«Ante el luctuoso y execrable hecho», la CEE, cuyo nuevo presidente es el cardenal Antonio María Ruoco Varela, arzobispo de Madrid, expresa la «firme condena que la Conferencia Episcopal Española hace del terrorismo», al que considera una «práctica intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión moral de la vida, justa y razonable».
«No sólo vulnera gravemente el derecho a la vida y a la libertad, sino que es muestra de la más dura intolerancia y totalitarismo», subraya la CEE.
Asimismo, la CEE hace «llegar a la esposa y demás familiares de la víctima la sincera condolencia de todos los miembros de la Conferencia Episcopal, cuya Asamblea Plenaria había concluido poco antes de recibirse la triste noticia».
«Encomendamos al Señor de la Vida el eterno descanso del fallecido y el consuelo de sus seres queridos. La comunidad católica se une a su dolor del mejor modo posible en estos momentos: con la oración, de la que esperamos también serenidad en la desgracia y lucidez y sosiego en nuestra acción», concluye el comunicado de la CEE.
Por su parte, el obispo de San Sebastián, monseñor Juan María Uriarte, afirmó que reprueba con todas sus fuerzas, el asesinato de Isaías Carrasco, en un comunicado, remitido por el obispado.
«Un gemido de dolor, un grito de indignación y un arranque de plegaria brotan simultáneamente de mi alma al recordar y reprobar con todas mis fuerzas el terrible asesinato de Isaías Carrasco, un hijo, un esposo y un padre arrancado de este mundo por la violencia desalmada de ETA», afirma monseñor Uriarte.
El obispo de San Sebastián afirma que «tienen que saber sus miembros y dirigentes que la práctica totalidad del pueblo detesta este proceder terrorista y siente ante él una intensa repugnancia ética». Asimismo, recuerda conmovido «a su madre Agustina, a su esposa María Ángeles y a sus hijos Sandra, Ainara y Adei», deseándoles «el consuelo de la fe» y prometiéndoles «la proximidad de la Iglesia».
El arzobispo de Toledo, cardenal Antonio Cañizares, expresó en declaraciones hechas a la Cadena COPE, que «hoy se ve con mayor fuerza, si cabe, cuál es la gravedad del terrorismo».
El purpurado recordó que el terrorismo «afecta a toda la sociedad» y que ésta «tiene que reaccionar para destruir y derrotar a ETA definitivamente».
Asimismo, el arzobispo de Toledo afirmó que «ETA no puede interrumpir los procesos de libertades» ni «utilizar el asesinato, la extorsión, en definitiva el terrorismo para condicionar la vida de todo un pueblo».
Por su parte, el obispo de Huesca y de Jaca, monseñor Jesús Sanz, dijo en declaraciones a la misma emisora, que «nunca el terror puede ser moneda de cambio y por tanto, el diálogo, el compadreo, que a veces ha sucedido y sigue sucediendo encubiertamente con los enemigos de la vida, con los enemigos de la libertad, con los enemigos de España, no es precisamente buen consejo y buen cauce para construir este país y rearmar moralmente toda una sociedad».
El cardenal arzobispo de Madrid, y sus obispos auxiliares, han expresado en un comunicado «la urgente necesidad de que se despierten las conciencias frente al fenómeno terrorista, como realidad inseparable que es del creciente desprecio a la vida humana, que ha ido progresivamente introduciéndose en la sociedad española, afectando incluso a instituciones cuya misión, precisamente, consiste en salvaguardar la vida en sus distintos órdenes».
«Una vez más, es preciso recordar que «el terrorismo es intrínsecamente perverso»», afirman los obispos de Madrid. «El terrorismo merece la misma calificación moral absolutamente negativa que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente, prohibida por la ley natural y por el quinto mandamiento del Decálogo: «No matarás». Los católicos saben que no pueden negar, o pasar por alto, este juicio sin contradecir su conciencia cristiana y, en consecuencia, sin ir contra la lógica de la comunión de la Iglesia».
Por último, los prelados madrileños «exhortan a toda la comunidad cristiana a no cesar en su oración por el fin del terrorismo y de todo germen de violencia, así como para que se fomenten en España, desde las instituciones democráticas y todo el pueblo, la verdad y la libertad, la justicia y la paz, la unidad y la concordia, y el pleno reconocimiento de los derechos fundamentales de todos».