ROMA, jueves, 20 marzo 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI lanzó en la santa misa en la Cena del Señor, de la tarde del Jueves Santo, un llamamiento a la purificación para no dejar que el alma quede envenenada por el rencor.
El Papa presidió una celebración eucarística, en la catedral del obispo de Roma, la basílica de San Juan de Letrán, en la que lavó los pies a doce sacerdotes.
El dinero recogido en las ofrendas, según había predispuesto el Papa, se destinará para ayudar al orfanato «La edad de Oro» de La Habana (Cuba).
La homilía estuvo dedicada a la necesidad de la purificación interior, como condición para vivir la comunión con Dios y con los hermanos.
«A esto exhorta el Jueves Santo –dijo el Papa–: a no dejar que el rencor hacia los demás se vuelva veneno del alma. Nos exhorta a purificar continuamente nuestra memoria, perdonándonos de corazón los unos a los otros, lavándonos los pies los unos a los otros, para poder dirigirnos todos juntos hacia el banquete de Dios».
«Día tras día estamos como recubiertos de suciedad multiforme, de palabras vacías, de prejuicios, de sabiduría reducida y alterada; una multiplicidad de falsedades se filtra continuamente en nuestro ser más íntimo», denunció.
«Todo esto ofusca y contamina nuestra alma, nos amenaza con la incapacidad ante la verdad o el bien. Si acogemos las palabras de Jesús con el corazón atento, éstas se revelan cómo verdadera limpieza, y purificación del alma», aclaró.
Caridad y purificación son dos palabras que Jesucristo logró sintetizar con el gesto del lavatorio de los pies a sus discípulos, reconoció.
«Si acogemos las palabras de Jesús con el corazón atento, se convierten en auténticos lavatorios, purificaciones del alma, del hombre interior. A esto nos invita el Evangelio del lavatorio de los pies: a dejarnos siempre de nuevo lavar por esta agua pura, a ser capaces de la comunión con Dios y con los hermanos».
«Pero del costado de Jesús, tras el golpe de la lanza del soldado, no sólo salió agua, sino también sangre. Jesús no sólo habló, no sólo nos dejó palabras. Se entrega a sí mismo. Nos lava con la potencia sagrada de su sangre, es decir, con su entrega «hasta el final», hasta la Cruz».
«Su palabra es algo más que simplemente hablar; es carne y sangre «por la vida del mundo». En los santos sacramentos, el Señor se arrodilla nuevamente ante nuestros pies y nos purifica. Pidámosle que seamos cada vez más penetrados por el baño sagrado de su amor y de este modo quedemos verdaderamente purificados».
«Tenemos necesidad del «lavatorio de los pies», el lavatorio de los pecados de cada día, y por este motivo necesitamos confesar los pecados».
«Tenemos que reconocer que también en nuestra nueva identidad de bautizados pecamos. Tenemos necesidad de la confesión tal y como ha tomado forma en el sacramento de la reconciliación. En él, el Señor nos lava siempre de nuevo los pies sucios y nosotros podemos sentarnos a la mesa con Él».
Con esta ceremonia, el Papa comenzó el llamado «Triduo Pascual», en recuerdo de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Este Viernes Santo, por la tarde, el Papa participará en la celebración de la Pasión del Señor en la basílica de San Pedro y en la noche presidirá el Vía Crucis, en el Coliseo de Roma.