CÁDIZ, sábado, 1 marzo 2008 (ZENIT.org).-  Publicamos la carta que ha enviado con motivo del "Día de la mujer trabajadora" monseñor Antonio Ceballos Atienza, obispo de Cádiz y Ceuta.

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El próximo día 8 de marzo se celebra el  "Día de la mujer trabajadora". Esta fecha nos invita a reflexionar y orar sobre el significado y el valor de la presencia de la mujer en el mundo del trabajo.

1. El trabajo de la mujer 

El trabajo femenino, con las características que reviste en la actualidad, constituye, sin duda, un fenómeno nuevo, en conexión con el Movimiento de Promoción de la Mujer. Decía Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (1981): "La Iglesia con el debido respeto por la diversa vocación del hombre y de la mujer, debe promover en la medida de lo posible en su misma vida su igualdad de derechos y de dignidad; y esto por el bien de todos, de la familia, de la sociedad y de la Iglesia" (FC n. 23).
 

2. Compromiso de renovada fidelidad

  Hoy, sigue siendo necesaria nuestra solidaridad con la causa de la mujer, porque social, económica y culturalmente persiste una infravaloración de la mujer respecto del hombre. Así decía el Papa Juan Pablo II en la Carta a las Mujeres (1995): "...Por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar. han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Esto le ha impedido ser profundamente ella misma y ha empobrecido la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales...Que este sentimiento se convierta para toda la Iglesia en un compromiso de renovada fidelidad a la inspiración evangélica, que precisamente sobre el tema de la liberación de la mujer de toda forma de abuso y de dominio tiene un mensaje de perenne actualidad, el cual brota de la actitud misma de Cristo. Él, superando las normas vigentes en la cultura de su tiempo, tuvo en relación con las mujeres una actitud de apertura, de respeto, de acogida y de ternura. De este modo honraba en la mujer la dignidad que tiene desde siempre, en el proyecto y en el amor de Dios" (Carta a las Mujeres, n.3).

3. Trabajo de la mujer en condiciones irregulares

  Ahora bien, si se quiere promover a la mujer, hay que hacerlo de una manera integral, sin perder nunca de vista la plenitud de su dignidad y su especificidad. Si nos fijamos en el modo del trabajo asalariado, resulta que el 36% lo realiza en condiciones irregulares (economía sumergida, contratos basura, largas jornadas, etc.), y estas mujeres constituyen un colectivo de debilidad e indefensión. Podemos decir que la pobreza tiene rostro de mujer.

 Las mujeres inmigrantes y aquellas que viven en países de desarrollo o en culturas abiertamente patriarcales y discriminatorias ven agravadas notablemente esta situación.

4. Igualdad de derechos en el trabajo de la mujer

El trabajo debe ser un medio eficaz para realizar la propia personalidad de la mujer, pero al mismo tiempo no debe dañar los vínculos con la propia familia que forma la finalidad amorosa de sus fatigas. Efectivamente a través del trabajo la mujer gesta sus energías para el sostenimiento de su familia y para su pleno éxito material y espiritual. Como decía el Papa Pablo VI, en la Carta Apostólica Octogesima Adveniens (1971): "No hablamos de esa falsa igualdad que negaría las distinciones establecidas por el mismo Creador, y que estaría en contradicción con la función especifica, tan capital, de la mujer en el corazón del hogar y en el seno de la sociedad. La evolución de las legislaciones debe, por el contrario, orientarse en el sentido de proteger la vocación propia de la mujer, y al mismo tiempo reconocer su independencia en cuanto persona y la igualdad de sus derechos a participar en la vida económica, social, cultural y política" (OA n.13). 

5. Trabajadoras cristianas

  A vuestra condición de trabajadoras unís la de cristianas. Tened, pues, la valentía de dar testimonio de la doble dimensión de vuestra vida, como trabajadoras y como cristianas. Contribuid a enriquecer toda forma de solidaridad con el espíritu de la comunidad cristiana. Anunciad el nombre de Cristo, del carpintero, del Hijo de Dios, del verdadero liberador de todos los males que tienen prisionero al hombre y lo amenazan. Anunciadlo en vuestras familias, en vuestros talleres, en vuestros puestos de trabajo y en vuestras fábricas. Haced participar a todos los cristianos en las necesidades y en las alegrías, en los problemas y en las esperanzas del mundo del trabajo. La Iglesia tiene confianza en vosotras. Sé, sin embargo, las dificultades que encontráis en esta tarea eclesial.

Como trabajadoras cristianas tened presente a María, la mujer fuerte del Evangelio. En Ella Dios ha hecho cosas grandes. Que a lo largo de este año en vuestros trabajos se incluya la problemática de las mujeres más humildes y necesitadas, a las cuales María ha reservado los gestos de su predilección maternal.

 Invito a todos los cristianos de nuestra Diócesis a profundizar en la situación que vive hoy la mujer trabajadora, y a rezar por ella, a fin de que salga pronto de esa situación.

 Reza por vosotros, os quiere y bendice,

+ Antonio Ceballos Atienza

Obispo de Cádiz y Ceuta