Cardenal Rodríguez Maradiaga: Sin solidaridad y justicia social no hay paz

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El arzobispo de Honduras promueve la doctrina social en el mundo político e institucional

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 24 junio 2008 (ZENIT.org).- «Sin solidaridad y justicia social es difícil que se dé la paz», afirma el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa (Honduras) y presidente de Caritas Internationalis.

El purpurado fue recibido este martes por la mañana en audiencia por Benedicto XVI, junto a otros obispos hondureños con motivo de su visita ad Limina Apostolorum al Papa y a la Curia romana.

En una entrevista concedida a «Radio Vaticano», el purpurado ha afrontado los desafíos de América Latina, y de su país en particular, entre otros el de la emigración, aclarando que «la solución no está en construir muros, sino más bien en ayudar a los países pobres».

«Nadie emigra por placer, sino por necesidad. Cuando los jóvenes no encuentran trabajo, necesariamente tienen que buscarlo en otro sitio, si no quieren entrar en el circuito de la droga».

«Estamos convencidos de que la comunidad internacional tiene que reconocer que el desarrollo no puede excluir a nadie y que debe prevalecer la solidaridad y la justicia. Sin solidaridad y justicia social, de hecho, es difícil que haya paz».

El purpurado considera que el «Documento de Aparecida», surgido de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe (mayo de 2007), presenta una «perspectiva positiva», pues está iluminado por «el sentido del amor por la Palabra de Dios y por el Evangelio»:

A pesar de estos «elementos positivos y signos de esperanza», el purpurado cita «los problemas y las cuestiones más espinosas» de América Latina y, en particular, de Honduras, «como el aumento de los pobres, debido sobre todo al aumento del precio del petróleo y de los bienes de primera necesidad».

«La cancelación de la deuda exterior tampoco ha creado los presupuestos para el relanzamiento del país. En parte, porque el dinero es empleado para comprar combustible, indispensable para la producción energética», ha denunciado.

Junto a estos desafíos, el cardenal considera que en Honduras las dificultades de las familias constituyen «la prioridad» de la Iglesia.

En este contexto, el cardenal considera que «hace falta un esfuerzo de evangelización para que la Doctrina Social de la Iglesia pueda llegar por doquier, incluso en el ámbito político-institucional».

«Cuando se alcanzan puestos de poder parece que se olvida el bien común. Allí donde hay pobreza, además, se da la tentación del dinero fácil y penetra el narcotráfico».

Por lo que se refiere a las sectas, el purpurado considera que «una de las causas de su crecimiento se debe al hecho de que en el pasado se ha dado una carencia de sacerdotes».

«Algunas comunidades no podían contar con presbíteros, si bien en nuestro país ha crecido el número de los ‘delegados de la Palabra de Dios’, laicos y laicas que previamente preparados han permitido que nuestra fe quedara preservada. Tenemos 30 mil y trabajan hasta en los pueblos más pequeños»

Por el contrario, «las sectas hacen mucho ruido, gozan de ganancias, de dinero, y sobre todo no tienen que mantener estructuras».

De los siete millones de habitantes de Honduras, el 70 por ciento vive bajo el umbral de la pobreza. Los católicos constituyen el 80% de la población.

 

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ZENIT Staff

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