CIUDAD DEL VATICANO, martes, 26 agosto 2008 (ZENIT.org).- Una de las grandes pasiones del Santo Padre Benedicto XVI es la música clásica, y entre sus compositores predilectos está Franz Schubert. Conociendo los gustos musicales del pontífice, la ciudad de Castel Gandolfo, donde transcurre el verano, obsequió este domingo por la tarde al Papa con un concierto en la Sala de los Suizos del Palacio Apostólico que le hospeda.
La rumana Yvonne Timoianu al violonchelo y el que fuera Embajador de Austria ante la Santa Sede, Christoph Cornaro al piano, fueron los encargados de interpretar «Viaje de invierno», la obra que el compositor austriaco escribió en base a 24 poesías del escritor alemán Wilhelm Müller, informa Radio Vaticano.
Tras el concierto Benedicto XVI tuvo palabras de agradecimiento y alabanza por «la magistral interpretación que ha suscitado en nosotros –especificó el Papa- emoción y sugestiones espirituales profundas».
La combinación entre música y poesía realizada por Schubert, es una de las composiciones más apreciadas por el Santo Padre, como él mismo subrayó, recordando su epitafio: «hizo sonar a la poesía y hablar a la música».
El Papa introdujo a los presentes en el significado de este «Viaje de invierno» de Schubert en el que el compositor expresa «una intensa atmósfera de triste soledad» provocada por su delicado estado de salud y sus decepciones sentimentales y profesionales.
«Es un viaje interior –aclaró el Santo Padre– que el célebre compositor austriaco escribió en 1827, sólo un año antes de su prematura muerte a la edad de 31 años».
«Cuando Schubert hace entrar a un texto poético en su universo sonoro, lo interpreta a través de un enlace melódico que penetra en el alma con dulzura, llevando también a quien escucha a sentir el mismo consumirse nostálgico del músico, la misma llamada de esa verdad del corazón que va más allá de cualquier racionalidad. Nace de este modo una pintura que habla de genuina cotidianidad, de nostalgia, de introspección, y de futuro».
Benedicto XVI evocó las imágenes que el «Viaje de invierno» trae a la mente –nieve, paisajes, objetos, personas, y eventos–, y valoró la escucha de esta melodía con el piano, y el violonchelo sustituyendo a la voz humana.
«El joven Schubert, espontáneo y exuberante, consiguió comunicar –también a nosotros esta noche– lo que él vivió y experimentó. Por lo tanto es merecido el reconocimiento que universalmente se le concede a este ilustre genio de la música, que honra la civilización europea, y la gran cultura y espiritualidad de la Austria cristiana y católica. Interiormente confortados por la espléndida experiencia musical de esta noche, renovamos nuestro gracias».