CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 23 marzo 2008 (ZENIT.org).- La muerte de monseñor Paulos Faraj Rahho, arzobispo caldeo di Mosul, y la de Chiara Lubich, son para los cristianos testimonios de la resurrección de Jesús, considera el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede.
Estos dos ejemplos, fallecidos antes de la Semana Santa, han ayudado al pueblo de Dios a vivirla más intensamente, recuerda en el editorial del último número de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano, del que también es director.
«Jesús, Hijo de Dios, muere por nosotros y con nosotros. Pero resucita. También quien muere en unión con Él, habiendo encontrado el sentido de su vida en el amor y el servicio a los demás, muere para entrar en una vida más plena», explica el padre Lombardi.
«El Papa ha recordado la predilección de monseñor Rahho por los pobres y los minusválidos, ha recordado la entrega de Chiara Lubich a la unidad de los cristianos y a la fraternidad entre los pueblos», constata.
«A Benedicto XVI le gusta repetir que Dios, en nuestra vida, no viene solo, sino en compañía de sus santos. Y es realmente así. Quizá podemos añadir que Jesús resucitado vuelve a nosotros acompañado en particular por quien le ha acompañado también en su vida y en su muerte».
«Porque los testigos nos ayudan a comprender que lo que se ha realizado en ello de manera más luminosa y eminente en realidad es un camino abierto a todos los que son amados por Dios, que camina y muere por ellos y con ellos. Es decir, por todos», concluye.