Ideas para acertar en el noviazgo… y en el matrimonio

Entrevista con Rafael Hernández Urigüen, autor de un libro sobre el tema

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SAN SEBASTIÁN, lunes, 18 agosto 2008 (ZENIT.org).- Si se cultivan los pasos del noviazgo, el éxito del matrimonio, de algún modo, está garantizado por ese aprendizaje en el amor. Es la tesis que sostiene el sacerdote Rafael Hernández Urigüen en su nuevo libro: «Noviazgo: ¿Seguros? Ideas para acertar».

El volumen, que está prologado por el psiquiatra Enrique de Rojas, acaba de ser publicado por EIUNSA (Ediciones Internacionales Universitarias).

El autor trabaja desde 1996 como capellán y profesor en ISSA (Instituto Superior de Secretariado y Administración de la Universidad de Navarra en San Sebastián), y forma parte del equipo de Capellanía del Colegio mayor Ayete, también en la capital donostiarra.  

Ha conversado con Zenit acerca del noviazgo.

<p>–Si el amor es un misterio, ¿cómo pueden haber «ideas» o «recetas» para un noviazgo? 

–Rafael Hernández: El libro «Noviazgo: ¿seguros? Ideas para acertar» trata efectivamente del misterio del amor. El amor, que siempre tiene su fuente en Dios (Dios es Amor), sin dejar de ser un misterio inefable, se encarna personalmente.  

Las mujeres y los hombres amamos, y en cada biografía humana se encuentra una historia de amor. 

Por tanto, los diálogos de este libro giran alrededor de historias reales de universitarios y otros jóvenes que participaron a lo largo de diez años en un seminario interdisciplinar. A su vez relatan  historias de amor (y de desamor) de otras personas.

En esas historias reales, con nombres ficticios por privacidad, se descubren planteamientos certeros que han llevado a un amor fiel, respetuoso y comprometido, junto a planteamientos erráticos que desembocan en fracasos estrepitosos. El libro no ofrece recetas, sino testimonios e ideas que iluminan para decidir bien sobre el amor.

–Aquello de que «el amor es ciego»… ¿cómo lo interpreta? 

–Rafael Hernández: Siguiendo la mejor tradición filosófica que considera al amor como una pasión. En las pasiones el mundo afectivo de la persona comienza llevando las riendas de la motivación. Si no intervienen pronto la razón y la voluntad, las pasiones y afectos pueden mover hacia decisiones equivocadas.  

En este libro se analizan con ejemplos prácticos situaciones reales en las que la «maraña» de los sentimientos confunden a quienes experimentan de primeras el flechazo o el «fall in love» del que ya habló C.S. Lewis.  

El doctor Rojas resume también en su prólogo esta idea: «Cuando el amor llega puede ser ciego, pero cuando se va es muy lúcido. De ahí la importancia de acertar en la elección y éste me parece un asunto central». Resulta novedosa en esta obra la importancia que se da al estudio de los diversos temperamentos humanos que ya desde el noviazgo han de tenerse en cuenta para acertar bien y no quejarse más tarde por la «incompatibilidad de caracteres». Finalmente se ofrecen pistas para crecer en lo que se ha denominado desde hace tiempo «inteligencia emocional».  

–¿Cuál es la premisa básica que presentaría a unos novios? 

–Rafael Hernández: El libro: «Noviazgo: ¿seguros?» sostiene la tesis de que un noviazgo bien vivido configura, más de lo que habitualmente se piensa, el futuro del matrimonio.  

Viene a afirmarse: «lo que decidas que sea tu noviazgo será tu futuro matrimonio». Como premisa básica considero que convendría corregir algunas patologías.

El noviazgo se mira muchas veces como un periodo previo al matrimonio, pero de mera transición, sin entidad propia, incluso se trivializa, quedándose en sólo flirt (juego insustancial de amor).  

Por el contrario, es una etapa importantísima de conocimiento mutuo entre la mujer y el hombre, en la que existen unas reglas no escritas de sinceridad, respeto, amor verdadero, paciencia, conocimiento profundo, que muchas veces se pasan por alto y marcan para siempre la futura relación matrimonial.

Si se descuidan aparecerán en el futuro patologías que llevan a crisis muy difíciles de superar cuando una mujer y un hombre ya están definitivamente comprometidos. Si se cultivan los pasos del noviazgo, el éxito del matrimonio, de algún modo, está garantizado por ese aprendizaje en el amor.

Por tanto, el libro afirma que «más vale un trauma en el noviazgo, que un matrimonio traumático». Me explico: si durante el noviazgo se comprueba que aquella relación no «va en serio» encaminada al compromiso matrimonial, conviene romper con ella cuanto antes, asumiendo el dolor momentáneo como terapia, incluso si se es cristiano llamémosle cruz, evitando así un futuro desastroso de separaciones o rupturas matrimoniales. 

Finalmente considero que, cuando se hayan conocido lo suficiente como para saber que por su compatibilidad de caracteres, valores, y proyecto de matrimonio, ese amor proyectado en el futuro será un matrimonio de verdad.

–¿Es verdad que hoy la gente ya «no aguanta», como se decía antaño?

–Rafael Hernández: Aquí cuenta mucho la decisión. En los últimos años, las mujeres echan en falta que el hombre se decida a proponerles la fecha de la boda, y esta patología del hombre se refleja en algunas de las historias de mi libro. Para los cristianos, la oración la frecuencia de sacramentos, y una formación prematrimonial profunda, constituyen ayudas que propician decisiones acertadas. 

En el Himno a la Caridad  (1 Corintios 12, 31) de san Pablo se afirma que el amor «todo lo aguanta». Sin duda el amor cristiano está vertebrado por el sacrificio y no vivimos tiempos de afición a la Cruz.  

De todas formas, en el mismo texto de la Carta a los Corintios, San Pablo describe características del amor en las que primero los novios y después los esposos han de poner de su parte: paciencia, afabilidad; magnanimidad; humildad; educación, generosidad; mansedumbre; olvido de los agravios; sinceridad… 

Si uno de los dos no está dispuesto a cultivar estas actitudes durante el noviazgo, cuanto antes disuelvan su falsa relación mejor.  

Por eso mi libro explica con historias reales en la importancia de conocerse bien y cultivar un amor paciente, detallista y respetuoso que todavía no es definitivo, pero que tiene un horizonte de compromiso. 

–Hay «teorías» o cosmovisiones cristianas sobre el matrimonio, ¿las hay también sobre el noviazgo? 

–Rafael Hernández: Esa misma pregunta me la formulaba hace ahora doce años un joven musulmán. Por entonces estudiaba detenidamente dos preciosos documentos de la Iglesia católica que aconsejo meditar y difundir. «Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia», (8 diciembre 1995) y «Preparación al sacramento del Matrimonio», (13 de mayo de 1996). Los dos están editados por el Consejo Pontificio para la Familia. 

En mi libro dialogo con los jóvenes sobre muchas de sus ideas. Entre ellas se afirma que los padres han de proponerse educar a sus hijos para el amor desde la infancia. Se anima también a que los padres introduzcan en la vida y el amor a los niños, y las madres a las niñas.  

Hay referencias valiosas para evitar el machismo cultural y conseguir que el hombre respete a la mujer desde su primera infancia valorando lo que Juan Pablo II denominó «genio femenino».

Con el libro también he tratado de explicar por qué la visión cristiana desaconseja del todo a los novios mantener relaciones prematrimoniales.

Hay razones humanas, psicológicas y desde la antropología que fundamentan esta doctrina sobre la castidad en el noviazgo. Un capítulo del libro aborda este tema con a
rgumentos profundos y contundentes bajo el título: «Los novios con futuro duermen bajo distinto techo». 

Las relaciones prematrimoniales encierran la falacia de que un chico y una chica se entregan sus cuerpos sin entregarse definitivamente las personas por el previo compromiso matrimonial. Entregar el cuerpo sin comprometerse es siempre una relación falsa que acostumbra en el futuro a no entregarse verdaderamente y del todo en el matrimonio.  

Las estadísticas que aparecen en el libro demuestran también que hay más porcentaje de separaciones y rupturas matrimoniales entre las parejas impacientes, que entre las que llegan vírgenes a la boda.  

Un buen resumen de todo esto se encuentra en el Catecismo de la Iglesia: «Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad» (n. 2350).  

En definitiva, me permitirá que evite utilizar la expresión «teorías cristianas» sobre el matrimonio o el noviazgo, pues la verdad cristiana sobre el amor, como nos recordó Benedicto XVI en su primera encíclica recupera sus valores más genuinos sin quitarle nada de su belleza: «Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia. Esto no es rechazar el eros ni « envenenarlo», sino sanearlo para que alcance su verdadera grandeza» (Deus Caritas est, n. 5).  

La gracia purifica las escorias del amor librándolo del egoísmo y permitiéndole recuperar su original belleza y fuerza. La visión cristiana, permítame la expresión, ofrece una ecología del amor en su más genuina autenticidad.

Por Miriam Díez i Bosch

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ZENIT Staff

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