ANKARA, viernes 13 de junio de 2008 (ZENIT.org).- La Turquía cristiana, especialmente las localidades de Tarso y Antioquía, se preparan para conmemorar el próximo 28 de junio el comienzo del Año Paulino, según publicó el diario vaticano L’Osservatore Romano en su edición del pasado jueves.
La apertura del Año Paulino se anticipará en Turquía al 22 de junio, con la celebración de una Eucaristía presidida por el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, en Tarso, localidad natal de san Pablo. En esta ciudad está previsto un congreso sobre la figura del Apóstol de los Gentiles.
La Iglesia turca prepara también una peregrinación nacional a Tarso, Antioquía y Éfeso, así como otras iniciativas conjuntas con las comunidades ortodoxas y protestantes. Con tal motivo, los obispos turcos pidieron al Gobierno de Erdogan que se pueda habilitar para el culto la vieja basílica de san Pablo en Tarso, hoy convertida en museo.
Con motivo del Año Paulino, la Conferencia Episcopal de Turquía hizo pública, el pasado mes de febrero, una carta pastoral, con el título «Pablo, testigo y apóstol de la identidad cristiana», en la que piden a los fieles que tengan «una mayor conciencia de su identidad».
«Queridos hermanos y hermanas de Turquía, Pablo es patrimonio de todos, pero lo es particularmente nuestro, que somos hijos de esta tierra que le vio nacer, predicar a Cristo sin descanso y dar testimonio de él en tantas pruebas».
Los obispos recuerdan que la situación de las comunidades cristianas en Turquía, que viven en una situación de minoría religiosa, tiene mucho que ver con las primeras comunidades cristianas de la época de san Pablo. «Precisamente en esta situación, en algunos aspectos tan parecida a la de las primeras comunidades de la diáspora, nos exige una más clara consciencia de nuestra identidad».
«Pablo nos remite al elemento fundador de nuestra identidad cristiana, que no se refiere a la fe en Dios, común con los hermanos musulmanes y con tantos otros hombres, sino la fe en Cristo como ‘Señor’, el que ‘Dios ha resucitado de entre los muertos'».
Pablo, afirman los obispos, «advirtió la dificultad de anunciar a Cristo, Dios-hombre, que nos salva a través de su encarnación y de su muerte en la cruz»».
«Ésta es, aún hoy, la verdadera puerta estrecha de la que habla el Evangelio. La puerta estrecha no es, por tanto, la aceptación de los preceptos morales de la Iglesia, y tampoco la carga human de sus estructuras, sino el escándalo de la cruz, que a los no cristianos les parece una «locura y necedad», pero que Pablo anuncia como componente esencial y no eliminable de la fe cristiana».
Al mismo tiempo, como el Apóstol, los cristianos están llamados a ser «hombres del diálogo»: «Acostumbrado a encontrarse a hombres de etnias y tradiciones religiosas diversas, Pablo comprendió que el Espíritu Santo no sólo está presente en la Iglesia, sino que la precede y actúa también fuera de ella».
«Sobre esta base, somos invitados a intensificar el diálogo con el mundo musulmán: el diálogo de la vida, donde se vive y se convive, el diálogo de las obras, donde cristianos y musulmanes trababan juntos por el desarrollo integral y la liberación de la gente, el diálogo de la experiencia religiosa».
Este diálogo «no significa apartar las propias convicciones religiosas», sino al contrario, «se dialoga verdaderamente cuando cada uno, manteniendo la propia identidad, no callando nunca, por ninguna razón, cuanto pueda parecer difícil de entender para quien no es cristiano».
Por otro lado, los obispos creen que el Año Paulino puede ser una gran oportunidad para el diálogo ecuménico, e invitan a los fieles a acometer iniciativas en este sentido. Precisamente, explican, la búsqueda de unidad de los cristianos «nos remite a nuestra común responsabilidad hacia los que no son cristianos».
«Antes que ser católicos, ortodoxos, sirios, armenios, caldeos o protestantes, somos cristianos. Sobre esta base se funda nuestro deber de ser testigos. No dejemos que nuestras desconfianzas generen desconfianzas y vayan en contra de la unidad de la fe; no permitamos que quien no es cristiano se aleje de Cristo con motivo de nuestras divisiones».