KINSHASA, miércoles, 19 marzo 2008 (ZENIT.org).- El arzobispo de Kinshasa, República Democrática del Congo, monseñor Laurent Monsengwo Pasinya, en su homilía del 16 de marzo pasado, con motivo del Domingo de Ramos, invitó a los jóvenes de su diócesis a optar por la «corrupción cero» o «la virtud».
«Optar por la virtud es optar por la vida y la libertad», explicó monseñor Monsengwo. Según el arzobispo de Kinshasa, esta opción por la virtud o la «corrupción cero» debe formar parte de nuestra ascensión y nuestra subida hacia el Señor.
«A ejemplo de Jerusalén aquí, el domingo de Ramos gritan ‘Hosanna al hijo de David’, el viernes santo vociferan diciendo: ‘¡Crucifícale! ¡Crucifícale!», subrayó el prelado congoleño. «Por el contrario, los jóvenes deberían más bien decir: ‘Jesucristo para siempre», subrayó el arzobispo.
«La corrupción cero», según monseñor Monsengwo significa «no tomar droga ni hachis, ni dar dinero al profesor por aprobar indebidamente un interrogatorio, un examen o para pasar de clase, ni entregar su cuerpo para tener buenas notas no merecidas en el examen de Estado o por un empleo».
«Corrupción cero» es rechazar ser los comisionados de los adultos viciosos ante las chicas, rechazar la prostitución y el dinero fácil, no participar en los combates de barrio llamados «Kuluna», afirmó el prelado.
En su homilía, el arzobispo de Kinshasa condenó en Jesucristo a los adultos que someten a los niños y a los jóvenes a todos estos vicios.
Hablando de la vocación, el prelado afirmó: «Si el Señor nos dice que somos la sal de la tierra, es para recordarnos que nuestra vocación como discípulos suyos no es de «pudrir», no ser corrompidos, porque nuestra putrefacción y nuestra corrupción tienen un efecto perverso y desastroso en la comunidad».
Según monseñor Monsengwo, la sal tiene como función y propiedad impedir que el alimento se pudra y dar buen gusto a los alimentos. «Un alimento sin sal es insípido», subrayó. El prelado observó que es la sal la que conserva el «makayabo» (pescado salado) y le da un sabor especial.
Y en esta óptica el prelado explicó por qué el cristiano más todavía que los demás debe combatir la corrupción, es decir no corromper ni dejarse corromper. De ahí, el lema «Corrupción Cero».
Además, el arzobispo indicó a los jóvenes el camino a seguir que el es el del amor por el que Cristo murió para darnos la vida en superabundancia.