TRIESTE, lunes 6 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- El pasado sábado fue beatificado en la catedral de San Justo de Trieste el sacerdote istriano Francesco Giovanni Bonifacio, asesinado por odio a la fe por los milicianos de Tito en 1946. Tenía 34 años y fue arrojado a una “foiba”, pero perdonó a sus asesinos.
La celebración eucarística fue presidida por el arzobispo Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, que definió al presbítero mártir como “ministro de la gracia divina y ejemplo de caridad sin límites”, según recoge L’Osservatore Romano.
Siguiendo el ejemplo de Cristo, el nuevo beato se inmoló “en sacrificio de amor puro, un amor que es más fuerte que la muerte y que da la vida por los amigos”, añadió.
“Sembrador incansable de luz y esperanza en un momento de grave sufrimiento y muerte”, Bonifacio sufrió un “heroico martirio por amor de Cristo y de su Evangelio”.
“Toda época es tiempo de mártires”, reconoció monseñor Amato, y subrayó que actualmente la Iglesia “sufre persecución” y que existe hoy “una verdadera y auténtica geografía del terror”.
En varios países, denunció, la libertad religiosa es “inexistente o muy limitada”, y si en el mundo “se hacen campañas a favor de la protección de los animales en vías de extinción”, no se ha hecho hasta ahora “ninguna campaña a favor de la libertad religiosa de los cristianos”.
El motivo de esta aversión, observa, “es que las tinieblas tienen miedo de la luz, la mentira tiene miedo de la verdad”.
El Evangelio, prosiguió el prelado, “no se persigue sólo con violencia en otros lugares. También en nuestra sociedad existe a menudo una persecución anticristiana subterránea, hecha de burlas, de tergiversación de los hechos y de las palabras, de ofensas, de promulgación de leyes inicuas”.
“Muchos se ríen del Evangelio, de la ley del Señor, creador y padre de nuestras vidas. Los medios de comunicación social nos oprimen con ideas fatuas, superficiales y a menudo abiertamente anticristianas”.
Frente a esta situación, los cristianos deben imitar el ejemplo del nuevo beato y “ser fuertes y perseverantes en el seguimiento de Jesús”, verdaderos “testigos fieles de Cristo”.
En particular, concluyó monseñor Amato, la sociedad actual “requiere de los sacerdotes y de todos los fieles el valor de vivir y de proclamar el Evangelio en su integridad”.
El hermano del nuevo beato, Giovanni Bonifacio, afirmó en una entrevista a Radio Vaticano que el presbítero “era un sacerdote que vivía el Evangelio con la gente”, “siempre en movimiento: entre los enfermos, enseñando catecismo, siempre dando vueltas por los pueblos”.
“Cuando se lo llevaron, la gente lo supo en seguida, porque tocaron las campanas”, recordó. “Por desgracia, nunca le soltaron. Después supe algo, también cómo le mataron. Pero nunca sentí odio alguno hacia los que le hicieron daño a mi hermano… ¡Aún ahora les perdonamos!”.
“Mi hermano -añadió- fue el primero en perdonar, precisamente cuando lo mataban. Él ya estaba preparado para el martirio”.
[Traducción del italiano por Inma Álvarez]