SANTA CRUZ/ROMA, martes, 11 marzo 2008 (ZENIT.org).- El cardenal Julio Terrazas desde la basílica menor de San Lorenzo hizo el pasado 9 de marzo un llamamiento vehemente ante la escalada de violencia y la pérdida de valores, denunciando los luctuosos hechos de Epizana, en los que tres policías fueron linchados.  

El cardenal Terrazas señaló como peligroso el que la sociedad vaya perdiendo el sentido de respeto por la vida. Ponderó la respuesta generosa de bolivianos al unirse a la campaña de solidaridad por los hermanos damnificados por las inundaciones que continúan atravesando momentos difíciles.

Comentando el evangelio del domingo, del ciego de nacimiento, el cardenal dijo que «el cristiano, por el bautismo tiene esa luz que da sentido completo y profundo a las cosas de la vida y a las cosas que nos pasan, a las cosas más pequeñas, el cristiano es el que sabe que nuestro Dios no es el Dios prepotente que amenaza, que encarcela, que persigue, que chicotea a los demás, sino que es el Dios de la misericordia, el Dios que nos quiere con la mirada limpia, con las actitudes diáfanas, con la claridad con que debemos actuar quienes no tenemos miedo de estar metidos en las obras de las tinieblas».

«Si tenemos la mirada de Dios --añadió--, si miramos con la luz del Señor, tenemos que apreciar lo bueno y lo hermoso que se hace para ayudar a los miles de damnificados por las inundaciones no sólo aquí en Bolivia, sino en gran parte de América Latina, van aconteciendo estos fenómenos que quitan vida, que quitan paz, que quitan la vivienda, que quitan el pan de cada día a miles y miles de hermanos. Esta mirada no la podemos ocultar, tenemos que alabar lo que se hace para fortificar la solidaridad en nuestro ambiente».

«Necesitamos la mirada de  Dios --dijo el cardenal--, para darnos cuenta que estamos perdiendo los valores, que estamos perdiendo la firmeza del piso, que ya nadie se siente seguro en ninguna parte, estamos a merced de la violencia, de las provocaciones, de todo aquello que causa muerte, dolor y luto en nuestra ciudad, de manera especial; la violencia de los atracadores, la violencia de los que roban, la violencia de los que mienten, la violencia de los que usan lenguajes que van siempre hiriendo cada vez más el corazón humano. Esa violencia, la tenemos que desterrar, hay que iluminar, hay mucha tiniebla, peleamos para que haya luz eléctrica en todas partes, pero hay cada vez mas crímenes, hay cada vez más inseguridad, falta la luz de Dios».

Exhortó a iluminar «esas situaciones de maldad, para que se conviertan, para que cambien, hay muchas cosas que se explica por la excesiva presencia de una pobreza que nunca ha sido totalmente destruida en nuestro ambiente, pero no justifica; aquel que pasa hambre no puede saciarse con la sangre del hermano, aquel que no tiene vivienda ni trabajo no puede solucionar sus problemas quitándole lo que tiene el prójimo».

«Es importante la mano amiga --afirmó--, la solidaridad entre todos, pero sobre todo la conciencia de que la paz y la justicia se la construye entre todos y la mentalidad que es aquella que está echando a un lado a los que no piensan como ellos es una mentalidad que no construye el reino de Dios, si no el reino de las tinieblas que al final  pueden hacer más daño que solucionar los problemas».

El cardenal fue especialmente crítico con los últimos hechos de violencia: «El Señor nos ha dicho que somos luz y que tenemos que llevar esa luz tenemos que ser bien claros para decir que los linchamientos no van a las perspectivas de Dios, no es posible que en una semana, dos, tres linchamientos que llegan a nuestras casas como noticias que tienen que comer nuestros niños como si no hubiera dignidad, como si estuviéramos perdiendo el sentido de lo humano, eso sería peligroso que una sociedad pierda el sentido de la vida porque se destruye a sí misma. Los linchamientos son un mal, y nosotros hombres y mujeres de fe tenemos que iluminar los espacios, para que se respete la vida, aún la vida de los pecadores, por que el Señor ha venido justamente a buscar a los pecadores por que ellos son los que necesitan la salvación».

Exhortó a buscar «lo que une, que evitemos aquello que separa más, que convengamos un lenguaje que construya, que nos despojemos de las tinieblas».

«¡Cuidado! --concluyó-- No nos dejemos embaucar por los artificios de los que no quieren que hayan luz en la inteligencia de los humanos, no nos dejemos embaucar por quienes prefieren oscurantismos inútiles y del pasado, no nos dejemos embaucar por  quienes nos quieren llevar de un lado para otro sin permitirnos echar la mirada de Dios, la luz de Dios, del Dios en el que creemos, del Dios que busca lo sencillo, del Dios que nos elige y nos consagra para trabajar con todos nuestros hermanos tomados de la mano y formando la familia que El desea que seamos en la humanidad».

 

Por Nieves San Martín