que ahora vamos a inaugurar.
Muchísimas gracias a todos y que Dios les bendiga.