"La Palabra de Dios no podemos reducirla a la Escritura"

Entrevista a la teóloga Carmen Aparicio Valls

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ROMA, domingo, 15 junio 2008 (ZENIT.org).- La Palabra de Dios es más que la Escritura. Es una de las constataciones del documento de trabajo («Instrumentum Laboris«) para el próximo Sínodo de la Palabra de Dios que tendrá lugar en octubre en Roma.

Esta profesora española destaca cómo el Sínodo será una oportunidad para ahondar en la relación entre Escritura y Tradición, vínculo esencial para reforzar también las relaciones ecuménicas.

La profesora de teología fundamental de la Universidad Pontificia Gregoriana Carmen Aparicio Valls observa en esta entrevista la relación entre la Escritura y la teología fundamental y subraya entre otros temas que las homilías, si se cuidasen más, «serían un gran medio para conocer más y mejor la Sagrada Escritura».

–¿Qué aportarán cómo telón de fondo al Sínodo de la Palabra las constituciones dogmáticas «Dei Verbum» y «Gaudium et Spes»?

–Aparicio: Sin duda mucho, de hecho son dos documentos indicados en el «Instrumentum Laboris» entre los puntos de referencia. Creo que tienen que ser el punto de partida y de referencia, pero teniendo en cuenta la nueva situación del mundo, la profundización teológica sobre el tema desde el Vaticano II, las orientaciones del Magisterio y la praxis pastoral y vida de la Iglesia en estos 40 años que nos separan del Concilio.

La «Dei Verbum» es fundamental. Basta leer los «Lineamenta» y el «Instrumentum Laboris» para darse cuenta de ello: ambos documentos parten la Revelación siguiendo los documentos conciliares, sobre todo la «Dei Verbum».

Me ha parecido muy importante que se subraye que la Palabra de Dios no podemos reducirla a la Escritura, si bien ésta es fundamental.

Junto a esto también subrayaría otro aspecto que aparece en los dos documentos de preparación del Sínodo y que creo hay que seguir profundizando. Me refiero a la relación entre la Escritura y la Tradición.

Quizá el Sínodo pueda ayudar a profundizar en esta relación; es uno de los puntos que Juan Pablo II indicaba para seguir profundizando en el diálogo ecuménico. Sin perder de vista que la Palabra de Dios no es sólo la Escritura, no podemos olvidar que la «Dei Verbum» tiene un capítulo, el último, que precisamente trata de la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, y que además de recordar las cosas importantes que nos dice, nos sirve para darnos cuenta del camino recorrido desde el Concilio hasta hoy.

«Gaudium et spes» no trata explícitamente este tema, pero trata implícitamente de la acogida de la Revelación, de la Palabra, en la vida del creyente; de las consecuencias que la acogida de la Palabra tiene en la vida del creyente.

De aquí su importancia para el tema del próximo Sínodo. Me parece que es una Constitución que hay que leer junto a la «Dei Verbum».

Además esta Constitución pastoral invita a leer los «signos de los tiempos» como signos a través de los cuales Dios habla. De por sí es una expresión ambigua, difícil de concretizar, pero que no deja de ser importante a la hora de acoger la Palabra que Dios hoy nos dirige.

Dios sigue hablando y hay que estar atentos para escuchar su voz, para discernir los signos de su presencia. «Gaudium et spes» también nos ofrece un método: fidelidad al deposito revelado y mirar al mundo.

Se constatan «fenómenos de ignorancia» entre los creyentes acerca de la Biblia. ¿Cómo subsanarlo?

–Aparicio: El capítulo VI de la «Dei Verbum» precisamente ya salía al paso de este problema. Si fuera fácil resolver el problema ya estaría resuelto. Es verdad que desgraciadamente sigue habiendo mucha ignorancia, pero también se percibe más deseo entre los cristianos de conocerla.

Doy por supuesto que entre las personas que de distintas formas pertenecen a grupos eclesiales se da este interés, pero no se puede dar por supuesto que quien se acerca a alguno de estos grupos (sean congregaciones, ordenes religiosas o asociaciones laicales) conoce la Escritura.

No olvidemos tampoco que normalmente el ignorante no es culpable de su propia ignorancia y que difícilmente encontrará el camino para salir de ella. Esto lo digo porque creo que la responsabilidad que tenemos los que hemos tenido la suerte de poder acercarnos a ella es mucha.

El primer paso creo que es apreciarla y ayudar a apreciarla. Hoy hay muchas iniciativas, como la lectura continua, la lectio divina… que sin duda ayudan a conocer y a apreciar la Escritura. Hay que fomentarlas y hacerlas atrayentes.

Otro aspecto que creo fundamental para afrontar el problema es el cuidado de la liturgia. Me parece que habría que dar más importancia al lugar de la Palabra en la liturgia. No porque no la tenga, sino a nivel de formación de la gente. Para ello, además de cuidar cosas pequeñas como es la proclamación de la Palabra (a veces se leen las lecturas muy mal), haría una llamada de atención a las homilías. Creo que si se cuidasen más serían un gran medio para conocer más y mejor la Sagrada Escritura. Por supuesto hoy hay que aprovechar todos los medios de comunicación que tenemos a la mano: utilizarlos y además bien.

–¿Qué relación existe entre el texto bíblico y el ámbito de la teología fundamental, del que usted se ocupa?

Aparicio: La relación entre el texto bíblico y toda la teología es enorme. No olvidemos que, como está muy bien expresado en el Vaticano II, la Escritura es como el alma de la teología.

La Teología Fundamental tiene su fundamento en el estudio de la Revelación, por tanto es evidente que necesita ocuparse de la Escritura, Palabra de Dios. En cierto sentido podemos decir que es la parte de la teología que se ocupa de la Palabra.

Son temas clásicos de ella la revelación y su transmisión, la fe, la credibilidad de la Revelación, la relación fe-razón, y junto a ellos los temas de frontera o, dicho de otro modo, la capacidad de leer y dejarse interpelar por los signos de los tiempos.

-El secretario del Sínodo, el arzobispo Nikola Eterovic, ha advertido de que la Biblia a veces sufre interpretaciones «arbritarias» y «reductivas». ¿Cuál es la respuesta a esta arbitrariedad desde el campo teológico?

–Aparicio: Me parece que las reducciones y arbitrariedades vienen cuando no se tiene en cuenta que la Escritura es ante todo un libro inspirado y viene tratada solo como si fuera obra humana, olvidando que es un libro de fe y eclesial.

También estos problemas pueden ser causa de olvidar todos los criterios que la Iglesia nos brinda para interpretar la Escritura, expresados claramente en la «Dei Verbum» 12.

Por Miriam Díez i Bosch

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ZENIT Staff

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