ROMA, lunes, 9 junio 2008 (ZENIT.org).- La mayoría de las mujeres obligadas a prostituirse que recibe un apoyo personalizado e integral, a lo largo de un tiempo adecuado, logra cambiar de vida y recuperar la autonomía perdida.
Es la experiencia relatada por sor Aurelia Agredano, española, de las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, durante un congreso internacional dedicado a las religiosas que luchan contra la trata de seres humanos, celebrado en Roma hasta el 6 de junio.
Interviniendo el 4 de junio, sor Aurelia explicó los proyectos llevados adelante por su congregación, nacida en 1856 en Madrid para combatir el tráfico de mujeres para la explotación sexual, y que hoy cuenta con cerca de 1.300 religiosas en 22 países (en casi toda América Latina y también en Japón, Camboya y Vietnam).
La fundadora, santa María Micaela del Santísimo Sacramento, pertenecía a la aristocracia española, y era muy activa desde la juventud en el apostolado y en las obras caritativas.
Un vez, visitando a los enfermos del Hospital de San Juan de Dios en Madrid, y prestando asistencia a las muchachas afectadas por enfermedades venéreas, conoció a una joven enferma «la chica del chal», que había caído víctima de la mala vida, convenciéndola para que regresara con su familia.
Fue entonces cuando descubrió la realidad social de la prostitución y decidió fundar colegios para ayudar a estas chicas, víctimas de la miseria y la ignorancia.
Sor Aurelia Agredano, que ha vivido durante ocho años en estrecho contacto con esta realidad y con muchachas de diversos países caídas en la red de la trata, ha hablado a Zenit del proyecto «Esperanza», creado en 1999 en España.
«Es un programa que pone en el centro a la mujer, con su realidad concreta y que exige una elección hecha en plena libertad», explica.
«Más precisamente -añade–, es un camino marcado por etapas caracterizadas por objetivos concretos y por diversas estructuras de acogida, donde la mujer es la auténtica protagonista y la destinataria de una atención individualizada e integral desde el punto de vista físico, psíquico, social y espiritual».
«De este modo -afirma la religiosa- desde la ‘vida cotidiana’ en nuestras ‘Casas de familia’, empezamos a recuperar la confianza perdida, empiezan a participar activamente, a recuperar una vida normal con el estudio, la búsqueda de un empleo, hasta llegar a la completa autonomía».
Por las tres casa de acogida españolas han pasado unas cincuenta mujeres, pero son cerca de 300 las que están en contacto.
«Somos muy activas en la denuncia social -relata–, con acciones programadas a través de los medios de comunicación, revistas, video; animamos acciones de sensibilización para generar espacios comunes de reflexión crítica, pero sobre todo nos empeñamos en la formación».
«Nuestra fundadora veía en la formación el único medio de salvación o rescate para estas chicas -añade–. Por esto son importantes la promoción y la reinserción sociales, de otro modo se corre el riesgo de hacerlas caer de nuevo en el mismo círculo vicioso».
«El itinerario de liberación de las jóvenes dura cerca de dos años -dice sor Aurelia- y no es sencillo. Al principio hacemos sensibilización en las comisarías, en los centros para inmigrantes, en las embajadas».
«En las casa de acogida, vivimos junto a ellas, tratando de crear un clima de familia, con todas las dificultades que se derivan de la diversidad de lengua y de las dinámicas psicológicas consecuencia de los sufrimientos que han padecido».
A menudo, sin embargo, no faltan amenazas y riesgos de chantaje por parte de la criminalidad que gestiona el tráfico.
«Tratamos de ser muy prudentes -admite sor Aurelia- y ágiles para cambiar vivienda de un puesto a otro. En Bélgica, hemos tenido que cerrar una casa porque nos habían amenazado».
Al final del itinerario, las chicas pueden decidir si vuelven a su país o se quedan. «En este caso, damos la oportunidad de estudiar la lengua, formarse y buscar un trabajo», precisa la religiosa.
La financiación de los proyectos proviene en general de la misma congregación o de fundaciones relacionadas, alguna vez de subvenciones públicas y privadas.
«Nuestra misión -añade- se alimenta en la adoración continua de Jesús Eucaristía, en espíritu y verdad, y encaminada a liberar y promover a la mujer explotada por la prostitución o víctima de otras situaciones de esclavitud».
«Nosotras las Adoratrices queremos mirar al mundo a partir de la Eucaristía -dice sor Aurelia–; el Dios que adoramos en el Sacramento es el mismo que encontramos cada vez en las mujeres a las que somos enviadas».
«Como Adoratrices, afrontamos la realidad de la mujer víctima de la trata, desde una espiritualidad y una pedagogía concretas: la espiritualidad eucarística y la pedagogía del amor».
El secreto, dice, esta todo aquí: «Educar en libertad y con amor, ‘sin castigos ni durezas’, como afirmaba nuestra fundadora. Respetar a las jóvenes. Creer en ellas. Hacer que cada joven se sienta importante y protagonista de su camino».
Por Mirko Testa, traducido del italiano por Nieves San Martín