ROMA, martes, 18 marzo 2008 (ZENIT.org).- En el funeral de Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, Benedicto XVI ha destacado su capacidad profética, que le permitió no sólo ser fiel al Magisterio de los Papas, sino que incluso lo anticipó.
El Papa traza un personal perfil de la pionera del carisma de la unidad, y del diálogo entre cristianos y personas de otras religiones, en la carta que envió al cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, al presidir el rito fúnebre en la Basílica de San Pablo Extramuros.
Según explica en la misiva, el pensamiento del Papa era para Chiara Lubich «una guía segura de orientación». «Es más, al ver las iniciativas que ha suscitado, se podría incluso afirmar que tenía casi la profética capacidad de intuirlo y de actuarlo de manera anticipada».
«Su herencia pasa ahora a su familia espiritual --explica el Papa--: que la Virgen María, modelo constante de referencia para Chiara, ayude a cada focolarino y focolarina a seguir por el mismo camino, contribuyendo a hacer que la Iglesia sea cada vez más casa y escuela de comunión, como escribió el querido Juan Pablo II tras el Jubileo del Año 2000».
En su mensaje, el obispo de Roma reconoce que «hay muchos motivos para dar gracias al Señor por el don que ha hecho a la Iglesia en esta mujer de fe intrépida, mansa mensajera de esperanza y de paz, fundadora de una gran familia espiritual que abarca campos múltiples de evangelización».
«Sobre todo quisiera dar gracias a Dios por el servicio que Chiara ha ofrecido a la Iglesia --subraya--: un servicio silencioso e incisivo, siempre en sintonía con el magisterio de la Iglesia: "Los Papas --decía-- siempre nos han comprendido». Esto porque Chiara y la Obra de María siempre han tratado de responder con dócil fidelidad a cada uno de sus llamamientos y deseos"».
«Que el Dios de la esperanza acoja el alma de nuestra hermana, consuele y apoye el compromiso de quienes recogen su testamento espiritual», concluye el pontífice.
El funeral fue presidido por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, y concelebrado por 16 cardenales, entre ellos, el que fue secretario personal del Papa Juan Pablo II y amigo de Chiara Lubich, Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia.
En la Basílica de San Pablo Extramuros, que quedó sumamente pequeña para la muchedumbre congregada, el rito congregó a cristianos de las diferentes confesiones, a exponentes de las principales religiones, y a no creyentes.