Un año positivo de relaciones entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas

Reflexión de monseñor Eleuterio F. Fortino, subsecretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos

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CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 7 junio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos una reflexión de monseñor Eleuterio F. Fortino, subsecretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, en la que hace un balance sobre el año de relaciones entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas.

* * *

En el último año las relaciones entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas han tenido un desarrollo positivo tanto en las relaciones fraternas como en el diálogo teológico, a pesar de los aspectos problemáticos que existen en ambos campos. El acontecimiento más significativo fue la décima sesión plenaria de la Comisión mixta internacional, que  tuvo lugar en Rávena del 8 al 15 de octubre del año pasado y que aprobó el quinto documento común, considerado un «progreso significativo» y «una sólida base» para la prosecución del diálogo.

Relaciones fraternas

El intercambio de delegaciones entre Roma y Constantinopla para las recíprocas fiestas patronales fue la feliz ocasión para expresar un aprecio común de las relaciones actuales y para reafirmar el compromiso asumido y expresado el año anterior en la Declaración común realizada al final de la visita de Benedicto XVI al Patriarcado ecuménico (30 de noviembre de 2006). En ella se afirmaba que compartimos los mismos sentimientos y las mismas disposiciones de fraternidad, colaboración y búsqueda de la comunión plena.

En el mensaje, en lengua inglesa, que el Papa envió al patriarca Bartolomé I con ocasión de la fiesta de san Andrés se leía:  «La presencia de mi delegado este año en El Fanar y la visita de una delegación de la sede de Constantinopla con motivo de la fiesta de san Pedro y san Pablo, en Roma, son signos auténticos del compromiso de nuestras  Iglesias por una comunión aún más profunda, reforzada por relaciones personales cordiales, por la oración y por el diálogo de caridad y verdad» (L’Osservatore Romano, edición en  lengua española, 14 de diciembre de 2007, p. 9).
Por su parte, el patriarca Bartolomé I, en el discurso que dirigió en lengua griega a la delegación católica presente en la iglesia de San Jorge en El Fanar, después de hablar de la fiesta, recordó la visita que realizó a Nápoles y Amalfi el 22 de octubre y el don que recibió para la Iglesia de Constantinopla:  parte de las reliquias de san Andrés, que se encuentran en Amalfi.

«Estamos particularmente conmovidos -afirmó- porque este año tenemos la gran bendición y ocasión de alegría espiritual de recordar al patrono de la Iglesia de Constantinopla, el glorioso apóstol san Andrés, el protóclito, ante sus reliquias, que el amor de Su Santidad Benedicto XVI ha permitido, generosamente y de todo corazón, que nos fueran donadas durante nuestra visita a Nápoles, en Italia, y que desde Amalfi volvieran a la sede del Patriarcado, a fin de que permanezcan allí para santificación de los fieles y signo de comunión con el apóstol al que hoy festejamos, pero también como signo de unidad fraterna con los cristianos de todo el mundo. Conservamos fuertemente grabado en la memoria ese encuentro, en Nápoles, de nuestra humilde persona con Su Santidad, así como la edificante y fraterna conversación que mantuvimos. Ese encuentro ha contribuido aún más a la consolidación de un clima de amistad y colaboración entre las dos Iglesias y ha estrechado de un modo aún más fuerte nuestras relaciones. Creemos siempre que la convivencia pacífica, en un mismo espíritu de unidad y de armonía entre los cristianos, debe constituir para todos nosotros una solicitud fundamental».

Con ocasión de su visita a Nápoles, la universidad local de estudios «L’Orientale» confirió al patriarca Bartolomé un doctorado «honoris causa», expresando profunda estima por su contribución cultural y espiritual.

Durante el año se mantuvo un amplio y diversificado contacto entre la Iglesia católica y varias Iglesias ortodoxas, no sólo de Roma -a través del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y otros dicasterios-, sino también de muchas diócesis católicas  con Iglesias locales ortodoxas.

En Rumanía, al morir el patriarca Teoctist, que promovió las buenas relaciones con Roma -dos veces visitó Roma y, a su vez, recibió en Bucarest a Juan  Pablo II, en la primera visita de un Papa a un país de mayoría ortodoxa-, le sucedió el patriarca Daniel, que hasta entonces  era metropolita de Jassy. Para el inicio de su ministerio patriarcal (30 de septiembre) estuvo presente una delegación encabezada por el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos.

En Rumanía, del 5 al 9 de septiembre, tuvo lugar la tercera Asamblea ecuménica europea, acontecimiento que expresaba un contexto ecuménico amplio con la participación de católicos, ortodoxos y protestantes. En ella la Iglesia católica estuvo significativamente presente, colaborando. En esta línea de manifestaciones más amplias, conviene recordar el encuentro de «Hombres y religiones» por la paz, que se realizó en Nápoles del 21 al 23 de octubre, con la participación de las Iglesias cristianas y de representantes de otras religiones. En  él  participaron Benedicto XVI, el patriarca ecuménico Bartolomé I, el metropolita Kirill, presidente del Departamento para las relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú, y otros representantes de Iglesias ortodoxas y de las antiguas Iglesias orientales. El 7 de diciembre, en Roma, el Papa recibió en audiencia privada al metropolita Kirill.

Un encuentro particular entre católicos y ortodoxos se llevó a cabo en la sede de la Fundación cultural de Tinos (Grecia), donde se celebró el décimo simposio intercristiano entre dos instituciones académicas, el Instituto franciscano de espiritualidad de la Universidad pontificia «Antonianum» de Roma y el Departamento de teología de la facultad teológica de la Universidad Aristóteles de Tesalónica. El simposio tuvo como tema «San Juan Crisóstomo, puente entre Oriente y Occidente», con motivo del decimosexto centenario de su muerte (407-2007).

Hay que mencionar, además, el viaje que el patriarca de Moscú Alexis II realizó a Estrasburgo y París, donde visitó a las autoridades de la Iglesia católica y celebró un moleben en la catedral de «Notre-Dame», en la que veneró la reliquia de la corona de espinas de Jesucristo.

Estos contactos entre responsables eclesiales, además de reforzar los vínculos de conocimiento y fraternidad, impulsan a los fieles de las diversas Iglesias a sentimientos de solidaridad cristiana.
Desde esta perspectiva, presta regularmente un servicio particular el Comité católico de colaboración cultural del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, que anualmente ofrece a estudiantes ortodoxos sesenta becas para especializaciones post-universitarias en Roma, París, Estrasburgo y otros centros universitarios. Además, colabora activamente con facultades teológicas, institutos ecuménicos e iniciativas culturales, publicaciones, mediante la traducción de importantes textos católicos en Moscú, Minsk y Kiev.

El diálogo teológico

El año pasado, el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, es decir, con la participación de todas las Iglesias autocéfalas ortodoxas en una sola comisión, dio un nuevo paso adelante en el camino hacia la unidad. Como ya he mencionado, en
su décima sesión plenaria se aprobó un importante documento sobre:  «Comunión eclesial, conciliaridad y autoridad».

Benedicto XVI recordó ese acontecimiento, abierto al futuro, en el mensaje que envió al patriarca ecuménico con ocasión de la fiesta de san Andrés, el 30 de noviembre. «Este año -escribe- damos gracias a Dios en particular por el encuentro de la Comisión mixta, que tuvo lugar en Rávena, ciudad cuyos monumentos hablan de forma elocuente de la antigua herencia bizantina que nos ha transmitido la Iglesia indivisa del primer milenio. Que el esplendor de esos mosaicos impulse a todos los miembros de la Comisión mixta a dedicarse a su importante tarea con renovada determinación, fieles al Evangelio y a la Tradición, siempre atentos a lo que inspira hoy el Espíritu Santo a la Iglesia» (L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de diciembre de 2007, p. 9). La ciudad de Rávena y sus monumentos recordaban el tiempo en que Oriente y Occidente vivían en comunión plena y parecían constituir un auspicio del restablecimiento de la comunión plena.

El documento aprobado en Rávena viene de lejos. Es un desarrollo natural de los cuatro documentos anteriores que habían tratado el tema de la comunión-koinonía. En ellos se reflejaba la visión de la unidad de la Iglesia como comunión de fe, de vida sacramental y de ministerio. En la nueva fase de diálogo, la Comisión mixta se propuso tratar «las consecuencias eclesiológicas y canónicas de la estructura sacramental de la Iglesia», perspectiva concordada en la primera fase. Y decidió estudiar cómo se articulan las dos dimensiones:  «la conciliaridad y la autoridad». Estas dos dimensiones de la vida de la Iglesia son recíprocamente interdependientes y están unidas para garantizar la unidad y el ejercicio armónico de la vida de la Iglesia.

La cuestión planteada por la Comisión mixta se puede resumir en dos preguntas:  ¿De qué modo los elementos institucionales de la Iglesia expresan visiblemente la comunión-koinonía y están al servicio de su misterio?, y ¿de qué modo las estructuras canónicas de la Iglesia expresan su vida sacramental? A estas dos preguntas, obviamente, la Comisión quería darles una respuesta común, indicando al mismo tiempo los aspectos aún no resueltos que requieren un debate ulterior.

Los miembros de la Comisión trabajaron en esa dirección. «Hemos distinguido -afirman- tres niveles de las instituciones eclesiales:  el de la Iglesia local, en torno a su obispo; el de una región, que comprende cierto número de Iglesias locales; y el de toda la tierra habitada (oikuméne), que abarca a todas las Iglesias locales» (Rávena, n. 17). En estos tres niveles, de modo analógico, se encuentran realizadas las dimensiones de la colegialidad y la autoridad. En los tres niveles se indica la presencia de un protos, un primus, que desempeña un papel particular en el ámbito de la comunión.

En las relaciones entre católicos y ortodoxos, la cuestión principal en este campo es la del papel del Obispo de Roma a nivel universal. En este punto es donde la aportación del documento es más importante. Partiendo del análisis de la situación eclesial en el primer milenio, el documento llegó a esta afirmación:  «Ambas partes coinciden en el hecho de que Roma, en cuanto Iglesia que «preside en la caridad», como dijo san Ignacio de Antioquía (Ad Romanos, prólogo), ocupaba el primer lugar en la taxis, y que el Obispo de Roma es, por tanto, el protos entre los patriarcas». Sin embargo, se pone inmediatamente de relieve que «no concuerdan en la interpretación de los testimonios históricos por lo que concierne a las prerrogativas del Obispo de Roma en cuanto protos, cuestión entendida de diversas maneras ya en el primer milenio» (Rávena, n. 41).

Hablando de los concilios ecuménicos, el documento hace dos afirmaciones importantes:  en ellos se ha puesto en práctica la conciliaridad a nivel universal  y,  además, en ellos ha tenido un papel activo el Obispo de Roma como  protos entre los obispos (Rávena, n. 42). Así, queda claro que, en todos los  niveles,  el  primado  «es  una praxis sólidamente  fundamentada  en la tradición canónica de la Iglesia» (Rávena, n. 43, 1). Con respecto al nivel universal, el Documento precisa:  «Mientras el hecho del primado a nivel universal es aceptado tanto por Oriente como por Occidente, existen diferencias en el modo de entender sea el modo según el cual debería ejercerse, sea sus fundamentos escriturísticos y teológicos».

La encíclica Ut unum sint (1995), precisamente respecto de este problema, ofreció una propuesta inédita de diálogo. Juan Pablo II declaró que había escuchado la petición que se le dirigió de «encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva» (n. 95). Y añadía, en forma de invocación:  «Que el Espíritu Santo nos dé su luz e ilumine a todos los pastores y teólogos de nuestras Iglesias para que busquemos, por supuesto juntos, las formas con las que este ministerio pueda realizar un servicio de fe y de amor reconocido por unos y otros» (ib.).

Los miembros de la Comisión mixta, aun conscientes de haber concordado en Rávena afirmaciones significativas, declaran con realismo:  «Queda por estudiar de modo más profundo la cuestión del papel del Obispo de Roma en la comunión de todas las Iglesias» (Rávena, n. 45).

En conclusión, los miembros de la Comisión mixta expresan su consideración sobre el resultado logrado, mostrándose «convencidos» de que la declaración conjunta «representa un progreso significativo en nuestro diálogo y proporciona una sólida base para la discusión futura sobre la cuestión del primado en la Iglesia a nivel universal» (Rávena, n. 46).

Al concluir los trabajos de la sesión de Rávena todos sentían una grande y fundada satisfacción, aunque también quedaba cierta sensación de tristeza. Por una divergencia entre Moscú y el Patriarcado ecuménico -sobre la Iglesia de Estonia, declarada autónoma de Constantinopla, pero no reconocida como tal por el Patriarcado de Moscú-, los representantes del patriarcado de Moscú, rechazando la presencia en la sesión de delegados estonios invitados por Constantinopla, abandonaron la reunión desde el primer día.

Benedicto XVI, en el mensaje que envió al patriarca ecuménico con ocasión de la fiesta de san Andrés para la solución de esta situación problemática, expresó un deseo:  «Aunque el encuentro de Rávena no careció de problemas -escribió-, pido vivamente a Dios que dichos problemas se puedan aclarar y solucionar cuanto antes, a fin de que se dé una participación plena en la undécima sesión plenaria y en las sucesivas iniciativas orientadas a proseguir el diálogo teológico con caridad y comprensión mutuas. En efecto, nuestro compromiso en favor de la unidad responde a la voluntad de Cristo, nuestro Señor. En estos primeros años del tercer milenio, nuestros esfuerzos son más urgentes a causa de los numerosos desafíos que todos los cristianos debemos afrontar y a los que debemos responder con una sola voz y con convicción» (L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de diciembre de 2007, p. 9).

Campos de investigación

El documento de Rávena deja abierto el diálogo y marca, como ya se ha dicho, varios campos de investigación
. Para la próxima sesión, en el año 2009, se decidió el tema:  «El papel del Obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en el primer milenio». La Comisión mixta será huésped de la Iglesia ortodoxa. En la preparación trabajarán, en la primera parte del año 2008, las dos subcomisiones y, por tanto, en el otoño (del 27 de septiembre al 4 de octubre de 2008) el Comité mixto de coordinación se reunirá en Creta para preparar, sobre la base de los trabajos de las subcomisiones, un proyecto orgánico que se presentará a la sesión plenaria que tendrá lugar en el otoño de 2009. Están previstas otras sesiones sobre el papel del Obispo de Roma en el segundo milenio y en nuestros días.

 

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ZENIT Staff

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